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'Un largo viaje': Eric Lomax (1919 - 2012)

Vía El Séptimo Arte por 03 de julio de 2014

Eric Lomax fue un superviviente. Un luchador, a pesar de su naturaleza marcadamente pacifista. Desgraciadamente, tuvo la mala suerte de verse en medio de uno de los conflictos más terribles vistos jamás sobre estas tierras del Señor. Se vio obligado a mirar a los ojos del mismísimo terror, incluso a convivir con él... pero no permitió que esto le hundieran en las tinieblas. Porque Eric Lomax fue un luchador, sí, pero ante todo fue una buena persona. Alguien que no lo conociera simplemente diría que era un tipo sencillo... y no andaría demasiado desencaminado. Pero detrás de ese apasionado de los trenes que era capaz de hablar de raíles y locomotoras durante horas (risas respetuosas en la sala), había un hombre lleno de bondad, capaz de hacer lo más complicado: perdonar. Sí, nuestro hermano Eric sufrió indecibles penalidades a lo largo de su juventud, pero como nunca perdió la ilusión de vivir, supo reponerse; supo levantarse y hasta reconciliarse con su pasado. Por esto y por muchas otras razones, se ganó un hueco destacado en el corazón de cada uno de nosotros... y por supuesto, en el de Dios, nuestro Señor, donde vivirá por los siglos de los siglos. Amén.

Y ahora, me gustaría llamar al estrado a Patricia Lomax, su amada mujer, quien tuvo la inmensa suerte de compartir con nuestro querido Eric algunos de los años más maravillosos de sus respectivas vidas. Patti, por favor... (silencio expectante) Gracias, padre. Muchas gracias por estas dulces palabras que tanto consuelo me están dando. A ustedes, no quisiera atosigarles demasiado con mis desvaríos (más risas consensuadas), sólo quisiera decirles que desde que mis vías se cruzaron con las de Eric (oooh...); desde aquel preciso momento, les prometo que me he considerado la mujer más afortunada del mundo. Siempre lo he hecho y sé que siempre lo haré. Tuvimos momentos complicados, sí, pero esto no lo elegimos nosotros. No obstante, y a pesar de todo, nunca perdimos la esperanza; nunca dejamos de creer en un futuro mejor... para nosotros y para todos vosotros. Eric era así... sabía que no encontraría la paz a no ser que todos los demás (por muy condenables que hubieran sido las acciones de éstos) también lo consiguieran. Y... y... (lágrimas generalizadas), perdónenme, por favor, todavía tengo la herida abierta. No... no puedo continuar. Disculpen... (se va, sumida en una ovación estremecedora)

Conclusión, el funeral de Eric Lomax fue más o menos como el de cualquier otro. Uno más, vaya. Los invitados fueron saliendo de la iglesia, secándose las lágrimas de cocodrilo, recobrando la compostura con total facilidad. A uno de ellos se le escapó un comentario que supuestamente debía hacerse en voz -mucho- más baja. ''Pues menuda chuminada de ceremonia.'' Inmediatamente después alguien le escupió, sin pensárselo dos veces, que era un monstruo, que no podía hablarse así de los muertos... pero al decir esto evidenció haber pasado por alto dos detalles importantísimos. Primero: él era mucho más repugnante, porque se permitió juzgar al prójimo cuando él mismo fue el primero en pensar que aquello había sido, efectivamente, una chuminada. Segundo: (y ésta es una lección que la cartelera de esta semana, por cortesía de John Green, nos suministrará por duplicado) los funerales no son para los muertos, sino para lo vivos, o mejor dicho, para los supervivientes.

Así es, todo lo que pueda decirse de un difunto se hace para reconfortar a los pobres infelices que se han visto privados de su compañía. El párroco lo sabía muy bien, Patti Lomax, quien no quiso atosigar demasiado al personal con sus ''desvaríos'', también. Él estaba ante un trámite con el que se tenía que cumplir, que al fin y al cabo congregaciones como ésa eran las que le traían el pan a su plato. Lo que tenía ella era un mal trago con el que también tocaba apechugar. Y con esta combinación de sensaciones tan agrias debió llegar al equipo de 'Un largo viaje' el anuncio de que dicha película había sido seleccionada por parte de la organización del Festival de Cine de San Sebastián para competir por la Concha de Oro. Increíble pero cierto. En España, la que por aquel entonces todavía se conocía como 'The Railway Man' se vio por primera vez en el Teatro Principal de Donostia... y no en la pantalla pequeñísima del multicine de sobremesa dominguera. Y hay que entender a los involucrados. Venían de pasar una vergüenza sobrehumana en Toronto (seguro) y ahora se les pedía que hicieran las maletas, cruzaran el charco y volvieran a pasar por el aro. No señor... esto sí que no.

Resultado, buena parte de la organización del certamen con el culo al aire. En la rueda de prensa de presentación del filme, ni rastro de Nicole Kidman (AKA Patti Lomax)... ni mucho menos de Colin Firth (AKA Eric Lomax), quien para colmo de males tenía pensado repetir el número de la desaparición en motivo del nuevo desastre de Atom Egoyan. Lo mismo en la alfombra roja, por supuesto. Hay malos tragos que simplemente no entran. Y nos quedamos sin excusa por haber seleccionado... esto. El trámite quedó para el director, Jonathan Teplitzky, algún productor y... la mismísima Patti Lomax. La viuda. La de verdad. Ahí estaba, la pobre. Dispuesta a aguantar un chaparrón que no llegó a concretarse porque, claro ¿quién iba a rajar de la película? ¿Quién podría ser tan monstruo como hablar mal del legado del Sr. Lomax... ante la Sra. Lomax? No señor... esto sí que no. Así de bajo estaba el nivel en el Kursaal en el año 2013. Así de incrédulos nos quedamos algunos, al ver como un telefilme con dos caretos oscarizados había logrado colarse en lo más alto de un festival que, hasta no hace tanto, aspiraba a codearse con citas tan ineludibles como, por ejemplo, Venecia o Berlín.

Pasado glorioso ahogado ahora mismo en la desembocadura del Urumea... y pasado terrible enterrado en algún lugar perdido del Lejano Oriente. 'Un largo viaje' es efectivamente un larguísimo (por cansino, mayormente) recorrido por las cicatrices de antaño (para ser más exactos, los traumas legados por la brutalidad de la Segunda Guerra Mundiasl) que sólo podrán cerrarse con el poder sanador del amor. Las intenciones, ya lo ven, son tan puras e intachables que a Teplitzky con esto le basta para justificar todos sus pecados fílmicos. En las interpretaciones más allá de los momentos más relevantes, en la dirección a la hora de ensamblar los distintos episodios... la auto-condescendencia marca el tono general y la risa nerviosa (ese episodio acaramelado en la playa) pone el resto. Cualquier atisbo de glamour se queda en un póster que, no quepa la menor duda al respecto, miente en cada frase y pose. El supuesto refinamiento expiatorio se queda en baratija melodramática. Esto tiene poco de película y mucho de panegírico escrito a desgana. No hay sentimiento, mucho menos convencimiento. Sí se percibe, por el contrario, mucho compromiso y mal trago en la concepción. Como si de un entierro cualquiera se tratara. Como si las palabras bonitas se hubieran puesto ahí sólo para complacer, de la manera más superficial, a unos vivos que además tendrían el morro de pensar que eso no era más que una rotunda y soberana chuminada.

Nota: 4 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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