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'Trash': Manual enxiemplar para el pecador moderno

Vía El Séptimo Arte por 29 de octubre de 2009

Una acomodada familia barcelonesa está apunto de descubrir que su felicidad y bienestar pueden derrumbarse en cuestión de segundos. La joven Clara deberá superar las heridas que los engaños amorosos de David han dejado en su corazón. Cristian, próspero hombre de negocios, topará de frente con un mundo repleto de oscuras tentaciones. La cabeza de familia Carmen va a ver como un nuevo e inimaginable universo sensorial se abre ante ella. Por su parte, Nacho encontrará cada vez más difícil reprimir sus obsesiones más ocultas.

Trash, dícese de la basura, de lo repugnante o despreciable. Desde ‘Disaster Movie’ creo que no ha habido un título que valorara tan bien una película. Que no engañe a nadie la abusiva acumulación de desgracias humanas. En un principio se podría pensar que todo induce a un desgarrado retrato de las miserias de una familia cualquiera... o incluso a la crítica social. Nada más alejado de la realidad. En los palacetes habitados por los protagonistas hay alcohol, sexo y drogas... pero ni rastro de hipotecas o de la amenaza del desempleo, ¿a quién le importa? De lo que aquí se trata es de regodearse en la tragedia ajena; de rizar el rizo en lo que a morbo se refiere (que no falte la relación lésbica ínter-generacional, por favor, ni tampoco el clásico abuso de psicotrópicos a pesar de los consejos del amigo camello); de tirar de la cuerda hasta llegar a situaciones delirantemente ridículas.Trash bag, dícese de la bolsa diseñada para contener basura. Así podríamos definir al arsenal de personajes que pueblan este drama coral. Cuesta analizar su carácter; cuesta mucho saber cómo son realmente (aunque no por ello deja de ser fácil prever todos sus pasos). La razón de dicha confusión es que el director Carles Torras sólo parece estar interesado en dibujar los infortunios y no a la gente que los sufre. Así, lo único que sé de Clara es que la gente se aprovecha de su buena fe -y de sus altos niveles de alcohol en sangre-, de Cristian que su socio rumano le lleva por el mal camino, de Nacho que su sobreexplotada mano jamás podrá suplir su enfermizo vacío amoroso. Me quedo con sus condenas, no con su personalidad o con las relaciones entre ellos.

Es por ello que, al prestar atención a los títulos de crédito, me sorprendió no ver al ilustrísimo autor de innumerables telenovelas, Josep Maria Benet i Jornet como uno de los guionistas de semejante despropósito. Parece que no ha metido mano el proyecto... pero como si lo hubiera hecho, pues todos los tics de esas historietas sórdidas de sobremesa desfilan sin ningún rubor. Mediocres actuaciones que nunca logran darle sentido a unos diálogos que sólo sirven para presagiar la siguiente desdicha, y aquella insufrible dejadez que sólo puede explicarse por hacer las cosas rápido, en pos de satisfacer una audiencia insaciable que necesita cada día su dosis de infortunina concentrada (y no importa que el resultado sea ridículo, como en la desternillante escena de la embarazada, que en pleno ataque de nervios, se niega a ir al hospital sin antes haber bombardeado a sus familiares a base llamadas perdidas). Y por si fuera poco, ahí va un poco de moralina para amenizar un poco la velada.

Trash, dícese de la escoria, porque escoria son los individuos que transitan por el filme. Están tan obsesionados en encontrar el placer más lujurioso que olvidan que el verdadero bienestar reside en los valores más tradicionales. Malditos sean los que crean que hallarán la felicidad en el fondo de un baso de cubata, o en las últimas rayitas de cocaína, o entre el bello púbico de una prostituta de la Europa del este. Pobres ilusos... no saben que su condena está en los placeres carnales, y su única salvación en el arquetipo de la familia pseudo-feliz. Nuestro querido Conde Lucanor se hubiera puesto las botas, seguro.

por Víctor Esquirol Molinas

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