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'Posesión infernal (Evil Dead)': En tu puta cara, maestro

Vía El Séptimo Arte por 05 de abril de 2013
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El cronómetro estaba a punto de llegar a cero y al tablero le quedaba poquísimo para iluminarse. Faltaban pocas décimas para que se cumplieran los 48 minutos reglamentarios de juego y para que la gran final se diera por terminada. En aquel preciso instante, el marcador situaba al equipo local solo dos puntos por encima de su rival. El héroe de casa estaba a las últimas. Sabía que estaba viviendo sus últimos momentos como jugador profesional; sabía que debía quemarlo todo en un último esfuerzo... pero a esas alturas parecía que ya no quedaba más madera para arrojar a la caldera. O tal vez sí. Delante de él estaba, a punto de lanzar el balón, la nueva sensación de la liga. El número uno del Draft y rookie del año, el mismo que, para mayor deleite de los morbosos, había sido el favorito de entre sus alumnos; el mismo que, seguía teniéndole en un pedestal. Ahí estaba la motivación que tanto le hacía falta. Sin pensárselo dos veces, y viendo las intenciones ofensivas de su máximo rival en la pista, encontró la suficiente energía para elevarse más que nadie para evitar un mate... que igualmente se ejecutó.

La jugada fue espectacular. Por si fuera poco, vino con el bonus de la consecución del más prestigioso de los títulos, magnificado por la amarga retirada de una leyenda del deporte... y la consagración de alguien que aspiraba al mismo estatus. El episodio de marras fue más tarde bautizado como el "In your face del siglo"; el gran "en toda tu cara"; la humillación hecha canasta que en un principio dejó destrozado al maestro pero que, con el paso del tiempo, y con los ánimos más enfriados, llevó a la supuesta víctima a darse cuenta de que en realidad no era tal, al estar ahora seguro de que su legado sobreviviría, pues éste era ahora propiedad de un prometedor, joven y, sí, solidísimo talento. Así pues, no hay dudas al respecto: si el combate ha sido justo y el nuevo pretendiente al título ha alcanzado sus metas con deportividad, la vieja guardia puede retirarse batida pero no abatida; con la cabeza bien alta y con la más sincera de las sonrisas marcada en su cara.

La misma que debe apreciarse ahora mismo en el rostro de Sam Raimi, cineasta que tras un breve y más que bienvenido amago de volver a sus orígenes más tenebrosamente outsiders, ha vuelto a la gran pantalla con 'Oz, un mundo de fantasía', producto enmarcado en el centro de gravedad de un mainstream que busca contentar a toda la familia... para hacer lo propio con la taquilla. Pero al igual que el actor que protagoniza dicha cinta, la jugada tiene trampa. James Franco, encargado de dar vida al mítico mago, lejos de seguirle la corriente a la Disney (que se hace cargo tanto de los costes como, por supuesto, de los beneficios resultantes del espectáculo), aprovecha su tiempo libre para rodar marranadas como 'Kink' o 'Interior. Leather Bar', documentales dedicados respectivamente al sadomasoquismo y al mundo underground gay, en lo que supuestamente es una cruzada para normalizar en el cine las facetas más tradicionalmente censuradas del sexo.

Por su parte, Sam Raimi estrecha la mano del ratón Mickey... y con la que le queda libre va suministrando capital al gamberro de su protegido, de quien se enamoró -artísticamente hablando- a través unos cortometrajes en los que salían a relucir las cualidades cuya conjunción podía augurar la llegada de un nuevo elegido. Tanto en 'El cojonudo' como en '¡Ataque de pánico!' el uruguayo Fede Álvarez hacía gala de un gusto por el terror de serie B, de una mala leche, de una espectacularidad y, sobre todo, de una autosuficiencia (solo hallable en los directores de la rama "self-made", aquellos que, en definitiva, se parten el lomo cada vez que se ponen detrás de las cámaras) que con toda justicia le hacían merecedor de, por lo menos, la atención de un tutor de renombre. De alguien con el suficiente peso en la industria como para proporcionarle la oportunidad dorada de darse a conocer y reivindicarse ante el gran público.

Una vez establecido el vínculo sagrado entre sensei y alumno, había llegado la hora de concretar las reglas del juego; tocaba firmar el contrato con el que, si las cosas se torcían, podía ser el mismísimo diablo (lo mínimo que cabía esperar de alguien tan docto en las artes satánicas). Es lo que suele suceder cada vez que se intenta escalar un peldaño: si la operación sale bien, todo son -merecidas- alabanzas; si sale mal, el tropiezo hace que las esperanzas, incluso las mejores intenciones, caigan en el más estrepitoso de los ridículos. Y una vez tocado fondo, en el mejor de los casos, vuelta a empezar. Cuanto mayor sea el reto, mayor será la gloria... o más aparatosa será la caída. A firmar se ha dicho, pues... y que nos quiten lo bailao ¿Quién dijo miedo? Fede Álvarez desde luego no, seguramente porqué, al igual que el protagonista de uno de sus cortos, tiene los testículos como pelotas de baloncesto.



Al fin y al cabo, hay que tenerlos cuadrados para poner las manazas de novato sobre uno de los clásicos populares del cine de terror más idolatrados de la historia del cine... ¡y todo sin la carismática presencia -en calidad de actor, por lo menos- del también muy idolatrado Bruce Campbell! Hay que pisárselos para que además el material que supuestamente se está mancillando esté firmado por tu propio mecenas. Con esta peligrosamente atractiva carambola se nos presenta la 'Posesión infernal (Evil Dead)' del 2013, película que bajo el brazo también nos trae el longevo debate sobre los remakes. Ya estamos otra vez. Hollywood se ha vuelto a quedar sin ideas -menuda novedad- y con la excusa romántica de rememorar viejas batallitas coge la pala y exhuma el cadáver de la gallina de los huevos de oro de turno. Patético... Vale. Dicho esto, es de justicia recordar que más allá de esta en parte comprensible pose cinéfila se vislumbran unas excepciones que nos recuerdan que detrás de la avaricia de la maquinaria fílmica pueden aguardar recompensas a fin de cuentas mucho más satisfactorias.

¿O acaso no fue un lujazo descubrir, por ejemplo, a un tal Zack Snyder mientras renovaba y mejoraba -las cosas claras- a George A. Romero? Volviendo a nuestra querida 'Evil Dead' y dejando de lado el fanatismo que con todo merecimiento se ha ganado el material original, ¿acaso no es una gozada el que el alumno Fede le marque un "In your face" antológico al maestro Sam? Silencio. ¿El anticristo reencarnado emerge del fango si el remake supera (en diversión, en ritmo, en cotas de pánico...) a la película en que se basa? Por supuesto que no, y aunque los más nostálgicos puedan llegar a hacer ver que les duele en el alma, en el fondo habrán disfrutado tanto o más que el público joven que tenga en el primer largo de Álvarez su primer contacto con los bosques demoníacos de Tennessee. No en vano estamos hablando de una de las cintas de terror más disfrutables de los últimos tiempos (al final resultará que los responsables de marketing no siempre mienten, aunque no se les perdona el que sus impactantes tráilers den ganas de darse permanentemente de baja en lo que a avances se refiere).

Hora y media de metraje, una historia con un potencial inmenso y un capitán de barco que sabe lo que se hace. El que el director no intente en ningún momento reinventar ni aportar novedades significativas al género (es más, rara vez se separa de los postulados del manual / Necronomicón que tan bien se ha aprendido, sirva de muestra el que su propuesta sigue cabiendo en la enciclopédica 'La cabaña en el bosque', excelente filme de Drew Goddard -y Joss Whedon- que, para ser justos, tenía precisamente en la trilogía de culto de Raimi a una de sus más reconocibles fuentes de inspiración) no debe interpretarse como un síntoma de debilidad, sino como lo que realmente es: una muestra evidente de una inteligencia a priori insospechable en alguien de quien se podría decir que apenas ha empezado a dar sus primeros pasos. La sorpresa de su progenitor al ver que su querida criaturita empezaba a correr con apabullante gracilidad a las primeras de cambio seguro que la compartirá la audiencia con buen paladar para todos aquellos elementos que, bien combinados, consiguen algo tan difícil como que un sentimiento tan personal cristalice en una pantalla para convertirse en una penitencia / celebración colectiva.

Sustos, atmósferas que ponen los pelos de punta y, obviamente, sangre. Litros y más litros de hemoglobina se erigen en la punta de lanza de un espectáculo consciente de que los gustos de la audiencia hace tiempo que llevan trazando una escalada que exige que en una sala de cine se venda cada vez más pus, más vísceras, más huesos fracturados... en definitiva más carnaza, y como además resulta que el cliente se ha vuelto más exigente (es lo que tiene la sabiduría acumulada, que uno se vuelve cada vez menos impresionable), exige ver y, a ser posible, palpar a conciencia, la mercancía. Haciendo caso a la demanda, 'Posesión infernal (Evil Dead)' expone desde el principio todo el stock, abre las puertas del buffet libre y deja que los más famélicos se atiborren hasta decir basta. Ni falta hace decir que los que van con poca hambre, revientan antes de que esta traca continua ni siquiera haya hecho estallar la mitad de sus golpes de efecto.

Los más desinformados creerán que la fiesta es quizás un ataque aéreo que busca masacrarles hasta que no quede nada de ellos, pero resulta que las sirenas de alarma de bombardeo en realidad son las trompetas que anuncian felizmente un juicio final hecho a la medida de los más cafres. 'Posesión infernal (Evil Dead)' es obscena, malhablada, sucia y dolorosa. Es tan gratuita como coherente con el vicioso espíritu infernal por el que tan a gusto se ha dejado poseer. Es un ente directamente surgido del averno, nueva cumbre del gore, que aprovecha a la perfección el tiempo que se le ha dado para aterrorizar y divertir a partes iguales. Tiene un profundo respeto por sus raíces, pero consciente de las circunstancias totalmente diferentes en su concepción, se toma la libertad de modificar la fórmula original en todos aquellos aspectos epidérmicos (véase la conseguida trascendencia estética; la desdoblada solución para suplir la irreparable ausencia del bueno de Ash; el telón de fondo de la drogadicción juvenil, más que probable aportación de Diablo Cody en lo que es una excusa para el terror sencillamente genial; la sustitución del característico humor de Raimi por uno menos perceptible pero igualmente presente en lo pasado de rosca del conjunto) que proporcionan al monstruo el necesario lavado de cara para ser presentado -y amado- por las nuevas generaciones. La old school revitalizada. El remake perfecto; la horror movie que hacía tanto que esperábamos... el "In your face!" que encumbra a ese superdotado llamado Fede Álvarez y que, segurísimo, enorgullece al maestro Sam Raimi.


Nota: 7,5 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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