Los jóvenes de la calle Elm sufren terribles pesadillas. Cuando cierran los ojos, aparece siempre una figura amenazante ataviada con jersey a rayas, un sombrero negro y unas afiladas cuchillas que le salen de los dedos de una mano. Vayan donde vayan sus sueños siempre estarán perturbados por este hombre que parece tener una relación directa con unos recuerdos enterrados de su infancia. A medida que las víctimas vayan sucediéndose, el poder de este misterioso asesino irá incrementando, y los oscuros secretos del pasado saldrán a la luz.
Las calderas vuelven a rugir una vez más en Elm Street, los niños vuelven a entonar aquellas rimas esclofriantes que nos advierten sobre el peligro que entraña un tal "Freddy", y la cafeína y otros estimulantes se convierten en los mejores aliados de la juventud del barrio. Lo hemos vivido ya siete veces antes (ocho si contamos la serie de televisión... nueve si contamos el combate a muerte contra Jason), lo cual nos hace poner esta revisión del clásico de terror de Wes Craven en el cajón de "¿hacía-falta?". La respuesta es un rotundo no, pero en tiempos de escasez creativa, en los que la industria ha vuelto tantas veces a resucitar a sus monstruos favoritos para que la gente sigua pasando por caja, la New Line Cinema no podía ser menos.
Sobretodo vistos los buenos resultados cosechados por franquicias tan repetitivas pero que no obstante siguen con su relación idílica con la taquilla (es el caso de las aquí censuradas diabluras del juguetón Jigsaw). También están para entender esta nueva pesadilla, las exhumaciones de cadáveres tan célebres como el de Leatherface, el "pequeño" Voorhees o Michael Myers. Se suma ahora a la juerga otro viejo conocido, nuestro hombre del saco predilecto, el Sr. Krueger, que obviamente no podía quedarse fuera de esta fiesta de mayorcitos que se resisten a caer de la memoria colectiva. Viejos asesinos nunca mueren.
Para ello, Michael Bay y sus amigotes (que ya le están cogiendo gusto a esta clase de readaptaciones) ponen a los mandos del barco al debutante Samuel Bayer, curtidísimo director de videoclips cuyas primeras andaduras en el mundo del largometraje no han dejado demasiado buen sabor de boca. También hay que entender que al pobre hombre lo han puesto a capitanear una nave cuyo timón no puede moverse. Esto es, 'Pesadilla en Elm Street: El origen' es el típico producto de estudio, confeccionado casi por completo en los despachos de los altos ejecutivos, quienes han demostrado en incontables ocasiones que no les perturba el sueño el tener que recorrer a la necrofilia (porque en esto se traduce este tipo de proyectos)-.
Son los peces gordos que, por no querer ver a sus protagonistas lucir looks pasados de moda, conducir antiguos carromatos familiares y tragarse efectos especiales de la vieja escuela (ahora se lleva mucho más lo digital, los coches alemanes chic y los modelitos ajustados que realzan las curvas de las adolescentes), deciden hacer una película más apta para los ojos del siglo XXI, que sin duda mola mucho más que el anterior. Ésta es la única meta artística reconocible en las nuevas andaduras de Freddy, el resto ya lo conocemos de sobras. Sacarse de la chistera una nueva historia del universo Springwood hubiera sido algo insostenible, y más teniendo en cuenta la última pesadilla metafílmica ideada y dirigida por Wes Craven, de modo que la solución es una especie de mezcla de dos conceptos que están ahora tan de moda en el género de terror: remake y precuela.
La verdad es que no es ni una cosa ni la otra, pero tiene elementos suficientes como para englobarse en ambas categorías. Tenemos un hilo argumental muy similar al original de de 1984, con la heroína llamada Nancy siendo de nuevo el personaje más atormentado. Además, se nos muestra explícitamente de dónde salió el mito de este moderno hombre del saco, algo que ayuda a reforzar el carácter enfermizo de las pesadillas de Elm Street, pero que sin duda le quitan al asunto la excelente sugestividad de la que hacía gala la primera entrega. Este origen al que hacemos referencia es algo que la antigua saga tardó mucho en desvelar, pero que al fin y al cabo ya habíamos visto antes, lo cual nos remite otra vez a la categoría "¿hacía-falta?"
Por si fuera poco, el filme no tiene ningún rubor en entregarse a los estériles brazos del slasher más vulgar, aquel en el que los jovenzuelos no son más que carne de cañón; aquel en el que el asesino es la excusa perfecta para subir el volumen y asustar al espectador. Aquel del que siempre huyó Wes Craven cuando se acercó a la figura de Krueger. Por si fuera poco, ni las escenas en las que el villano ataca gozan de la creatividad malsana de las anteriores partes, al resolverse todas ellas de forma demasiado rápida y burda. Esta pérdida de encanto hay que achacarla en buena parte al cambio de actor en el rol del mítico asesino de niños. Jackie Earle Haley dota al personaje de un carácter mucho más siniestro, pero salta a la vista que no tiene el carisma de Robert Englund, todavía amo y señor indiscutible de la franquicia.
Con todo, son pocos los puntos positivos que nos deja este innecesario ejercicio de terror para principiantes. A saber, la duda pasajera que se establece respecto a la inocencia de Krueger, planeando así espontáneamente la sombra del perturbador documental de Andrew Jarecki, 'Capturing the Friedmans', o los constantes homenajes la mayoría de películas de la saga, en forma de referencias, situaciones o bromas casi calcadas a las ya vistas en anteriores entregas. También es de agradecer la conservación -a pesar de todo- de algunos de los elementos que hicieron tan especial aquella genial aventura onírica de Craven, como la desoladora visión de las figuras paternales, ausentes, disgregadas y que lejos de ser el elemento salvador de sus vástagos, se convierten en sus verdugos indirectos, siendo todo una lección delirante sobre la culpa atávica. El resto (aparte de algún brevísimo destello del director, que en alguna ocasión se atreve a no ser exageradamente previsible) puede arrojarse a la basura, aunque lo mismo podía decirse de la mayoría de secuelas de "tito Freddy"...
Nota:
4 / 10
por Víctor Esquirol Molinas
La película, desde el principio en la cafetería, viene a ser un replay de lo que hemos visto en el cine de terror de adolescentes (chicas guapas, caras de susto etc etc etc). Yo bostezaba del aburrimiento y tenía la idea pre-fijada, viendo lo que estaba viendo, de suspender la película de manera rotunda, pero
Spoiler
La película nos dice "cuidado, que tenemos cosas que decir" a partir de esa escena y cuando los personajes de Jesse, Quentin y Nancy cobran protagonismo. El guión toma interés, las frases parece que mejoran y Freddy demuestra algo de su reputación como slasher, pero, en realidad, se le da vueltas a lo mismo, descubrir la verdad, ver el origen de Freddy etc etc. Incluso el final sorpresa es casi similar al final sorpresa de la obra de 1984.
Después de ver este prometedor, en principio, remake, queda un sabor agridulce porque la película había conseguido tomar interés, pero dejando al espectador casi muerto de aburrimiento durante buena parte de la película, que hace perder enteros al resultado final.
Esperaba algo mucho mejor, Jackie Earle Haley no pudo hacer nada. La película la resumiría en una frase "copia sin inspiración". Es totalmente predecible y vulgar y los actores jóvenes malos y sin carisma (nada que ver con los de la 3ª o 4ª parte).
Flojísima, pero le pongo 4 puntos porque entretiene a ratos (aunque no muchos) y al fin y al cabo copia una idea de partida buena (la pesadilla original que hizo Wes Craven).