'Óscar desafinado': 2 años y 20 minutos
El tiempo hace que todo cambie. Las infraestructuras de las ciudades más destartaladas, los modelos futbolísticos a priori más intocables, el funcionamiento, antaño óptimo, de nuestro smartphone, la cara de Renée Zellweger... normalmente la tendencia marca una cuesta abajo que nos lleva hacia un ''a-peor'' vertiginoso. Por supuesto, existen excepciones que confirman la regla. En el polo opuesto de dicho patrón encontramos, por ejemplo, los vinos de alta calidad, la -involuntaria- carga cómica de las Sagradas Escrituras y, cómo no, los ceros (a la derecha, claro) de las cuentas bancarias en paraísos fiscales de los más distinguidos representantes de nuestra querida clase política. El tiempo nos lleva al deterioro o, por el contrario, a la mejora del objeto de estudio de turno... aunque de paso implica otras muchas deformidades que escapan al esquematismo de este -rudimentario- modelo binario.
Por ejemplo, es sabido que con el paso del tiempo, el drama se convierte en comedia (miren, si no, cualquier actuación de Ricky Gervais o, por poner otro ejemplo no tan bestia, lo poco que tardó internet en llenarse de coñas sobre el 11S)... y con un poco más de tiempo, ésta puede mutar en terror. Es el caso de Óscar y Violeta, quienes seguramente se enamoraron pasadas unos días después de su primer encuentro, y quienes están a punto de experimentar, en sus propias carnes, la peor de las tragedias. En poco más de veinte minutos, Mikel Alvariño nos estampa en la cara todo esto (y puede que algo más) con la excusa de su premiado corto, 'Óscar desafinado'. En él, y para no extendernos demasiado en detalles que ahora mismo no importan demasiado, algo tan solemne e intocable como el luto dedicado a un ser querido (tasado, en este caso, en ni más ni menos que dos años), se convierte, en un abrir y cerrar de elipsis, en uno de los chistes más efectivos que puedan imaginarse. El humor negro y la comedia romántica van de la mano (con la sombra del drama, como no podía ser de otra manera, planeando por encima de la feliz parejita) y se encarnan, todos ellos, en las figuras de Julián López, Bárbara Goenaga y Bárbara Santa Cruz, cada uno igualmente entonado en su respectivo registro. La propuesta, sencillísima; las implicaciones, igualmente divertidas. Una noche, una casa, una cita... y pocos minutos para que el horror, totalmente inducido (como casi siempre), pueda convertirse, por arte de magia, en amor, pasando, claro está, por la risa más espontánea. Mikel Alvariño y Susana López Rubio parten de una idea original y saben desarrollarla (tanto conceptual como, por supuesto, temporalmente), hasta lograr el punto óptimo de cocción, quedando así latentes (que nunca está de más recordarlo) las virtudes del cortometraje bien calculado. Aquel que, en definitiva, hace del -poco- tiempo que se le ha concedido, la mejor de las virtudes para transformarlo todo, ya sea para ir a mejor, a peor... o ''simplemente'' para dejar claro que estábamos con la guardia baja. Nota: 6,5 / 10por Víctor Esquirol Molinas