'Negociador': Cargando...
'Negociador' se mostró por primera vez al público durante el último Festival de San Sebastián, en septiembre del año pasado. Han pasado casi seis meses desde entonces durante los cuales, parece ser, ni se ha llevado a cabo un rodaje de tomas adicionales ni se ha alterado su montaje. Parece ser, que esto no es Hollywood y la costumbre es jugárselo todo a una sola carta. Comentario trivial... o no. Para cuando se la vio en aquel entonces daba la sensación -justificada o no- de que se "había corrido" para poder presentarla allí, en lo que más que una película terminada parecía una "versión de prueba" de un proyecto en desarrollo.
La verdad, desconozco si desde entonces se ha llevado a cabo algún cambio -sustancial o no- en la cinta. Como desconozco cuantos son los que conocen a Borja Cobeaga por lo que hizo antes de convertirse en "el guionista de 'Ocho apellidos vascos'", el gran e incomprensible éxito económico del cine patrio estrenado ahora hace un año. Y si esto fuera Hollywood y no nuestra España querida diríamos que 'Negociador' ha sido hecha deprisa y corriendo para aprovechar, precisamente, los rescoldos aún humeantes de la citada. Esa es la sensación que transmite al menos, la de un producto apresurado al que se le ha dedicado poco trabajo, cariño, tiempo o dinero: elijase la/s que prefieran y/o más les gusten.
No hay dos sin tres, y es ahora tras el gran éxito de "aquella" que Cobeaga, cuatro años después, concreta esta su tercera producción para la gran pantalla. Sea una casualidad o no esta sucesión de eventos, que para las suspicacias siempre estamos atentos, Cobeaga reincide en las carencias de 'No controles', incluso permite que se hagan más patentes todavía en lo que antes que una película acaba por parecer una suma de sketches a lo 'Vaya semanita', sensación aún más realzada por la presencia en el reparto de algunos de los habituales (como un Carlos Areces que parece el Michael Keaton de 'Mis dobles, mi mujer y yo'). Aunque en este caso, al menos, algo hemos aprendido, no se engorde el producto a base de paja.
'Negociador' son apenas 75 minutos de película -según mi reloj- que saben a poco, muy poco, y a los que les falta sustancia como para no llegar al final del partido pidiendo la hora. Y es que se echa en falta la presencia de un verdadero conflicto dramático que vaya más allá de la anécdota, de algo más que un concepto vagamente desarrollado que no trasciende del chascarrillo a contar a media mañana con el café. Alguna escena o diálogo verdaderamente divertido, haberlo haylo, pero que no pasan de momentos aislados dentro de un visionado en el mejor de los casos "simpatiquillo" del que uno sale pensando ya en un obligado remake que aproveche de verdad una idea con tanto potencial (desaprovechado).
Nota: 5,5
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Porque es historia los hechos que narra, formalidad específica de una época muy dura en cuanto a asesinatos y muertos, porque lo hace en tono de comedia que no acaba de despuntar, genialidad de indagación que no proporciona los frutos previstos, con tintes trágicos por el dramatismo de lo que hay en juego, en ridiculez de teatro como sintonía media, atrevida apuesta para un tema peliagudo que pocos se atreven a tocar, mucho menos a extraer la ironía y desfachatez de la posible situación dada, pero que aquí, ya puestos, no se adentra hasta donde se desearía, no extrae todo el humor negro al que daba juego la partida, ni profundiza en la extravagancia del escenario y la mofa de los pasos en tal pantomina de actuación.
Porque, negociación o diálogo, es embrollo atascado de nomenclatura que, como niños adultos con poder en sus manos, ninguno da su brazo a torcer aunque, acudiendo al diccionario o a su posible traducción para el mediador, no haya diferencia pues es palabra única fuera de nuestras fronteras, riqueza semántica de un idioma como impedimento para un acuerdo que parece más, el cachondeo nefasto de reunión de la empresa del pueblo, que asuntos de política mayor.
"Para hablar siempre hay tiempo, para olvidar nunca hay suficiente" o cualquier otra frase notoria, aunque sea de película de la noche anterior, que pase a los anales de ese documento escrito cuya firma vale la unión y paz de un pueblo, estrafalaria representación hipotética que logra la mueca y carcajada por la valentía del cuadro confeccionado aunque nunca llega a risa, a plena comicidad por la falta de intensidad y fuerza.
Borja Cobeaga se maneja estupendamente dentro de la tragicomedia, esas situaciones tensas donde todo se decide de manera inepta y absurda, se mueve mejor dentro de la corta duración, planos comedidos, sencillos y veraces, escenas cotidianas cuidadas en su enfoque humano donde la expresividad del rostro dice mucho más que la palabra dicha, quien despuntó barbaramente con "Pagafantas" y, a pesar del aplauso de la propuesta y su ocurrencia de formato, se queda muy distante de lo que se esperaba recibir; no puedo, por más que quiera apoyar la idea y su osadía, echar de menos sentir, con mayor vivacidad, la torpeza del relato montado.
Si vas a hacerlo, si ostentas hacer burla, contar con descaro hechos tan sensibles y serios, de calado tan hondo y complicado, tírate del todo a la piscina y exhibe el incisivo espectáculo que tú sabes crear, no te conformes con rozar las mieles y ¡ya está!, porque la audiencia se queda con ganas de más, con apetencia y hambre de mayor calado y consistencia.
Gags de irrisoria composición, actores familiares, buena disposición de ánimo, asumida disponible voluntad y, con todo, no llega a esa potencia que permita abrazarla completamente.
Excelente la idea, pasable el resultado.