'Mi gran noche' - Álex, el bruto
De un tiempo a esta parte Álex de la Iglesia ha perdido algo que le suele venir tan bien a un realizador, como tan fundamental le resultó para que 15 ó 20 años después 'Acción mutante', 'El día de la bestia' o 'La comunidad' sigan siendo hoy en día tan jodidamente disfrutables: la mesura y/o el arte de la contención. En un camino en apariencia inverso al que suelen seguir la mayoría de los realizadores, De la Iglesia se ha ido "embruteciendo" hasta hacer de sus últimos filmes una suma de excesos que tienen más que ver con un especial de José Mota que con una película hecha y derecha.
'Mi gran noche' viene a ser lo mismo que un mundo sin cordel, un auténtico caos. Se echa en falta esa mencionada mesura que ponga un poco de orden, así como ya que nos ponemos, también algo de sentido común que a su vez aporte algo de frescura. Álex de la Iglesia se vuelve a desmelenar "le pese a quién le pese" con una producción pretendidamente loca, cafre y gamberra que a medida que avanza se va sumergiendo más y más en el caos... más, no necesariamente para bien o en el buen sentido. Ni tampoco, necesariamente, con buen gusto ni a tiempo, que cuando vienen curvas no se trata (sólo) de correr.
De hecho, este revoltijo está tan pasado de rosca que sus toscas maneras y los constantes vaivenes de un guión deslavazado agotan mucho antes de lo debido, de más a menos y pasando de un inicio harto trepidante a un tercio final bastante disfuncional, carrasposo, incongruente y de escaso impacto. Excéntrica irregularidad de quién vive a salto de mata y a su puta bola, oiga, partiendo de una idea que sólo sirve de excusa para reincidir en las habituales bravuconerías de su realizador así, a pelo. Y para bruto, yo, por supuesto, dejando tras de sí la insidiosa sensación de ser una pose en realidad perezosa y bastante desaprovechada.
Ya empieza a ser una peligrosa costumbre: se agradece la gallardía, el espíritu gamberro o la presencia en cuerpo y alma del diabólico Raphael pero De la Iglesia, desbocado y carente de un Pepito Grillo que ponga voz a su conciencia (porque a Enrique Cerezo le queda grande el sayo), se dedica a no más que a soltar mierda y más mierda hacia el espectador sin darle mayor valor que el de la propia mierda. Viciado en última estancia por el mismo conformismo de Torrente, tirando en exceso de amigotes y de un humor facilón, burdo y por supuesto, tan "cañi" que la gracia acaba siendo tan limitada como la de la mayoría de tonterías que recibimos por Whats App.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Le doy un 6 porque no lo considero un experimento fallido, sino una falta de ambición. La película te da exactamente lo que te ofrece, pero es una pena que el director no haya buscado algo más.
Precisamente su falta de ambición es lo que evita que sea un "algo" fallido. No fracasa porque nace sin ánimo de triunfar. Y eso es lo verdaderamente frustrante a mi modo de ver.
Me parece una película "necesaria" para cualquier persona que alguna vez se haya acercado a la tele como publico o como extra, al igual que en su día lo fue el día de la bestia para cualquier madrileño. Me ha sorprendido que de momento no haya podido coger el rebufo en taquilla de películas como torrente u ocho apellidos vascos con las que creo tiene bastantes cosas en común.
El mejor momento a nivel de interpretación para mi aunque hay muchos, la interpretación de la canción "mi gran noche" por parte de un actor cuyo nombre desconozco. También destacaría a Ana polvorosa en su papel de figuranta profesional.
La película, en todo momento, está percibida como una especie de cómic. Mejor dicho, un TBO alocado, a lo 'Mortadelo y Filemón'. Todo es disparatado y todo va en aumento, especialmente los problemas. Pero show must go on, que decía Mercury, a toda costa y sin importar nada más. Aquí entra el factor crítico, hacia el mundo del espectáculo y de los extremos a los que llega para lograr el éxito, o como trata al público/figurantes. También nos habla de la diferencia entre lo que vemos en pantalla y lo que en realidad es, en referencia a los presentadores/estrellas de este circo que es la televisión. El resto, lo que la hace disfrutable, es el tono de comedia del cual se dota a esta parte de la cinta, el ver como acabará todo este lío y ver hasta donde llegará y, finalmente, ver a un reparto que está en todo su esplendor. Un reparto coral que tiene mucha química entre él y que resulta muy natural dentro de lo exagerado de la situación.
Quizá lo que más lastre esta película sea que en parte es siempre lo mismo pero en aumento, y que su enfoque como comedia le quite trascendencia a la crítica y posicione la balanza hacia el entretenimiento. Pero aún así, es un más que digno entretenimiento con una curiosa propuesta y un Raphael que está de escándalo. El resto del reparto también está de lujo, sobre todo Mario Casas y Carlos Areces. Santiago Segura sale haciendo de sí mismo sin ser ese su personaje... Cada vez lo aguanto menos.
Curioso, por cierto, que Álex de la Iglesia plantee al personaje de Raphael como una especie de Darth Vader. Hay momentos que son un auténtico homenaje a Star Wars.
Un 6.
Nota: 6'5