'La caza' - Creíble pero falso
Dicen que los niños (y los borrachos) siempre dicen la verdad. No sé quien será quien lo dice... pero miente, al menos para mí y en base a lo de siempre, la experiencia personal de cada uno. O eso o mis sobrinos son tan excepcionales como lo era el Mark Bellison de 'Increíble pero falso'. Y es que no hay nada peor que la inocencia de un niño, la de quien aún no tiene por qué ser responsable o consciente de que las palabras las puede cargar el diablo. O más bien, y siendo más justos, que las palabras las puede cargar esa buena intención de los adultos que no siempre es tan buena como se pretende. Con o sin malicia da lo mismo, porque no se trata ni de buenos ni de malos... se trata de personas, y baste una sola palabra en el momento más inoportuno para cambiarlo todo. ¿Todo el mundo es inocente hasta que se demuestra lo contrario? ¡Ha, ha! como diría Nelson Muntz.
¿Cuantas veces se ha reafirmado el infortunio que supone confundirse de nombre en la cama o en el altar? Hay quien incluso lo ha vivido en sus carnes (Ross Geller por ejemplo), y lo cierto es que puede irritar lo que no tendría que ser más que una simple anécdota cuando es susceptible de ser algo más que una simple anécdota... para alguien. La fuerza de la palabra, más allá del "la pluma es mas fuerte que la espada" que tan bonito queda, no es tanto como el cuando o el dónde pueda ser dicha esa palabra, porque para el caso también tendríamos el "Patxi, ¿te has dado cuenta de que estamos hablando cuando podríamos estar resolviendo esto a ostias?". Sea como fuere, y un recurso empleado en el mundo audiovisual hasta la saciedad (especialmente en televisión), es el uso de verdades o frases a medias para hacerse los interesantes que oídas por terceros fuera de contexto dan lugar a toda clase de malentendidos, y con ello darle brillo a que "la suposición es la madre de todos los errores". Pero claro, ¿quién puede resistirse a la imagen de un niño/a con ojitos de cordero degollado...?
En un momento de despecho una niña acusa de haber hecho algo "impropio" a Lucas, interpretado por un excelente Mads Mikkelsen al que con esa cara no obstante cuesta verle como el "bueno". No es ni una media verdad ni una frase fuera de contexto, ni tan siquiera en realidad una acusación como tal... y evidentemente, tampoco hay pruebas de lo que desde un principio sabemos es una mentira ingenua desprovista de conciencia. Da igual. Es tal el efecto "bola de nieve" que esa inocencia infantil en manos de los adultos transforma la vida de Lucas, que no sabe ni por donde le vienen, en un infierno. Bueno, salvo el espectador en su privilegiada posición de voyeur en realidad nadie sabe nada aunque todos actúen como si supieran todo, una de las múltiples y posibles reflexiones de un filme que admite tantas y tantas posibles lecturas... que ahí las voy a dejar, al gusto del consumidor y a descubrir por cada cual. Porque hay tanto para rascar que una vez telegrafiado su trayectoria merece más la pena descubrir sus paradas por uno mismo, a ser posible en buena compañía para así alimentar un interesante debate post-visionado al son de una cerveza bien fría.
Y no es que me quiera salir por la tangente y ahorrarme unas cuantas líneas, no. Es que 'La caza' funciona tan bien a nivel intelectual -aunque no tanto en el plano emocional- como un sencillo y claro escaparate de la miseria humana más indómita, que lo mejor es dejar que las reacciones y reflexiones broten de cada cual con naturalidad. En parte ahí está la gracia, como la gracia de 'Amor' estaba en verla... porque si la pluma es más fuerte que la espada también una imagen vale más que mil palabras, y al igual que con el filme de Haneke su escueto hilo argumental con la experiencia da para más de lo que se hace saber de oídas. Con Thomas Vinterberg tras las cámaras se hace patente que no se trata de un filme que pretenda vivir del impacto, el entretenimiento gratuito o el sensacionalismo de telediario, no, lo que tampoco quiere quiere decir que sea un filme complicado o difícil de ver... si acaso demasiado racional, distante y tal vez poco emotivo que, al fin y al cabo, recordemos que viene de muy al norte del norte. Pero sobre todo esta carne de cañón de sobremesa es un filme incómodo, siendo esa la palabra clave. Incómodo. Más aún cuando al igual que la vida misma su resultado final es... ¿amoral?
'La caza' es un filme que básicamente trata sobre personas, una producción realmente inquietante por cuanto sugiere, y que aunque se apoya en los estándares de un género tan de sobremesa evita realzar los lugares comunes -omitiendo por ejemplo la presencia policial en todo momento-. Su dramatismo, que destila cinismo y crudeza a partes iguales, se muestra delante del espectador con tanta naturalidad que a este no le queda otra que afrontar sus propios pensamientos. 'La caza' no es tanto una gran película como un muy buen instrumento de tortura psicológica para el bienintencionado espectador, quién con pausa y mesura -tal vez demasiada- atiende con incomodidad al escarnio de un inocente. Esa incomodidad es precisamente la gran mentira que hacen de 'La caza' una gran verdad, la gran verdad que se esconde detrás de la fragilidad moral del ser humano, tan voluble como profundamente fortuita e interesada. "Y es que no hay nada peor que la inocencia de un niño, la de quien aún no tiene por qué ser responsable o consciente de que las palabras las puede cargar el diablo", decía al principio. Mentira, no hay nada peor que la falsa inocencia de un adulto, aquel al que en teoría le corresponde ser responsable y consciente... y quién esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Nota: 7.5
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Yo tengo como ya comenté otra lectura
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