Tengo que admitir que me cuesta criticar a Tony Scott, casi tanto como disimular mi aprecio por su trabajo. Y es que aunque se podrían decir muchas cosas de él y de su particular estilo narrativo, y no todas necesariamente buenas, sólo sea por lo difícil que me resulta encontrar en sus películas resquicio alguno para que aflore el aburrimiento que criticarle me parece un acto tremendamente insensato y desagradecido. Si bien películas como 'Top Gun', 'El último boy scout', 'Fanático', 'Enemigo público', 'Spy Game', 'Déjà vu' o 'Asalto al tren Pelham 123' puede que no sean meritorias de ser impresas con letras de plata en ninguna antología puramente cinéfila, un servidor se lo pasa en grande con cualquiera de ellas y prefiere revisionarlas una y otra vez a intentar mantenerse despierto ante cualquier joya de arte y ensayo iraní, por decir algo, pues cumplen a la perfección aquello para lo que han sido concebidas que, casualidades de la vida, no es precisamente para ser impresas con letras de plata en ninguna antología puramente cinéfila, cosa que por otro lado sí que podrían merecer sus mejores trabajos, dícese de 'Amor a quemarropa', 'Marea Roja' o 'El fuego de la venganza'.
Tres segundos es más que suficiente para saber cuál es una película de Tony Scott, quien sin duda es uno de los grandes artistas de Hollywood, y entiéndase "artista de Hollywood" como aquel que dentro de la industria y de su impersonal modelo de fabricación en serie ha sabido hacer valer casi cualquier producción suya mientras, de paso, se forjaba un nombre propio gracias a un sello inconfundible, algo que incluso le podría otorgar la categoría de "autor" si no fuera por los prejuicios en torno a la comercialidad evidente de sus largometrajes. Este es un detalle importante porque, aunque Hollywood sea quien pague las facturas, la rúbrica pertenece plenamente a Scott, quien hace y deshace a su manera y no al revés, y que como no podía ser de otra forma, jamás se lo perdonaríamos, se mantiene fiel a sí mismo con 'Imparable' donde vuelve a demostrar que él, junto a Michael Bay, es único a la hora visualizar con suma eficacia, entusiasmo y energía un dinámico y estilizado pasatiempo que por encima de cualquier otra consideración antepone una puesta en escena abrumadora, intensa e impactante.Tony Scott ni tiene un pelo de tonto ni a estas alturas se va a plantear un cambio de registro. Conoce la causa a la que sirve, sabe lo que tiene entre manos, y comprende perfectamente cómo y qué hacer para que funcione. Y no sólo hablamos de su dominio de la puesta en escena, sino también de su economía narrativa. En 'Imparable' tenemos a los personajes perfectamente definidos en apenas cinco minutos, tanto al tren como a los protagonistas sobre las vías a los diez, y el conflicto expuesto a los quince, mientras que todo lo demás se resuelve antes de unos frenéticos cien minutos. Entre medias, unos cuantos convencionalismos, personajes unidimensionales, helicópteros a gogó, diálogos de andar por casa, simpleza moral arquetípica y maniquea, y las visitas de rigor a los numerosos lugares comunes del género, todo ello retratado sin sutileza alguna pero, eso sí, con el pragmatismo de un artesano del entretenimiento que lo muestra todo de forma concisa y telegráfica, siempre aportando algo que mueva la historia hacia delante con energía y decisión, y lo que es más importante, intercalando todo entre medias de unos cuantos set pieces impresionantes repletos de tensión que culminan con un clímax de los que justifican una entrada de cine. En resumen, si tuviéramos que vender la idea no nos quedaría otra que decir que "es algo así como 'Speed' sobre raíles", salvando alguna que otra distancia pero de resultados similares.
Para orquestar su enésima y apabullante orgía visual Scott, al que muchos consideran el hermano tonto de Ridley a pesar de que su cine es muchísimo más regular y consecuente, vuelve a contar con algunos de sus colaboradores habituales como el montador Chris Lebenzon, un veterano con la experiencia necesaria para enfrentarse a los kilómetros de celuloide que gasta Scott en los rodajes, o el compositor Harry Gregson-Williams, quien a su manera orquesta otra orgía sonora constante y anárquica muy acorde desde luego con las imágenes sin mesura de la cámara de Scott. Otro que repite evidentemente es Denzel Washington, a quien no vamos a descubrir ahora, toda una garantía que con su sola presencia ya dignifica cualquier producción y que reincide con su solvencia y carisma habitual en su personaje predilecto de héroe a su pesar recio y ejemplar. Por su parte Chris Pine aguanta con entereza tanto a su personaje como al cara a cara con Denzel, Rosario Dawson cumple con la suficiencia de quien se sabe con aptitudes mayores pero que no pretende sino pasárselo en grande, y el resto del reparto hace lo que puede sin que el nivel de exigencia requiera de ningún logro mayor que apretar los dientes al paso del tren protagonista, un "misil del tamaño del edificio Chrysler" que podría recordar al camión anónimo de 'El diablo sobre ruedas' sino fuera porque el destino se empeña en llevarlo sobre raíles o, precisamente por eso, porque el destino es tan caprichoso que quería una vía de tren cuyo tramo más peligroso sobrevolase una ciudad tan grande como Zaragoza...
Por mucho que el 'Basada en hechos reales' aparezca en sus créditos no quepa duda que, lejos de ser un retrato humanista o dramático de un suceso real, poco más que la idea se aprovecha para servir de fundamento a uno de esos grandes espectáculos del que tal vez no podamos hablar maravillas, pero que tienen la habilidad de lograr evadirnos por completo de cualquier realidad haciéndonos creer, de paso, que cualquiera puede ser un héroe. En 'Imparable' no hay más de lo que reluce y no hay menos de lo que promete, tan sólo lo justo y necesario para lograr su objetivo que no es otro que entretener, entretener y entretener en una frenética carrera contrareloj donde en pantalla siempre hay algo en movimiento para dar forma al concepto de road movie de acción, una nueva demostración del gusto por el exceso del cine de un Tony Scott quien a estas alturas sería capaz de coreografiar cualquier sinfonía de acción con los ojos cerrados y el piloto automático encendido, donde baste con que lo único verdaderamente "imparable" sea la cámara.
Nota:
6.8
por Juan Pairet Iglesias
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