El que sea un chiste tan fácil no le quita valor a su oportunismo. Y es que 'Frozen, el reino del hielo' es un filme que deja frío... que no congelado, matiz semántico importante para no confundir tampoco las estalactitas con las estalagmitas. Al menos en lo que a un servidor se refiere, quien sabe si una excepción que ve un paso atrás en la carrera de un Walt Disney Animation Studios que, tras la re-estructuración de la división con el fin de producir exclusivamente películas de animación por ordenador, el año pasado presentó su mejor cara con la muy solvente '¡Rompe Ralph!'. Paso atrás para unos, no tanto para otros a los que muy posiblemente mi opinión les resbale.

Al principio no pensaba optar a escribir nada sobre 'Frozen, el reino del hielo'... en parte porque intuyo que formaré parte de la inmensa minoría; en parte porque no estoy seguro de expresar lo que quiero expresar de manera apropiada; en parte porque albergo una serie de prejuicios que maniatan mis sensaciones; y en parte porque el resultado me ha dejado tan frío que no me resultaba estimulante escribir ya fuera para mal o bien. Pero de igual manera que cualquier voto cuenta cualquier opinión también puede contar, que de todo puede y tiene que haber. Así y después de una conversación con un compañero me "calenté", y aunque sólo fuera por fastidiarle (si es que le fastidia...) me he animado a escribir estas mismas palabras en las que me voy a permitir abusar del yo como argumento. Porque yo lo valgo, y porque al fin y al cabo toda opinión es de un yo. Más que "frío" 'Frozen, el reino del hielo' no me produce "ni frío ni calor": No es una mala película, ni mucho menos, pero a mi yo no le provoca un entusiasmo digno de aquello.

Disney pretende recuperar parte de esa esencia de los años 90, algo que consigue en parte, y sólo en parte, de la misma manera que logró con una 'Enredados' que a un servidor, qué casualidad, tampoco le hizo particular ilusión. Y ahí es en parte dónde entra el yo en juego, el de quién nunca sintió un especial apego -salvo excepciones como 'Aladdin'- por aquellos filmes de los 90 con los que muchos crecieron, ya fueran pequeños o no tan pequeños, sin por ello menospreciar sus bondades... como tampoco pretendo hacer con las de 'Frozen, el reino del hielo', cuyo muñeco de nieve de por sí justifica la entrada de cara a los más pequeños. La irrupción del ordenador a mediados de los 90 cambio la naturaleza del cine animado mass media por completo, siendo los dos apuntes más significativos que desde entonces ni tenía por qué ser para niños ni tenía por qué doparse con canciones. Y bueno, también que de pronto la animación "tradicional" dejo de ser para niños y paso a ser, directamente, para abuelos.

Disney parece que ya ha arrojado la toalla tras el fallido intento de 'Tiana y el sapo', más no por ello deja de intentar recuperar ese brillo con los pixeles en vez de con los lápices, intento en el que se enmarca esta 'Frozen, el reino del hielo'. Y en ese sentido es en donde la cinta deja frío, de forma metafórica, en cuanto a su intento por hacer un cine "como el de antes" con las herramientas "del ahora" queda en un punto intermedio. Apreciable en gran medida y entretenida en todo momento, pero dicho sea sin remilgos, sin la personalidad que era capaz de aportar el trazo de títulos como 'La bella y la bestia' o 'El rey león'. Puede ser una mera cuestión de educación, absurda o no, como lo puede ser de costumbres, progresistas o no, pero también cuenta que por lo general los musicales animados siempre me han tendido hacia el aburrimiento, el yo de nuevo, permitiendo que mi cabeza se evada en cuanto se ponen a cantar... o lo que es lo mismo, a desconectar de lo que allí se supone que se cuenta, salvo, repetimos, ocasiones dignas de un Emperador (y de sus locuras).

¿Y qué es lo que se cuenta en 'Frozen, el reino del hielo'? Una historia que en su empeño por resultar ágil no deja margen para que nazca en ella un corazón que en última estancia es helado: El del clásico, ligero y sencillo entretenimiento que se digiere con enorme facilidad y que, apoyado en los habituales recursos del género, tan efectivos como esquivos, deja un buen gusto en un paladar que no obstante lo olvidará en cuento toque echarle mano al siguiente product placement de la semana. Al más puro estilo Disney, tal vez, pero sin ese "charme" que la animación tradicional sabía aportar... si bien no sólo por la técnica, también por el mimo que parecía existir en cada detalle, y en donde la personalidad de la casa, sin competencia que le hiciera sombra, se reafirmaba a cada nueva producción a diferencia de un ahora en donde, con la competencia apretando nuevas reglas, el resultado parece ligeramente corrompido por las circunstancias de quien no deja de ser un rey destronado obligado a codearse, de tú a tú, con los que antes miraba por encima del hombro.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex