Hace ya bastantes años desde el conocido momento en el que, durante la inauguración del Mundial de 1998, escuchábamos a Matías Prats enfurruñado ante un fallo de realización gracias al habitual "olvido" de cerrar su micrófono. Olvidos fortuitos que a lo largo de la historia nos han ido regalado frases míticas con las que dar de comer al anecdotario popular como el "manda huevos" de Trillo, el mítico "¿Pero por qué no te callas?" de ya sabemos todos quién a quién, y el mismo "Pero, ¡¿esto qué es?!" pronunciado por Prats, momentos muy conocidos y carne de cañón de dailymotiones y similares.

Y el "Pero, ¡¿esto qué es?!" viene a pelo para hablar de 'E.S.O.', un "ente" cuyo título sin el empleo de la coletilla define perfectamente lo que es, ya que estamos ante un "eso". Porque llamar película a esto puede suponer desprestigiar el término y, de paso, insultar con ello a películas consideradas como tal por méritos propios, mejor abstenerse de calificarla de dicha manera, pues el despropósito de este "Ente" es tal que hasta uno duda de que tras su realización se esconda valor cinematográfico alguno. Dicho tal cual, con casi toda certeza estamos ante una de las peores películas estrenadas en la cartelera española en muuuucho tiempo, filmografía de Uwe Boll incluída, la cual a su lado parece digna de ser impartida en algún aula de realización de nivel superior. Y es que un servidor hacía mucho tiempo que no veía una película tan... no sé, porque 'E.S.O.' en realidad no es que sea mala, sino malísima. Y cualquier cosa que pueda decir sobre ella se quedaría corta, ya que la realidad es aún mucho peor de lo que cualquier palabra recogida por la Real Academia de la Lengua en su librito es capaz de expresar. Un despropósito de proporciones épicas en el que no hay absolutamente nada que salvar, ni un sólo elemento que podamos considerar al menos mínimamente digno de merecerse meter "el gol de la honrilla", y lo es hasta tal punto que uno se plantea directamente si el film no es una simple excusa para pillar tajada de las subvenciones pues cuesta creer que, voluntariamente, alguien sea capaz de parir y, lo que es peor, reconocer, la creación de una película tan nefasta.

Y es que la proyección de la cinta deviene en una continua tortura, como si fuera una prueba diseñada por Jigsaw para poner a prueba la integridad mental de un crítico cortado a patrón con su indolente soberbia, al menos que uno recapacite, se de cuenta a tiempo de dónde se ha metido y se lo tome tan a la ligera como su persona sea capaz de asumir. Y es que visto con sentido del humor, haciéndonos eco del dicho "Al mal tiempo buena cara", este "Ente" puede proporcionar una sobrecarga de carcajadas si uno tiene a bien tomárselo, especialmente en su tramo final, aunque sea a costa de desvirtuar por completo lo que está impreso en el celuloide.... o casi mejor así, pues es tan ignominioso (palabra que admito haber buscado en el diccionario - léase, que causa ignominia) que cualquier otra alternativa convierte la experiencia en un calvario mayor que el de Cristo con la cruz versión Mel Gibson.

A principios del siglo pasado y con el cinematógrafo apenas recién creado por los Hermanos Lumière, si alguien hubiese visto 'E.S.O.' la historia del cine habría llegado a su fin en aquel instante. Si su cartel reza "No querrás volver a clase" una vez vista este parece que se reformula a "No querrás volver al cine". Que me perdonen, pero pagar por ver esto debería estar tipificado como delito, o al menos el pagar sin saber por lo que se está pagando. Y es que a mala pocas le ganan, y a bote pronto tan sólo recuerdo una: una cinta que durante un preestreno con gente de la calle, lo que viene a ser gente normal y corriente llevada al cine gratis, y con el director presente, fue capaz de vaciar media sala principal del cine Capitol en apenas 30 minutos (cuando yo hice lo propio) y ante las risotadas de los acomodadores que decían no haber visto nunca nada igual... en fin, que si alguien estuvo presente ya sabe a qué película me refiero, y quien no, pues casi mejor, así no tendrá la desgracia de vivir con ello a sus espaldas hasta el fin de sus días.

Cuando ahora oiga a alquien quejarse de la ESO lo entenderé mejor que nunca...

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por Juan Pairet Iglesias