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'El impostor': El refugio -casi- perfecto

Vía El Séptimo Arte por 10 de mayo de 2013

El mundo es como nosotros queremos que sea. Con las debidas dosis de convicción y buen hacer en las artes escénicas, podemos deformarlo a nuestro antojo; moldearlo hasta que éste haya adquirido la imagen que más nos plazca. Porqué resulta que ahora todo es demostrable. O al contrario, todo es rebatible... y demuestre usted que me equivoco. ¿La lengua que hablan algunos habitantes de la franja aragonesa es el catalán? No. Mentira. Es el lapao (sin comentarios...). Entonces, lo que se habla en, pongamos, Ecuador, ¿es el lepao? No. Mentira. Es el español (coño). Porqué a unos les gusta más así. Porqué toca. Y porqué todo lo demás es mentira. Lo mismo sucede con los sobres, con los sobresueldos y la bochornosa incomparecencia ante casos imperdonables de negligencia: no pasa nada. Repita estas tres palabras las veces que haga falta. No pasa nada. Porqué si se siente incómodo, recuerde: todo lo que pueda usarse en su contra, si lo desea, también es mentira.

Con ese gran engaño que es el cine, sucede más o menos lo mismo. Especialmente con el formato documental, al que muy desafortunadamente se le puso la etiqueta de ''no-ficción''. 'El impostor' es precisamente una de estas propuestas que da sentido a aquel tópico tan odioso. ¿La realidad supera a la ficción? Lo hace. Y a veces, le da una paliza tremenda. El debut de Bart Layton es una de estas películas que exigen a su audiencia, como ya hiciera la similar y aquí ahora mismo muy comentada -por fin- título 'Catfish' un grado elevadísimo de credulidad. Porqué no importa cuántas veces Henry Joost y Ariel Schulman juraran que la historia descrita en su ópera prima era cierta... es más, cuanto más trataban de convencernos, más sospechoso parecía todo (lo cual, en absoluto, le quita encanto a una de las propuestas más imprescindibles de los últimos años). En el caso que ahora nos concierne, la lucha entre realidad y ficción (es decir, entre verdad y mentira, que no tienen por qué corresponderse con los dos elementos ahora citados) vuelve a estar servida.

Empieza el relato y uno no puede dar crédito a lo que está pasando. La historia resumida: un chaval de trece años desaparece, sin dejar rastro, de su hogar en San Antonio, Texas. Tres años después, y sin que ninguna investigación consiguiera la menor pista al respecto, el mismo niño aparece en... España. Podría ser, ¿por qué no? Casos más extraños de abducción se han dado. El problema está en que, a medida que va avanzando la narración (a través de las entrevistas de los personajes implicados, y de magníficas recreaciones que simulan la ficción noir más auténtica) Layton filma la verdad como el engaño que realmente es y de paso nos va envolviendo de forma magistral en una historia que ha cambiado lo anecdóticamente ''raro'' por lo escalofriante; lo terrorífico. Los pelos se ponen de punta ante este caso real de identidades robadas, no sólo por lo que nos cuenta, sino también por lo bien empaquetada que se nos presenta.

Imposible dejar de escuchar; imposible borrar (al menos a corto plazo) el poso que deja esta american crime story que parece surgida de la mente del mejor guionista. Mientras esta brillante reflexión sobre la naturaleza del engaño va calando dentro del espectador, no hay opción para salir de este oscuro embrujo... solo puede anotarse bien en la agenda el nombre de este genio en potencia llamado Bart Layton. Suya es una de las películas más perturbadoras de los últimos años. Porqué es ésta fruto de horas (días, semanas, meses...) de investigación, porqué demuestra un dominio apabullante de los no pocos géneros que toca... pero sobre todo porqué se erige en espeluznante y muy ilustrador centinela de unos tiempos inciertos donde la impostura puede llegar a ser el mejor de los refugios. Unos tiempos en los que incluso los pilares a priori más sólidos se hunden por una duda más que razonable que lo impregna todo. Ya no hay seguridad porqué todo es una gran mentira. No hay nada más cierto que esto.

Nota: 7,4 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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