'El cielo es real': La duda
Hay dos clases distintas de películas que podamos dar por buenas: las que alcanzan a serlo digamos que por razones artísticas, y las que lo hacen digamos que por una cuestión de mero pragmatismo. 'El cielo es real' es de esta segunda clase de películas, una ejemplar y modélica producción que cumple de sobra para con sus propias expectativas, lo que siempre hay que tener en cuenta. Y estas son, antes que sacar brillo a algún valor artístico para su propio regocijo, ponerse al servicio de un espectador adulto al cual no le costará esfuerzo, es la clave, dejarse llevar por el principal y más peligroso talón de Aquiles de cualquier persona, esa misma duda que enfrentaba a la hermana Aloysius Beauvier con el padre Brendan Flynn.
Reducir 'El cielo es real' a la consideración (usualmente) despectiva de cine religioso seria como reducir 'La vida de Adele' a la consideración (usualmente) despectiva de cine porno. Depende principalmente de los prejuicios y la predisposición de cada uno, así como de lo honrado y abierto que se sea a la hora de aceptar otras realidades que no siempre tienen por qué coincidir con tú ideario como persona. O como cuando uno puede disfrutar de una cinta como '42' aunque no le encuentre especial interés al béisbol, en parte porque el béisbol era el fondo sobre el que se desarrollaba un drama racial. Pues con 'El cielo es real' viene a ocurrir algo parecido cambiando los Dodgers de Brooklyn por la iglesia metodista. Y el ejemplo de '42' no es casual, pues 'El cielo es real' comparte algunas de las principales características y ambiciones de dicho filme; más bien de dicha clase de filmes que tanto arraigo tienen en Estados Unidos, sobra decir, en quiénes más piensan a la hora de producir una película. La más relevante, su eficacia narrativa; la más irrelevante, su abstención artística. 'El cielo es real' no pretende más que contar de forma humilde pero eficaz una historia que, por las condiciones de la misma, se inmiscuye en el terreno de lo divino... o no, que ahí es dónde precisamente está la gracia, de igual modo que la gracia de 'Contact' estaba en saber sí Eleanor Arroway había viajado a Vega antes que en quemarla por herejía. 'El cielo es real' sigue de manera meticulosa la historia que el propio Todd Burpo recogió, con ayuda de la periodista Lynn Vincent, en un libro que al igual que la película admite que la única creencia universal son las matemáticas, y que todo lo demás está sujeto a la duda, la interpretación, la experiencia vital, el dolor o el amor. Y es ahí en donde 'El cielo es real' adquiere su credibilidad como vehículo industrialmente astuto, en narrar de forma amena, distendida y concisa la historia de una duda desde un punto de vista humano, que no ideológico: el de una persona al que las circunstancias de pronto le hacen dudar no ya de sus creencias, sino del mundo que le rodea. 'El cielo es real' entraría en la categoría del relato "convencional pero inspirador" antes que en la del "adoctrinamiento moral" que se podría llegar a temer, la misma en la que el propio Randall Wallace ya se movió con igual acierto y eficacia en 'Secretariat'. La idea para el caso es la misma, la complacencia emotiva de un público adulto al que se le ofrece un relato formalmente respetuoso y moralmente educado de fácil digestión, irrelevante y prescindible en la medida que resulta satisfactorio y sobradamente competente mientras dura, y que además cuenta con la garantía de tener en sus filas con un Greg Kinnear tan solvente, carismático y creíble como en él es costumbre.Nota: 6,5
Por Juan Pairet Iglesias
Ni siente ni padece. Nota: 5,5.