Tu país está bien jodido. Con la mierda hasta el cuello. Como siempre, el riesgo de ahogamiento sólo amenaza a los pringados como tú, aquellos olvidados por la clase gobernante. A los miembros de ésta última las cosas sí les van bien. Muy bien. Ni una mancha ha llegado a sus carísimos y muy elegantes trajes. Nada ni nadie puede tocarles... hasta que se alinean los astros y finalmente alguien les saca del trono... sólo para que otro totalmente idéntico ocupe su lugar. Por los siglos de los siglos... Afortunadamente, los banqueros que mandan en la unión de países donde vives, todavía no se han cargado una de las principales razones para seguir viviendo en ella. Afortunadamente,
la libre movilidad de capital humano (''capital humano''... así hablan) sigue siendo una realidad. Hablamos, por supuesto, de la
inmigración en el seno de la Unión Europea, ese paraíso de la justicia social donde al menos hacer las maletas y poner pies en polvorosa sigue siendo una necesidad fácil de llevarse a cabo.
La familia Ribeiro, por ejemplo, abandonó su amado Portugal hace ya mucho tiempo. Treinta años, para ser más exactos, han pasado ya desde que pusieron rumbo a Francia sin dejar nada atrás. Por aquel entonces el pueblo luso todavía no había entrado en la mencionada Unión Europea, la misma que por cierto seguía siendo una promesa de lo más tentadora. Ahora la situación ha cambiado.
El desengaño invade cada nivel de la vida cotidiana y la gente sigue huyendo de la miseria. Incluso en el antaño país de acogida. Pero incluso en estas circunstancias de -insoportable- penuria prolongada, a los Ribeiro el destino parece haberles querido dar una tregua. Es más, parece haberles ofrecido la mejor de las sonrisas. De un día para otro, recibirán una noticia que, en principio (siempre ''en principio'') hará que todo cambie para mejor. De repente, ya no tendrán que preocuparse nunca jamás por la (micro)economía. Por si fuera poco, en un abrir y cerrar de ojos se han convertido en los legítimos propietarios de algo que ni en sus más dulces sueños habían logrado ver: una señora finca en su tierra natal con hectáreas de campo y viñedos de sobra.
Llegados a este punto, y siempre que la Unión Europea siga permitiéndolo, las puertas del esperadísimo regreso se abren de par en par... todo listo para abandonar la humillante vida de París y disfrutar por fin de la tranquilidad y dignidad que tanto tiempo lleva escapándoseles.
''Pero... Pero... '' En esta tan extraña (y humana) tesitura se sitúa el actor Ruben Alves para firmar su primer largometraje como guionista y director. 'La jaula dorada' es la historia de un posible retorno que a la vez sirve para ilustrar mucho más. Momento ideal para empaparnos un poco de sabiduría popular, porque resulta que
''Quien mucho abarca poco aprieta'', porque de lo que se trata aquí no es sólo de seguir las -intrascendentes- aventurillas de los Ribeiro, sino más bien de ver qué relación tienen (y cómo evoluciona ésta) con el entorno en el que se han visto obligados a vivir / crecer. No sólo se trata la inmigración, sino también las siempre
tensas relaciones entre la clase obrera y la privilegiada, lo intrincados que pueden llegar a ser los lazos afectivos... además de otros temas que orbitan alrededor de éstos últimos, como el sentimiento de pertenencia a una familia y/o una tierra.
Puede que las cartas dispuestas sobre la mesa pronostiquen el enésimo drama social con ánimos didáctico-moralizantes. ''Mire usted, a la pobre gente que se ve obligada a abandonar su país de origen y a venir aquí hay que tratarla ASÍ.'' ó ''Trate de comprenderlo, por favor, no es que sean una panda de maleducados, es que sus costumbres son diferentes.'' ó ''Sí, ya sé que huelen mal, pero piense que con lo poco que USTED les paga a final de mes, apenas pueden costearse unos pocos gramos de ese embriagador jabón de Marsella que tanto le gusta.''
El riesgo a caer en los discursos de siempre es más que latente... el de acudir a las mismas fórmulas de la comedieta de domingo por la tarde, también. Al fin y al cabo, y a pesar de lo que la sinopsis pueda sugerir,
'La jaula dorada' son noventa minutos de ligereza fílmica que, a pesar de adentrarse en terrenos muy pantanosos, no le desea mal a nadie, es más, parece que lo único que pretenda sea estar a buenas con todo el mundo. ¿Alguien dijo Feel-Good Movie? Técnicamente no, pero no andaríamos demasiado desencaminados.
Ruben Alves, francés de ascendencia portuguesa que dedica ésta su ópera prima a sus padres, se encomienda a ese buen saber hacer inherente en la cinematografía gala... y pone el piloto automático. Y tiene su mérito, porque no todo el mundo saldría vivo de la experiencia... habiendo hecho tan poco.
Cine francés de estar por casa; cine de mínimos que aun así -casi- siempre llega a la línea de meta. Cine, en definitiva, que puede permitirse el lujo, a pesar de todas sus carencias, de seguir viviendo en su propia ''jaula dorada''. Ahí está su encanto... ahí está lo que al fin y al cabo nos hace tanta rabia de él. La envidia... funciona así. De acuerdo, las situaciones que deberían despertar las (son)risas en el espectador las hemos visto infinitas veces antes (rodadas con la misma tonalidad fotográfica, desde el mismo ángulo, etc.); de acuerdo,
los personajes están más desdibujados que las cejas de Joaquim de Almeida... pero a veces a uno le basta con una mueca (de manual) y con un chiste con mala ostia poco ofensiva para seguir exprimiendo la inagotable fruta de las nacionalidades enfrentadas (entra en esta categoría, por supuesto, el choque entre ricos y pobres). Es la
enésima sucesión de tópicos no-excesivamente-dañinos que a nadie molesta y que eventualmente puede desembocar en algo remotamente parecido al entretenimiento. ¿Excesivamente caricaturizado? ¿Falso? ¿Con un desprecio absoluto por el riesgo? Sí a todo...
y aun así, simpático y, sobretodo, exageradamente fácil de digerir. Puede que la(s) temática(s) exigiera(n) un tratamiento más riguroso (y nadie está hablando de abandonar la comedia, ojo)... pero, ¿qué diablos? ¿A qué aficionado del fútbol no le gustaría que el mismísimo Pauleta se plantara, sin venir a cuento, en el jardín de su casa? Pues no pregunte...
Nota:
5 / 10
por Víctor Esquirol Molinas