'El año más violento' - El crudo es nuestro
En la calle, hace un frío infernal. Se ve en el cielo, permanentemente encapotado; en la nieve, que ha cuajado y que se acumula a ambos lados del asfalto. Se percibe en los rostros de quienes se ven obligados a abandonar la comodidad del hogar por esa condena atávica consistente en ganarse el pan con el sudor de la frente. Con la sangre, si hace falta, también. La propia o la ajena, según las necesidades del momento. Hoy, tanto a él como a ella les ha tocado salir. Los negocios mandan, y éste no es momento para relajarse. Antes de entrar en materia, una breve mirada al paisaje urbano. Estamos en Nueva York, y el skyline está presidido, obviamente, por las Torres Gemelas. Es el año 1981, y el mundo entero anda sediento de petróleo. Las recientes crisis diplomáticas registradas en el Golfo Pérsico han propiciado una nueva escasez del negro elemento que a la postre se ha visto reflejada en un aumento desorbitado del precio del barril de crudo.
Éste se ha triplicado en apenas tres años. Como era de esperar, los mercados han entrado en pánico, llevándose con ellos la poca cordura que parecía conservar la gente. J.C. Chandor, quien firmara uno de los debuts más prometedores de los últimos años con 'Margin Call' (película que nos metía de lleno, y desde primerísima fila, en los momentos previos a esa crisis financiera feroz que todavía a día de hoy estamos sufriendo), pone en marcha la máquina del tiempo para demostrar aquello de que la historia, por mucho que nos duela (y debería) se repite. Las formas, por supuesto, puede que hayan cambiado, pero el contenido, al fin y al cabo, sigue siendo igual de violento. Y ahí nos plantamos. 1981, 'El año más violento', uno entre muchos otros, sólo que en éste, se están batiendo todos los récords en las tasas de criminalidad. En la calle, hace un frío infernal, y la nieve, que todo lo cubre, está a punto de mancharse de negro y rojo. La procedencia de dicha combinación es tan obvia como aterradoras las lecturas que se desprenden de un escenario que igualmente se repite.
En el centro de esta espiral diabólica, un superviviente, uno más en la de momento corta pero intensa carrera de Chandor. Un hombre a la cabeza de un negocio y de una familia (importante la relación) y rodeado de tiburones. El dilema, como casi siempre en la vida, está en el cómo se puede hacer frente a dichas amenazas. Si lo más sabio es derrotarlas o si, por el contrario, conviene más unirse a ellas... convirtiéndose uno, en definitiva, en una de ellas. Este dilema moral se convierte en el eje vertebrador de una película que bajo su apariencia de noir clásico, esconde el retrato de unos tiempos (modernos) ciertamente marcados por la violencia. El título no engaña, pero claro, no conviene olvidar que estas pulsiones tan primariamente hostiles pueden adquirir infinitos rostros y, claro, tonalidades. Antes de llegar a las manos (o a las armas, que esto es Estados Unidos), hay incontables maneras de atentar contra la integridad del otro.
Lo que haga falta cuando está en juego algo tan sagrado como lo ha sido siempre (y más en la Tierra de las Oportunidades) la propiedad privada. Intentando asegurar uno de estos pilares fundamentales (del éxito empresarial, del status social, de la felicidad...) un tal Abel Morales decide adentrarse, sin posible vuelta atrás, en las fauces de la economía más salvajemente liberalizada. Vuelve a sonar, de fondo, la música de aquella 'Margin Call' que ahora mismo no se sabe si es secuela o precuela del filme que ahora nos concierne. Eso sí, los ojos y la mente nos llevan a otros terrenos. Tonalidades apagadas, una banda sonora (estupenda composición de Alex Ebert) con cuerpo de réquiem, esa obsesión (tan elemental, por otra parte) de mezclar la familia con la turbiedad de los negocios (en este sentido, ¿existe una imagen más potente, sugerente y peligrosa que la de la mujer auditando las cuentas del negocio del marido?)... Tanto en apariencia como espíritu, parece que Chandor pretenda emular al mejor gran James Gray. Ni más ni menos, por si de ambición iba el asunto.
Lo que pasa es que en esta ocasión la perspectiva es mucho más amplia, para que más allá del plano estrictamente individual (que en ningún momento queda de lado, especialmente gracias a la labor de un reparto en el que sobresale, una vez más, un Oscar Isaac sencillamente imponente) tome mayor protagonismo aquello que más parece interesar al autor. De hecho, la mayor virtud de 'El año más violento' es bidimensional, pues se traduce en el perfecto dibujo de la escena (de las tablas, del atrezo...) a través de los actores que transitan por ella. Chandor no solo escribe y dirige un notable ejercicio de puro género (tan negro como el mismísimo objeto del deseo de la trama), sino que además se sirve de éste para crear un relato que bien podría considerarse como algo muy cercano a un -oscuro- mito fundacional contemporáneo. Así es como la historia adquiere tonos casi bíblicos, al convertirse su personaje central en una suerte de Job que será puesto constantemente a prueba. La pregunta: ¿La senda para conquistar el Sueño Americano es compatible con la del hombre recto? O si se prefiere: En un entorno marcado por la libre competencia más encarnizada, ¿queda sitio para los valores?
A lo largo de dos horas que van cocinándose a fuego lento (pero sin lugar a dudas, más y más intenso), 'El año más violento' ahonda en estas cuestiones. Con la gravedad y trascendencia (nada cargantes, cabe añadir) que éstas exigen. Lo hace desde las trincheras de la economía de las libertades convertida, por medio de la lógica más perversa, en una jungla cruel donde lo único seguro es que no hay lugar para los más débiles. World Trade Center aparte, Chandor mantiene la mirada (sobre el tablero y las piezas que lo pueblan), seguramente más de lo que le gustaría, y paraliza el contador del tiempo para mostrarnos, con aire melancólico y, desde luego, violento, un país que todavía acumula muchas materias por resolver. En este tan angustioso grueso de deberes, quedan subrayadas, en rojo y negro intensísimos, las obsesiones (el crecimiento, glotón donde los haya, impuesto por puro sistema) y miedos (el estancamiento) de siempre. Como si, efectivamente, la Historia se hubiera convertido en el más sangriento y aterrador de los bucles. Corría el año 1981... y cuando estalló definitivamente la burbuja de las subprime era 2008... y ahora estamos en 2015, aunque para afirmar esto último toque mirar varias veces el calendario.
Nota: 7 / 10
por Víctor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol
+1. Y además, tiene lecturas muy interesantes que pocas veces vemos en una película. De hecho pocas veces he visto el "hombre Vs. sistema" retratado con tanta sutileza apolítica.
Al igual que me pasó con 'Calvary', en esta película se habla de muchas cosas para el tiempo que dura.
Spoiler
Otro detalle que me encantó fue que Abel presume de no tener que haber sido un gangster para llegar a donde ha llegado. Sin embargo, él se ha forrado a costa de sus competidores prácticando la competencia desleal, por lo que no actúa como un gangster pero si que lleva prácticas empresariales marrulleras y negativas.
Spoiler
Genial tanto el personaje como la interpretación del ascendente Oscar Isaac que encaja a la perfección con el tono de la película y sobre el que recae el peso de la misma, un hombre íntegro y hecho así mismo dispuesto a lograr sus metas sin salirse del camino correcto ocurra lo que ocurra, bien acompañado además por Jessica Chastain en un papel secundario que para mi gusto se le queda pequeño.
¿Qué tiene que ver esta introducción con "A Most Violent Year"? Nada y todo. Nada porque no hay ni colegios, ni pandillas de niñas o niñas, ni piezas ni nada por el estilo que pueda encontrar semejanzas en la película. Todo porque es la definición perfecta de la misma; "A Most Violent Year" es una película microondas. El último trabajo de J.C Chandor, director de la interesante "Margin Call" y de la odisea marítima de Robert Redford que pasó sin pena ni gloria el año pasado, "Cuando Todo Está Perdido", enseña cacho, calienta al chico de colegio de turno (usted, un servidor, el espectador de al lado), pero sólo se queda en la intención de. No hay violencia, no hay maldad, no hay pulso ni temple narrativo, etc. Simplemente se desliza suave ante la levedad de un argumento lo suficientemente interesante como para no desesperar.
La sensación que queda, francamente, es de lástima, porque tenía mimbres de sobra para ser una producción seria y de nivel pero sobretodo distinguida, incluso, porqué no, con cierto aire de cine de autor (de culto es ya mucho pedir). Un ejemplo muy bueno de todo lo contrario a esta es "Trance", película que tiene la virtud de la buena memoria, es decir, que mejora en el tiempo como si fuera un buen vino. Ambas son películas de patrón muy parecido, con reparto interesante (esta mucho más que la de Boyle), dos directores buenos (uno mucho mejor que otro) y con una trama que no se antoja brillante pero sí entretenida y vistosa. El fallo llega en que una se recrea e incluso se permite lujos visuales y escenográficos para engatusar al espectador y si la otra lo hace resulta pedante y quizá hasta insultante.
No tienen culpa de esto ni Oscar Isaac ni Jessica Chastain. La segunda, por orden de menor a mayor aparición en pantalla, no se la puede considerar ni secundaria de lujo. Sale muy poco, o mejor dicho, es un personaje utilizado demasiado con mucha escasez, y eso tiene un doble efecto negativo; Por un lado, se pierde el talento y la calidad en pantalla de una de las mejores actrices de la actualidad. Por otro, este hecho merma mucho la evolución que sufre el personaje de Oscar Isaac, pues dicha evolución se ve condicionada y bastante por las decisiones que toma el personaje de Chastain. No están mal, pero desde luego no son dos papeles que se vayan a recordar el día que se les homenajee o se les recuerde, ni por el público ni seguramente por ellos mismos. No se trata de interpretación, sino de guión. No hay más. Demasiado hace Jessica marcándose una escena con Oyelowo (otro que está aseado y nada más) mostrando armas de femme fatale.
Pero si hay algo en donde "A Most Violent Year" funciona y muy bien. Y es en el hecho de querer transmitir un mensaje. La cinta es un dibujo bastante interesante de la cara turbia y oscura de cualquier negocio y, a la misma vez, un retrato magnífico, y aquí hay mucho que agradecer a Oscar Isaac, de que, como decía el personaje de Alonzo Harris (Denzel Washington) en la genial "Training Day"; "En este negocio debes tener algo sucio para que confíen en ti". No hay crecimiento ambicioso que sea legal, no hay bondad o buenos modales de los que no se aprovechen, no hay aguante ilimitado en la paciencia de un nombre de negocios, no hay honor entre ladrones. Es la "violencia" disfrazada de reuniones, clase, buenas palabras y trajes elegantes. No hay violencia, pero sí resulta violenta de entender.
That´s what I say.