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'Dictado': Erratas ortográficas

Vía El Séptimo Arte por 08 de marzo de 2012

Julia, tras quedarse huérfana en un terrible episodio hogareño, es acogida por Laura y Daniel, un amigo de la infancia de su padre. La pareja hacía tiempo que quería tener un hijo propio, pero antes las dificultades encontradas a lo largo del camino, ésta parece una solución ideal para ver realizados sueños de paternidad. Sin embargo, la presencia de la niña va haciendo que Daniel se sienta cada vez más desplazado. Su malestar aumenta si más cabe cuando empieza a sentir como amenazas algunas de las acciones y diálogos con la niña y a ver en ella las claves de un pasado terrorífico que había decidido enterrar.

Éramos unos críos y no sabíamos nada de la vida real, pero en el colegio, cuando se acercaba fin de mes, todos nos echábamos a temblar. ¿Había llegado la hora de pagar las facturas? Mucho peor, había llegado la hora de enfrentarse al boletín de notas que a la larga determinaría el sabor de las lágrimas (de alegría o de miedo frente a la más que posible bronca de los padres) vertidas una vez concluida la evaluación trimestral. Era el momento de empezar a preparar la defensa ante lo que sin lugar a dudas sería el enésimo capítulo de la mala apreciación de nuestro trabajo por parte del profesorado. Si quedaba tiempo, nunca estaba de más sacar la calculadora y empezar a planificar el mes siguiente, para mantener el buen nivel... o para intentar a toda costa remontar el vuelo.

En estas tareas de anticipación del futuro jugaban siempre un papel crucial un tipo de ejercicios que si sabían interpretarse correctamente, podían resultar de una gran ayuda. Los dictados, medidores por excelencia de la ortografía (uno de los eternos enemigos naturales de la juventud, mucho más ahora con internet y los móviles completamente instaurados en nuestras vidas), eran vistos con terror por la amplia mayoría de alumnos, pero en realidad podían ser uno de los mejores aliados de cara a conseguir el más que preciado aprobado a final de mes. Nos referimos por supuesto a los dictados que venían con la coletilla ''preparado'', aquellos en los que el buen estudiante, al igual que cualquier loro, se podía limitar a vomitar un texto aprendido y esperar a cambio una apetitosa recompensa.

Es como si el profesor de matemáticas nos anunciara que al día siguiente nos preguntaría cuál es la raíz cuadrada de nueve. ¿Sería necesario entender cómo funciona esta compleja operación? Para nada, simplemente se tendría que poner buena cara y decir bien alto: ''¡Más/menos tres!'' Del mismo modo, en el dictado preparado, cuando se escribía ''paisaje'', no era necesario saberse la regla de la terminación ''-aje'', solo se requería tener buena memoria y transcribir lo que ésta nos dijera. Punto final, y un bienvenido excelente en nuestro casillero. Como cuando un club de Champions recibe la visita de un equipo en zona de descenso: un triunfo casi asegurado -una vez más- a no ser que el control nos pillara por sorpresa.

Sorpresa y mucho desconcierto es el que se mostró en la 62ª Berlinale tras la presentación en sociedad de 'Dictado', único -e incomprensible- representante español en la pugna por el Oso de Oro. Tras el bochorno del visionado y una digestión ciertamente peleona, el cantadísimo pronóstico de que nuestro único representante no iba a comerse un rosco en tierras alemanas, dio paso a una conclusión: al irregular director Antonio Chavarrías (errático en sus inicios y más sólido en sus últimas películas) se le traba la lengua en el cine de género. Una lástima, sobre todo teniendo en cuenta el actual y más que bienvenido buen gusto por este tipo de cine en nuestro territorio.

Pero ya se sabe, en toda moda; en toda corriente, por mucha fuerza que tenga, hay patinazos. Ovejas negras, o faltas garrafales, si se prefiere, siendo el filme en cuestión una buena muestra de ello. La historia, mezcla de terror, thriller psicológico y reflexión sobre el peso del pasado, va bastante a rebufo de la más que correcta 'La huérfana', del barcelonés Jaume Collet-Serra, y es deudora en ciertos aspectos de el prodigioso debut de Juan Antonio Bayona, 'El orfanato' (¿qué tendrán los niños sin padres?). En ella se nos presenta a una pareja que, ante la imposibilidad de concebir un hijo propio, decide adoptar a la hija de un amigo recientemente fallecido en escalofriantes circunstancias (se repite la pregunta).

Ella (voluntariosa Bárbara Lennie) arde en deseos de tirar adelante este particular proyecto de familia... a él (horrible Juan Diego Botto) la idea no le hace ni pizca de gracia. ¿Por qué? Porque la mocosa de marras (Mágica Pérez, lo mejor del conjunto) resulta -o podría- ser la viva imagen de un fantasma (valga la paradoja) que el protagonista creía haber enterrado mucho tiempo atrás. Como ya sucediera con aquel otro gran bluf festivalero patrio titulado 'Intruders', estamos ante el triste caso de ver una por lo menos prometedora materia primera (el guión, se entiende) desastrosamente desaprovechada.

A las poco acertadas interpretaciones de la pareja protagonista, se le suma el agravio una dirección errática en todos los sentidos, que no sabe darle el tempo adecuado ni insuflar energía a un guión que tenía el gran atractivo de atreverse a introducir una muy interesante variante racional a la clásica historia de fantasmas. Esto se percibe y por supuesto se agradece, pero desgraciadamente queda enterrado en la incompetencia generalizada, que tiene su máxima expresión en un desenlace tan mal planificado como resuelto. La calificación final deja claro que se ha dejado escapar una ocasión dorada para sumar una buena nota. Es un una hoja repleta de tinta roja, con faltas que hacen daño a la vista, y en el que el paisaje terrorífico está escrito con ''g'', porque por lo visto, Chavarrías ni conoce ni se ha memorizado las reglas del juego.

Nota: 4 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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