... o al menos hasta el momento en el que recordamos donde nos hemos metido, somos plenamente conscientes de que por mucha carne que se le ponga al asunto poca chica vamos a ver (y eso que escenas de cama no le faltan), y toca reconvertir a ese tesoro que lo mismo juega contigo a la Wii que te echa un polvete -que al fin y al cabo ambos son susceptibles de ser considerados algún día deporte olímpico- en la joya de la corona, o lo que es lo mismo, en esa persona que transforma el privilegio del roce en un derecho. Como la vida misma, llámese 'Con derecho a roce' que llámese 'Sin compromiso', para el caso lo mismo es que lo mismo me es.
Comedia romántica. Hasta aquí y tan sólo con esto ya valdría sin tan siquiera hacerme falta meterle un "Jorobate Flanders" que sirva de relleno para transmitir una idea en torno a lo que ofrece 'Con derecho a roce', la enésima muestra de que dicho género le tiene tirria al séptimo arte. Y eso que esta no es de las peores, no... o bueno, tal vez precisamente por esto mismo es por lo que lo podemos asegurar, porque no es de las peores sino más bien lo contrario, una de las mejores... perdón, digo, una de las más decentes muestras que ha dado el género más o menos desde que Meg Ryan -¡qué tiempos aquellos!- desapareciera del mapa. ¿Acaso la comedia romántica no se merece también algún derecho? ¡No nos representa! grita el séptimo arte enfadado, y razón no le falta.Resulta increíble la cantidad de reflexiones, pensamientos y preguntas que se pueden llegar a acumularse en nuestra cabeza durante las dos horas de metraje, sí, dos horas, que dura una película tan simple y sencilla como 'Con derecho a roce' cuyo análisis exhaustivo no daría más de sí que el manual de un cepillo de dientes. Dejando de lado el hecho de que nunca es bueno que una película te deje tiempo libre para pensar en otras cosas durante su visionado, siempre intento darle sentido al propósito de dejarme a mano papel y bolígrafo para no perder detalle de los suculentos e interesantes pensamientos que cruzan por mi cabeza en esos instantes en los que uno, sólo ante la pantalla, se siente sumamente inteligente... pero para cuando me acuerdo e incluso lo hago, por lo general, al tratar de interpretar la siempre maravillosa caligrafía que me sale en los momentos de máxima tensión me siento como si hubiera escrito el guión de algo parecido a lo que parece ser se llama una comedia romántica. Y creo que todo esto lo explica muy bien... o puede que no.
Porque leo y releo las notas que tomé durante el visionado de esta cinta y la verdad es que la gran mayoría de mis reflexiones suenan tan estúpidas como lo aparentan ser no pocos instantes de la película, y como lo aparentan a su vez no menos instantes de la vida, y me planteo si en aquel entonces no fui demasiado exigente con la película. Porque ya han pasado varios días desde que tuve la oportunidad de ver la película y, haciendo uso de que aquel refrán que dice que "alguien vendrá, que bueno te hará", en perspectiva no hay mucho que podamos echarle en cara a 'Con derecho a roce' que no podamos interpretar como propio de un género que se ha ido pervirtiendo con los años gracias al beneplácito del público, el mismo que con una sola película española mala ya tiene excusa para ignorar a otras 100 pero que le ha consentido a Hollywood vendernos constantemente el mínimo común denominador con tan sólo mostrarnos la sonrisa de una estrella bajo la eterna promesa de la comedia. 'Cisne negro' tuvo a Mila Kunis y Natalie Portman como esforzadas protagonistas para ganarse un rinconcito que ambas por separado, una 'Con derecho a roce' y la otra 'Sin compromiso', han logrado casi lo menos que simplemente sonriendo y dejándose ver en ropa interior, lo que da lugar a una reflexión que debería prevalecer sobre cualquier otra y cuya formulación dejo a la voluntad de cada cual.
Si Will Gluck no demostró nada el año pasado con 'Rumores y mentiras' este año menos todavía; Justin Timberlake y Mila Kunis son guapos y saben sonreír; hay más canciones en 120 minutos de película que en la última edición de Rock in Rio; los secundarios, tengan o no tengan nombre, aportan su granito de arena desinteresadamente; tras el arranque, unos minutos de tanteo y una pizca de ingenio su argumento se dedica a rellenar, rellenar y rellenar; y al final después de darle muchas vueltas y por mucho dramilla barato que se le meta a nadie le importa nada más que el hecho de que el film acabe con el clásico "y comieron perdices" que irradia más felicidad que radiación la explosión de una central atómica. Vamos, más o menos lo de siempre, para quien guste. Con algo más de simpatía, tal vez, y algún que otro chiste realmente gracioso, que también se agradece. Pero en el fondo es más o menos lo mismo que cabe esperar, lo que no quita para que por esperado no deje de ser, dentro de su especie y cuanto menos, competente. Si, puede que el público sea estúpido, pero no menos estúpido es quien acusa al público de ser estúpido, aunque quizá no tanto como el estúpido que llama estúpido al estúpido, valga la redundancia. 'No habrá paz para los malditos' es en la sala de al lado, por cierto: eso es lo único que no suena estúpido, la verdad...
Nota:
5.5
Por Juan Pairet Iglesias