Hace tiempo que el inspector Santos Trinidad dejó atrás los buenos tiempos. El que llegara a ser uno de los mejores agentes de todo el cuerpo policial de España se ha abalanzado a una de miseria y decadencia. Una noche, volviendo completamente borracho a casa, se detiene en un club nocturno en el que se ve involucrado en un asesinato triple. Una vez pasado el éxtasis de la matanza, debe dar caza a un testigo superviviente que podría ser su perdición, al tiempo que intenta escapar del cerco cada vez más asfixiante que una juez y un ex compañero suyo van trazando a su alrededor.
Desde que hace ya casi una década rodara 'La caja 507', Enrique Urbizu dio un salto cualitativo que le situó en el selecto club de los directores españoles más preciados. El punto de inflexión en cuestión lo marcó una curiosa conjunción de ingredientes: un misterioso atraco y una intrincada trama de corrupción urbanística. El resultado no fue menos curioso, y notablemente meritorio, por ser éste imposible de pronosticar antes de su estreno. ¿Un thriller producido en España, hecho por españoles... y con marcado acento español? ¡Inconcebible! Ya se sabe, hay gente que usa mucho esta palabra, pero vistos los resultados, puede que no signifique lo que ellos creen que significa. Y es que no era la primera vez que sucedía y afortunadamente tampoco ha sido la última. Así debe ser, porque éste es un asunto en el que se nos tiene que refrescar la memoria muy a menudo. Demasiado.
De modo que algunos ya pueden ir tatuándoselo en la frente: el cine español de género no sólo existe, sino que además puede funcionar muy bien. Para más dudas, consultar por ejemplo a Daniel Monzón y su multi-premiada 'Celda 211', que se hizo con la aprobación total tanto por parte de la crítica como del público. Misión casi siempre imposible, al alcance de muy pocos. Una gloria similar conoció Urbizu, que ya sentó precedente en su carrera, y ahora, tras ocho años de descanso en lo que a largometrajes se refiere, vuelve a probar suerte con una apuesta similar a la de 'La caja 507', tanto en su estructura (dos líneas argumentales que surgen del mismo punto, se distancian ligeramente y terminan encontrándose) como en un tono oscuro que no obstante se ha visto sensiblemente potenciado en esta ocasión.
Una noche loca; desmadrada, marca el punto de partida de un descenso vertiginoso a los infiernos, en los que poco o nada tiene que ver la ciudad de Madrid, ya que, como en todo buen viaje de autodestrucción, el tormento se concentra en el interior de los personajes. En este caso, dentro de Santos Trinidad, cuyo nombre parece una broma pesada del destino. Ángel caído -en desgracia-, un halo de fatalidad siempre va con él, vaya donde vaya, bien porque éste le persigue, bien porque lo busca. Entre borracheras causadas por cubatas cada vez más cargados y maldiciones varias se suceden los días de este pobre diablo ahogado en su pasado, y desquiciado por un presente peor si cabe que los fantasmas que le acompañan. Lo que vendría a ser la versión españolizada de 'Teniente corrupto', acercándose más al desgarro de Abel Ferrara, sin ignorar del todo la versión más histriónica de Werner Herzog. Buena -y temible- carta de presentación.
Una vez conocido el personaje, la película se presenta con un título amenazador, profético podría decirse. 'No habrá paz para los malvados'. ¿Pero quién lo es? O visto el panorama, ¿quién no lo es? O para amoldarse más a la historia en cuestión, ¿qué significa ser malvado? No queda nada claro, o por lo menos, la respuesta es siempre rebatible, pues esta actitud es la que define en buena parte la propuesta de Urbizu. Esto es, un thriller castizo, con personajes castizos, y que, contraviniendo los convencionalismos del género, siente especial predilección por difuminar la línea que separa el bien del mal, algo en lo que el director bilbaíno ya mostró sus credenciales en anteriores trabajos.
Ahora va un paso más allá gracias sobre todo al gran trabajo interpretativo del que se ha convertido en su actor fetiche. José Coronado explota sus dotes camaleónicas para ponerse en la piel de un personaje que carga con todo el peso de la trama, y en ocasiones, monopoliza el interés del espectador. Más que ver cómo avanzan las distintas investigaciones, lo que más impacta es ver cómo se desenvuelve Santos Trinidad por un mundo que le repugna (cuenten las veces que lo manda todo a tomar por culo), al mismo tiempo que se gana nuestro odio... y compasión. Es en los matices y en el carisma del protagonista donde está el auténtico valor de 'No habrá paz para los malvados'.
El resto corre a cuenta de la casa, es decir, de las sensacionales partitura y fotografía de Mario de Benito y Unax Mendía, respectivamente, y cómo no, de la dirección de Enrique Urbizu, que como si estuviera escribiendo un número capicúa, empieza y termina (esos escalofriantes planos de clausura) de forma casi perfecta, y aunque la parte central a ratos pierda en consistencia, la verdad es que el interés nunca decae. ¿Resultado? Un sucio, negro y más que digno thriller que se siente nuestro. Sí, es posible.
Nota:
6 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas