'Chico y Rita', o bien podría ser Rita y Chico, que el orden de los factores no altera el producto. Esta deliciosa melodía firmada a la limón por Fernando Trueba y Javier Mariscal, o Javier Mariscal y Fernando Trueba (a los que hay que sumar al "invisible" para muchos Tono Errando), es el particular resultado de la fusión entre un director de cine y un dibujante, dos formas de contemplar lo que llegado un punto puede ser considerado con todos los honores, sin imposiciones, como un arte. Y como toda obra de resultados singulares en su propia naturaleza dispar y personal reside tanto la fuerza como la debilidad de su propuesta, al tiempo que su propio pasaporte para el Olimpo reservado a esas cintas que hacen de la historia del cine algo con fundamento, puerta que el tiempo dirá si merece cruzar definitivamente.
No obstante, hablar de una producción inconfundible y reconocible, aunque siempre juega a favor del respeto cinéfilo, nunca otorga el don de la perfección por más que pueda degustarse como si lo fuera. Una inmortal historia de amor, tan intensa como la letra de un bolero, sirve de excusa para la concepción de una reverencia a un estilo, una época, una música, un lugar, donde lo de menos es la propia historia en sí misma y lo más cómo suena y se mueve. Con el jazz de marcado gusto cubano de los años 50 como hilo conductor Trueba y Mariscal se dejan llevar por un pianista y una cantante cubanos que se conocen en 1948 en un club de La Habana, e irremediablemente se enamoran por más que la vida se empeñe en mantenerlos separados. Y el resultado, querida Portman, no tiene por qué ser perfecto para que pueda ser disfrutado... como si lo fuera.Muy a pesar de sus propios creadores, me consta personalmente al menos por parte de uno de ellos, se me hace muy difícil pensar en 'Chico y Rita' sin incluir en mis pensamientos a 'The Secret of Kells', aquella producción europea que el año pasado sorprendiese al "colarse" entre las cinco nominadas a los premios Oscar y mirar de tú a tú a cintas como 'Up', 'Los Mundos de Coraline' o 'Fantástico Sr. Fox'. Casi nada. Las comparaciones son tan odiosas como injustas, y en este caso la comparación no podría ser más distante e inapropiada salvo para aquellos que entienden de forma demasiado retrógrada la animación como un género en sí mismo, apreciación impropia que los animadores, sirvan de ejemplo 'Vals con Basir' o 'Mary and Max', no se cansan de demostrar año tras año que significa menospreciar y limitar el potencial de un modo de hacer cine con tantas posibilidades, o más, que aquel que capta la cada vez menos realidad física con la lente de una cámara. Snyder, Verbinski, Spielberg y el propio Trueba, entre otros, probando suerte con un pincel, por algo será.
Y ya me he vuelto a ir por los cerros de Úbeda sin decir aquello que quería decir en un principio, tal vez influenciado por el difuso leitmotiv de la cinta, y es que en última estancia, al igual que sucedía con 'The Secret of Kells', en 'Chico y Rita' la técnica acaba por engullir al drama, y su apariencia visual y sonora se antepone a su fondo. Cual efecto especial que sirve para paliar las carencias de una interpretación o un guión, en 'Chico y Rita' los trazos de sus dibujos y las notas de su música predominan ante las palabras impresas en un guión para las que la particular puesta en escena, tan rica en fondos pero escasa en primer plano, no admite mayor expresividad que la que se le presupone a cualquier canción del verano. Dicho en otra forma, su apuesta artística con alguien como Mariscal tras las cámaras condiciona en esta su primera incursión en el séptimo arte a no extender su calidez más allá del fotograma, un dibujo tan personal y cautivador cuyo movimiento continuado hasta sumar los 90 minutos de rigor representa una colección de instantáneas espectaculares que se recrean ante nuestras retinas, pero que no trascienden lo suficiente como para, por ejemplo, sonsacarnos esa lagrimita que Pîxar siempre sabe arrancarnos, ni dar forma a unos personajes que se merezcan acompañarnos hasta nuestro subconsciente. Tres cuarto de lo mismo en relación a su banda sonora, una delicia tanto para iniciados como para profanos, y cuyos acordes desprenden más calidez que la suma de sus diálogos. La cinta podría haber funcionado tal cual como una producción muda, basta decir, y haber hecho directamente de la música su propia voz.
'Chico y Rita' viene a validar la expresión de que una imagen vale más que mil palabras. Y aunque pueda dar la impresión por mis palabras no necesariamente por la falta de enjundia de las que hay escritas en su guión ni de las que son recitadas por sus intérpretes, sino por la fuerza que reside en los elementos sobre los que se sustenta la propuesta, el trazo de Mariscal o los compases de Bebo Valdés, que minimizan el posible poderío de aquello que se entrelaza con lo evidente y, literalmente, lo engullen sin darle una verdadera oportunidad de demostrar su presunta valía. Si toda apuesta valiente tiene su contrapartida, en el caso de 'Chico y Rita' su acabado visual no acaba de rubricar los sentimientos que su historia dibuja por la propia naturaleza de su concepción. No obstante, y puestos a realizar otra comparación de dudosa credibilidad diría que es como alguna que otra obra de arte eminentemente imperfecta a la que por más que la miremos nunca le encontraremos el por qué nos puede llegar a gustar de forma tan poco racional. Tal vez sea cuestión de personalidad, o tal vez sea que la perfección no existe, axioma que bien puede justificar el por qué la falsa sensación de perfección no da la alegría, Señora Portman. 'Chico y Rita' tampoco, pero nos resulta más fácil hacer como que sí que lo hace siendo conscientes de que su meta no es ser perfecta, tan sólo parecerlo.
Nota:
7.5
Por Juan Pairet Iglesias
hola, princesa; te he pillado con los ojos en le foro
Igual no he usado una expresión correcta pensándolo bien pero como digo entenderse se entendía
A pesar de que la película dura 80 minutos, hay espacio para todo: amor, música, traiciones... aunque
Spoiler
Doy un 6.5 por Charlie Parker y los ancianos.