En España se está viviendo actualmente cierto ‘boom’ de jóvenes que deben marchar fuera del país en busca de oportunidades que no van a encontrar en sus tierras natales. Parece un tema de actualidad, pero nada más lejos de la realidad. 'Brooklyn' es una carta de amor a todos los irlandeses que tuvieron que abandonar su tierra y su familia en los años 50 en busca de un futuro en el gran distrito de Brooklyn, cómo el propio nombre de la cinta indica. En ningún caso es algo fácil, pero el mismo hecho sumado a una épica en la que las comunicaciones, los transportes y demás avances tecnológicos apenas habían empezado a nacer hacen de la experiencia y demás limitaciones un escenario bastante más complicado.

'Brooklyn' es esa historia que no sólo habla de lo impredecible que es la propia vida, sino de lo impredecible que es el propio ser humano. Lo susceptible que son nuestros sentimientos, de lo que hoy nos resulta un difícil mundo cuesta arriba mañana lo consideraremos nuestro agradable y querido hogar.

Contada de manera elegante y sin excesivos sobresaltos, 'Brooklyn' es un tipo de película que fácilmente resulta agradable para todo el mundo, pero que, diría, no resultará demasiado relevante para demasiados. Entonces, ¿a qué vienen tantos premios y nominaciones?. Básicamente por su corte de drama romántico centrado en un escenario de época que tanto gusta al grupo académico. Un perfil que seria comparable a modo de ejemplo con la reciente ‘La chica danesa’ –sabiendo distanciar el contenido que alberga cada una de las historias- cuya principal diferencia es la ausencia –al menos, en primera apariencia- de sus pretensiones hacia el mismo grupo.

Destacar a Saoirse Ronan, la actriz que da vida a la protagonista del film Eilis Lacey, cómo uno de los grandes aciertos de casting, la cual consigue dibujar un personaje prácticamente con tan sólo una primera mirada. 'Brooklyn' cumple cómo un correcto, bonito y comedido drama romántico de época que satisface en su visionado, roza por momentos algo similar a lo entrañable pero que, sin embargo, no logra conquistar.

Por Alex Martín Fernández
@fenometrix