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'Amazonas, el camino de la cocaína': Para que te acuerdes la próxima vez que te ''eches un tirito''

Vía El Séptimo Arte por 25 de febrero de 2015

Muchas familias los fines de semana se van de excursión al nacimiento de un río cercano a su población. David Beriain coge una cámara (a varios compañeros cámaras para ser más exactos) y se marcha al Amazonas, no a ver el nacimiento del río, sino a las profundidades de la selva, donde nace el negocio del tráfico de cocaína. Concretamente su punto de partida es el valle del VRAE (Perú), donde como nos cuenta, se concentra el 20% de la producción mundial. Y desde allí, donde humildes campesinos plantan hoja de coca y hasta el consumo en la calle, nos ofrece un interesante viaje, por momentos apasionante y no exento de peligro.

David Beriain no nos enseña ni fiestas llenas de glamour, ni gente cargada de oro que se muestra orgullosa de su poder y nivel adquisitivo ante la cámara. Nos acerca entrevistas cercanas y sinceras que lo que más claro dejan es que (como pasa en otros sectores aunque quizá no de forma tan bestia) allí no se ven los montones de dinero que adquiere el producto al final de la cadena. A los citados campesinos que plantan la materia prima, se suman los que lo cocinan, los que caminan semanas por la selva para cambiarla de manos y mucha gente que se juegan la vida, la mayoría por unas ganancias que no alcanza ni para un sustento mínimo para los suyos, que produciendo, manejando o transportando kilos no llegan a lo que cuestan unos pocos gramos en una esquina, en una zona que para sobrevivir, para malvivir, todos se dedican directa o indirectamente a ello.

Junto a ello y mucho más, la impotencia de unos comandos de élite que aún con todos sus esfuerzos, su mayor aspiración es llegar a tiempo a cazar uno de centenares puntos de producción, llevados por pobres infelices que no tienen otro medio del que vivir y nunca poder llegar a los verdaderos cabecillas. Me parece ver una leve decepción en el director y periodista al descubrir que el fin de camino no le va a llevar a las calles europeas, a una esquina de venta y hacer de su obra un documento que impacte más si cabe, con el que pueda empatizar el espectador de aquí, sino que aquella producción va para Brasil. Aún así, nos regala en su recta final relatos de capos y asesinos a sueldo que no dejan indiferente, mostrando de inicio a fin del documental el lado más cercano, más humano de todos los entrevistados.

Como apunte y curiosidad meramente personal, cuando se habla de cocaína pura y que lo que vende el camello de a pie poco se asemeja o poco de ello queda, asusta viendo que ya a la pura, en su proceso de creación, no es algo natural de machacar una hoja y extraer su jugo sin más, sino que se añaden productos químicos que van desde acetona a los ácidos e incluso orín humano. Sin duda, la próxima vez que alguien que haya visto la obra que nos ocupa, se "eche un tirito", se acordará de lo relatado en un documental, de los que los aún algo profanos en un género cada vez más de moda, consideramos "de los de siempre", con viajes a la boca del lobo y entrevistas duras cara a cara.

Nota: 6,3

Por Abrahán Guirao, AKA Calderilla

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