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'Alps': Monte Lanthimos

Vía El Séptimo Arte por 12 de abril de 2012

Una enfermera, un conductor de ambulancia, una gimnasta y un entrenador han formado Alps, una compañía especializada en reemplazar a personas fallecidas recientemente. Una empresa cuyos miembros representan el papel de los difuntos en sus rutinas diarias, en beneficio de sus familiares, amigos y colegas, cuya aflicción ayudan a superar. La gama y la heterogeneidad de roles que hacen suyos es bastante amplia, aunque no aceptan cualquier oferta y, por supuesto, su trabajo requiere unos honorarios prohibitivos. Los suplentes tienen que identificarse con las personas a las que sustituyen y sentirse inspirados por sus vidas pasadas. Investigan, ensayan e interpretan los roles hasta el más mínimo detalle.

Mont Blanc, Monte Rosa, Oberland... son algunos de los picos que componen una de las más importantes cordilleras del mundo: los Alpes. Pero resulta que no hablamos de accidentes geográficos, ni mucho menos del próximo objetivo de cualquier alpinista intrépido, sino de un grupo de personas cuyos miembros se han apropiado de los nombres de dichas cumbres. ¿Se trata de unos cuantos fans que quieren emular a su manera aquella banda de mafiosos de tres al cuarto de cierta película de Quentin Tarantino? En absoluto. Se trata de un negocio por lo menos peculiar, que sabe que en esta vida, hay cosas irremplazables... pero que no por ello pueden intentar ser remplazadas.

Ya lo dice aquella frase referida a nuestra progenitora, y es que solo hay una. Lo mismo sucede con todos nuestros demás seres queridos, cuya pérdida deja un hueco en nuestro interior que teóricamente no puede llenarse con nada ni con nadie diferente. Hasta la llegada del clan 'Alps', cuyos servicios comprenden la estricta preparación de sus empleados para llevar a cabo lo que parece una auténtica misión imposible: conseguir hacer olvidar la tragedia despertada por la muerte de un familiar, o un novio, o un amigo del alma... reemplazando al susodicho familiar, novio o amigo del alma. Lo que haga falta con tal de aliviar a los pobres diablos que acuden a su oficina arrastrándose en busca de su inigualable talento.

¿Alguien dijo raro? Afirma la leyenda que si se pronuncia en voz alta esta palabra tres veces a media noche y delante de un espejo, aparece como por arte de magia un director de cine griego tan querido como odiado. Vuelve a la carga con 'Alps' Giorgos Lanthimos, un autor que efectivamente hace de lo extraño su principal seña de identidad. Una firma autoral que irremediablemente lo define como auténtico perro verde, pero que sin embargo no debe ocultar el hecho de que detrás del gusto del cineasta por lo difícilmente catalogable a través de una explicación racional, se esconde un gusto todavía mayor por el peso alegórico en unos relatos que para bien o para mal, difícilmente dejan indiferentes a nadie.

Después de haber conquistado Cannes y Sitges con la genial 'Canino', Lanthimos vuelve a postularse como maestro de realidades impostadas fruto seguramente de un fuerte desencanto con un presente desalentador (el mismo en el que por ejemplo en las noticias de su país natal se muestra la desgarradora historia de un anciano forzado al suicidio al no poder llevar una vida digna con una pensión más cercana a un chiste de dudosísimo gusto). Así pues, aparecen de nuevo las reminiscencias del impertérrito mito de la caverna, en el que sus ocupantes prefieren abocarse a la ignorancia de la farsa, antes que enfrentarse a la cegadora realidad. Traducido a la propuesta de 'Alps', el filme que ahora nos concierne es un cuento marciano en el que, cómo no, el impacto más inmediato debe atribuirse a la punta del iceberg.

Traducido al lenguaje normal, es otra demostración de por qué el cine en el fondo necesita a locos como Lanthimos, ni que sea para aportar enfoques diferentes (en el plano conceptual, estético, narrativo...) con respecto a un mainstream tan enemistado actualmente con la creatividad. 'Alps' es una buena muestra de ello, al ser ésta una cinta en la que el reto para el espectador (por definición, un factor siempre estimulante) respira bajo la originalidad de una historia en la que el continuo intercambio de papeles -autoinducida o no- por parte de sus personajes es el reflejo de una crisis de identidad tolerante, incluso catalizadora, de una escalofriante y gélida violencia subyacente, elemento éste último muy presente en la filmografía del cineasta. Aunque se eche en falta la mordiente de 'Canino' (compensada en este caso por un sabor corrosivo más intenso), se confirma el valor de un director incuestionablemente alpino y aplinista, tan irremplazable como lo podría ser el Mont Blanc.

Nota: 6 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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