En un pequeño apartamento de Tokio reside un hombre de mediana edad que cada día, después del trabajo, se relaciona con la persona con la que más conecta en este mundo: su muñeca hinchable. La peina, la viste, la ducha, habla con ella y le hace el amor. Así transcurre la vida para el ser inanimado... hasta que la muñeca cobra vida y adquiere alma. A partir de aquí se verá rodeada por un mundo que espera ser descubierto. Nuevas sensaciones, nuevas vivencias listas para ser degustadas, y un posible amor encarnado en un solitario encargado de un videoclub.
Hirokazu Koreeda es un director que desde hace tiempo ostenta un gran honor, ser considerado por muchos como el sucesor natural de uno de los mejores cineastas nipones de todos los tiempos: Yasujiro Ozu. Palabras mayores. Con películas tan destacables como ‘Nadie sabe’ o ‘Still Walking’, se acercó con mucha desenvoltura al siempre complicado y complejo hervidero de emociones y relaciones humanas que es la familia. El trato que recibía tan rica temática era inmejorable: pausado pero constante, y siempre haciendo gala de una naturalidad sólo al alcance de los grandes maestros. Pero el ser comparado con Ozu aparte de ser uno de los mejores cumplidos imaginables, supone también una fuerte carga.
Quizás para sacarse durante un tiempo este peso -o responsabilidad- de encima, o quizás simplemente para probar suerte en otros campos, Koreeda ha decidido pasarse al fantástico para su nuevo trabajo. Y para hallar un antecedente cercano, más que acudir a ‘Lars y una chica de verdad’ de Craig Gillespine (cuyo planteamiento lo emparienta con el filme que no atañe), hay que retroceder un año más, cuando Michel Gondry, Leos Carax y Bong Joon-ho realizaron una obra conjunta titulada ‘Tokyo!’ en la que cada uno ofrecía su particular visión de la capital del país del sol naciente, siempre con un marcado toque surrealista. La historia de Gondry (la más rescatable del conjunto) nos mostraba la paulatina metamorfosis kafkiana de una joven en una silla de madera, viéndose así cumplidos de forma algo cruel sus deseos de sentirse útil y de encontrar su sitio en un mundo caótico. El mismo trayecto pero a la inversa se nos plantea en ‘Air Doll’.
La principal diferencia entre ambas historias es que en Gondry encontrábamos una clara voluntad de divertimento ligero (bastante impuesto por el formato del proyecto), mientras que en Koreeda hay mucha pretensión... demasiada. Lo que comienza como una rareza bastante atractiva que podría interpretarse en clave de revisión algo subidita de tono del inmortal relato de Carlo Collodi (aunque el cineasta se ha inspirado en una breve historia de Yoshiie Goda), va complicándose cada vez más por la voluntad del autor de tratar tantos temas, y tan trascendentes todos ellos. La búsqueda del amor en un tiempo en el que la falsedad se ha convertido en un elemento imprescindible para comprender las relaciones de pareja; la incomunicación y la soledad como mayores males actuales; la disección del alma...
Todo parece tener cabida en esta muñeca hinchable, o por lo menos esto le parece a su director, de quien podría decirse que en esta ocasión se ha pasado un poco dándole a la mancha. Cada escena abre un nuevo mundo y por ende supone un nuevo reto para un espectador que, ya sea por agotamiento, ya sea por no ver claro hacia dónde se dirige la trama, conforme avanzan las agujas del reloj, menos dispuesto está a aguantarle las gracietas al ser de plástico y compañía. ¿La historia de un romance imposible? ¿El retrato pesimista de la sociedad? ¿Un ensayo sobre la condición humana? Un poco de todo... y nada totalmente concluyente.
Quien no acabe de sentirse del todo cómodo en este cuento de hadas moderno, siempre puede encontrar refugio en sus indiscutibles virtudes, que no son pocas. Ahí está la excelente caracterización de Doona Bae como el juguete sexual que cobra vida, las imágenes con gran poder sensorial -marca de la casa-, la a ratos exquisita poesía melancólica del autor o diversos momentos con destacable carga emocional. Sobran los argumentos para aprobar al producto, pero escasean a la hora de corresponder las altísimas expectativas que con toda justicia crea a estas alturas Hirokazu Koreeda.
Nota:
6 / 10
por Víctor Esquirol Molinas
A ti sólo esto: