Pocas son la directoras que pueden presumir de una labor tan amplia como Kari Skogland (The Stone Angel 2007) quien a lo largo del tiempo ha mostrado trabajos muy regulares, fieles a los cánones y con muy buenas entregas, baste recordar su debut fílmicoLiberty Stands Still (2002), que la posicionó como una directora que había que seguir. Después de ser invitada a varias series televisivas, regresa a la pantalla grande con una adaptación de la novela homónima.
Un gran actor como Ben Kingsley (Elegy 2008) le hace los honores a la gran joven estrella que se gradúa, Jim Sturgess (Across The Universe 2007). Ambos interpretan a los dos personajes centrales de este drama policiaco lleno de todos los lugares comunes del género, pero que no por ello pierde su encanto y brilla con luz propia. Sus actuaciones son poco menos que impecables. No es raro para Kingsley que nos tiene acostumbrados a una clase de actuación cada vez que la cámara lo enfoca. Será por ello que Sturgess, que ya había mostrado en pasados trabajos su potencial, entrega su mejor actuación hasta el momento. La pareja simplemente se come la pantalla con sus interpretaciones, cada una bien trabajada hasta el más recóndito detalle que lo hace un deleite para el espectador.
Por su parte la narrativa es lineal y sencilla, sólo interrumpida por un inicio que le dará sentido al resto del filme. Como buen thriller el saber el final no afecta el suspenso que se forma en torno a este infiltrado que mientras va ganándose la confianza de sus compañeros, se va ganando el desagrado de la audiencia por esta práctica tan detestable. Kinglsey mientras tanto se dedica a ser ese ente que repite la misión y le da un objetivo claro al protagonista cuando por momentos duda y trata de volver a tocar sus principios. Todo ello es plasmado y transmitido a la audiencia en una labor fílmica soberbia.
Por lo demás tenemos un thriller bien actuado, bien dirigido y que cumple con todas las expectativas mientras estas no se vean afectadas por el único (y gran error) que contiene. Y es que hay que decirlo, en su afán por mostrarnos las razones por las cuales este infiltrado ha realizado sus acciones y de esta manera justificarlo, se pierde toda objetividad volviéndola maniquea. Todo sentido de la lucha del IRA queda reducido a los buenos contra los malos. Por supuesto los malos deben morir y deben ser castigados (merecen lo peor, por malos), mientras que los buenos merecen admiración y redención (merecen hasta que les hagan películas). Con ello se demerita su valor más allá de una película comercial bien armada y dirigida.
'50 hombres muertos', buenos contra malos en la Irlanda de los ochenta.
por Jalex