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'2 otoños, 3 inviernos': ¿O era al revés?

Vía El Séptimo Arte por 13 de marzo de 2015

1. El chico comete un error fatal: empezar a hacer footing. Nota aclaratoria: a esta imbecilidad no siempre se la ha llamado running, esclavos del marketing. 2. Chico compensa su estupidez con un golpe de suerte bastante inmerecido. 3. Chico conoce a chica. 4. Por si lo prefieren, chica conoce a chico. 5. Se gustan. 6. Se separan. 7. Se reencuentran. 8. Definitivamente, se enamoran. Ya no hay vuelta atrás. 9. Mientras, el amigo del chico tampoco pierde el tiempo. Está decidido, ahora sí que sí, a encontrar a su media naranja, a aquella alma gemela que le complemente, a aquella chica con la que pasar juntos el resto de sus días. 10. Chica (otra) conoce al amigo del chico. 11. Por aquello de la paridad... el amigo del chico conoce a chica (a otra, vaya). 12. Primera cena de parejas. Prueba superada. 13. Primer fin de semana de parejas. Prueba superada con nota. Esto va muy, pero que muy en serio.

Y a todo esto, el tiempo pasa, y te das cuenta, en los pocos momentos de reflexión que te concede tu ajetreadísima vida, que esta sucesión de capítulos ya la has vivido antes. Quizás en tus años de instituto. O tal vez en la universidad. ¿A lo mejor en alguna vida pasada? Hablando de reencarnaciones... ¿y si estás atrapado en un bucle infinito inducido por algo tan artificial como lo es, por ejemplo, el cine? Bueno, ¿por qué no? Recapitula y admite, de una vez por todas, que las expectativas que has levantado alrededor de lo que va a ser tu existencia han venido servidas mayormente por esa mentira a la que te ha acostumbrado el engaño del séptimo arte. Algún día era porque la parrilla de la televisión no tenía nada mejor que ofrecerte, otros porque el jodido mando a distancia no funcionaba, otros porque la novia te obligaba a mantener el canal... otros porque, qué demonios, en el fondo (aunque no tanto) te gustaba lo que mirabas.

De un modo u otro, la maldita sucesión de capítulos quedó grabada (a fuego) en tu cerebro, y de ahí no hay forma de salir. El encuentro casual. La pérdida. El reencuentro. Las charlas, las discusiones, la química... el amor. La cagada. La bronca. El arrepentimiento, la decisión, la carrera contra el reloj, la reconciliación. El beso. El cartel de ''Fin''. Otra vez. Ha vuelto a pasar. Perdido en este ciclo, has vuelto a perder un tiempo que en el mejor de tus sueños era tal vez, y solo tal vez, un poco valioso. Qué vida... Porque hasta que no llega el cine francés (siempre el cine francés), no llega la bofetada (que no tiene por qué doler) que te despierte y te haga ver las cosas de forma distinta. Será la arrogancia, será la conciencia cinematográfica altamente desarrollada, será el sentido posmoderno o esa puta herencia cultural que tanta rabia (y a la vez envidia) te da, pero por alguna razón u otra, hasta que no llegan los franceses, no te replanteas las cosas como... como... lo hacen ellos. ¿Cómo coño lo hacen?

En éstas que llega un tal Sébastien Betbeder, y a pesar de ser un total inexperto en esto de ensamblar largometrajes, no deja pasar ni un segundo (ayuda el inestimable trabajo de un Vincent Macaigne que cada vez se revela como actor más fundamental) para dejar claro que su ópera prima, '2 otoños, 3 inviernos' es una de esas ocasiones en las que el cine, para variar, te va a sorprender. Las formas en esta atípica comedia romántica no son nuevas ante el ojo mínimamente entrenado. Monsieur Betbeder es un dignísimo heredero de aquella Nouvelle Vague cuyos efectos siguen vigentes más de medio siglo después (¿por qué será?). De lo que se trata aquí es de diseccionar, estirar, trocear, radiografiar (y todos los destrozos que a uno se le ocurran) los mecanismos (llámense clichés) con los que el género romántico se ha ido retroalimentando casi desde el principio de los tiempos... hasta convertirse en un monstruo seboso, para nada atractivo, y que apenas puede moverse un centímetro de esa poltrona en que tan a gusto se siente. Betbeder no muestra ni miedo ni respeto alguno hacia los códigos (por muy canonizados que estén), de tal manera que hasta la aritmética de la división narrativa por episodios se convierte en puro caos.

''10. Chica (otra) conoce al amigo del chico. 9. Mientras, el amigo del chico tampoco pierde el tiempo. Está decidido, ahora sí que sí, a encontrar a su media naranja, a aquella alma gemela que le complemente, a aquella chica con la que pasar juntos el resto de sus días. 8. Definitivamente, se enamoran. Ya no hay vuelta atrás.'' Y así. Convirtiendo la artificiosidad en pura naturalidad; entrelazando el destino de los personajes sin intenciones evidentes. Como debería ser porque, de hecho, así es. ¿Saltos temporales? ¿Omisiones deliberadas? ¿Estructura irregularmente circular? De todo un poco. A conveniencia (aleatoria, como en el amor; como en el proceso de hacerse mayor) de un creador que ahora sí que puede lucir con orgullo dicho título. Hay algo más allá de la celebración de la libertad (por fin) creativa en unos terrenos demasiado amigos de los moldes. De hecho, es debido a este bonus (y a algún que otro tic narcisista) que '2 otoños, 3 inviernos' puede tornarse en una experiencia casi antipática en un primer visionado. En primera instancia, el choque con lo nuevo (o con lo que obliga a salir de los viejos esquemas) acostumbra a violentar, pero a posteriori, es siempre de agradecer. Siempre. Porque cincuenta (o muchos más) años después, siguen habiendo nuevas formas de acercarse a esa historia que, de repente, ya no parece tan tópica.

Nota: 6 / 10

por Víctor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol


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