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'Puro vicio': Paz (o la inesperada virtud de algo que se le parezca)

Vía El Séptimo Arte por 13 de marzo de 2015

Mientras de fondo suena el 'Vitamin C' de Can -entre otras canciones suyas-, empezaremos por dar el concepto de Vicio Redhibitorio, que vendría a ser la auténtica traducción española que se esconde tras el 'Inherent Vice' original. El código Civil en su art. 2164 los define como: "los defectos ocultos de la cosa, cuyo dominio, uso o goce se transmitió por titulo oneroso, existentes al tiempo de adquisición, que la hagan impropia para su destino si de tal modo disminuyen el uso de ella que de haberlos conocido el adquirente, no lo habría adquirido, o habría dado menos por ella".

La de 'Puro vicio' es la primera adaptación de un libro de Thomas Pynchon, novelista estadounidense que se encuentra entre los más celebrados de la actualidad a pesar de y/o gracias a contar con tan sólo ocho obras en cincuenta años de carrera (mayoritariamente desarrollada a la sombra, habida cuenta de su aversión a dejarse ver). 'Vicio propio' -como se publico la novela en España- es la séptima de ellas, un relato ambientado en el sur de la California de 1970 que, básicamente, pretende ser un burlesco esperpento que transpire la versión más alucinada de un lugar y un momento muy particulares, todo ello a través de la figura de un detective interpretado por Joaquin Phoenix; esto es, un personaje que de normal tiene más bien poco. O de lo contrario, no hablaríamos de Joaquin Phoenix.

En realidad, de normal la excéntrica y grotesca alegoría que es 'Puro vicio' tiene más bien poco en líneas generales, en la nueva incursión en la comedia de quién a su vez esta considerado como uno de los más celebrados cineastas de la actualidad una vez se ganó las alas con esa obra maestra llamada 'Magnolia'. Como ya demostrase con 'Embriagado de amor' -reivindicable cinta víctima del mismo efecto #NoEsLoEsperado que aqueja a títulos como 'Jackie Brown'-, el sentido del humor del Anderson bueno no es precisamente el mismo que el sentido del humor de Adam Sandler. Y precisamente por eso se erige en una opción ideal para moldear la macarrónica adaptación cinematográfica de un relato no menos macarrónico. De un autor a otro autor convencidos de que no hay obra menor o pequeña (que sirvan de excusa).

'Puro vicio' vendría a ser como una comedia surrealista de los hermanos Coen hecha por P.T. Anderson. Más concretamente, su "Gran Lebowski" particular que, no cabe duda, por su nombre, por el de Pynchon, por el de ambos o simplemente por la propia película, se convertirá peta a peta en objeto de culto. Particularmente por su debida imperfección, la de un florido exceso tras otro que se muestra prisionero de un formato, el cinematográfico, que le impide alcanzar allí dónde una novela sí puede llegar cuando su formato de cine negro es una excusa para la realización de un fresco. El empaquetado se muestra evidente, por ejemplo, en una amplia gama de secundarios que apenas cuentan con más recorrido que el de su nombre en el cartel y nos dejan con ganas de más.

Ese es quizá el principal defecto de 'Puro vicio', que a la vez que nos agota nos deja con ganas de más, en un extraño híbrido entre la corrosión y la fascinación que conviene dejar macerar. En realidad, como suele ocurrir con P.T. Anderson un cineasta habituado a dar capas y capas a sus trabajos. Es cierto que 'Puro vicio' puede resultar desconcertante y demasiado hippie por momentos o que le pese algún minuto de más y/o no haberle sacado más jugo a los tenidos, pero no es menos cierto que, a su vez, su perversa singularidad y la capacidad de Anderson para crear una atmósfera evocadora con la que seducirnos la dotan de una imprevisibilidad hipnótica cercana a un sueño del que no queremos despertar. En cierto sentido, un fiel reflejo -y la intención cuenta- de aquel mismo patrón que pervirtió la utopía sesentera hasta acabar con ella.

Recuerden lo dicho al principio: "Los defectos ocultos de la cosa, cuyo dominio, uso o goce se transmitió por titulo oneroso, existentes al tiempo de adquisición, que la hagan impropia para su destino si de tal modo disminuyen el uso de ella que de haberlos conocido el adquirente, no lo habría adquirido, o habría dado menos por ella". 30 días naturales tenemos en España para "quejarnos" legalmente de esto. El grueso de 'Puro vicio' es un variado surtido Cuetara de excentricidades que, se admite a concurso, pueden descolocar, molestar o enrabietar. Pero si superamos la prueba de los 30 días y aceptamos que sus defectos son, precisamente, lo que le añaden carácter y modelan su personalidad contracultural, entonces habremos adoptado como propia un nuevo Nota que llevarnos a la cabeza, al corazón y una y otra vez a nuestro reproductor casero.

Nota: 7,0

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex


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