Buscador

Twitter Facebook RSS

(0.3) Un tratado sobre la soledad... y otras cosas menos peores

por 10 de marzo de 2009

Lejos de argumentar la ambigüedad con la que podamos describir la soledad del ser humano, y mucho menos de dar interpretación, lo cierto es que posibilitados sobre el tema, siempre habrá conocimiento de causa para poder tener una incipiente palabra. Al final, todos hemos estado solos alguna vez, ó algún momento, por lo que todos tenemos razón y la forma en cómo la vivamos es decididamente subjetiva. Por eso pocos la comprenden. Y es entonces que definir la soledad conlleva el riesgo de autodefinirse a sí mismo como elemento clave de la descripción, como si perteneciésemos a la definición; por eso vivencialmente no tendemos a describirnos como seres humanos solitarios que han podido salir avantes en el día a día sin antes haber sopesado palabras hacía uno mismo no acerca de lo bien que nos hace la soledad, sino el por qué hemos de estar solos cuando hay un universo ahí fuera. Lo dicho, cada quien vive sus diferentes soledades, a sus diferentes maneras.

Desde varias aristas y puntos de vista, no hay mejor compañera que la soledad, siempre que de saber hasta cuando podamos darle la despedida se trate. A veces se acostumbra tanto uno, que el sentir que ya no se está solo; que se está interactuando con más gente, da miedo. Explorar todo un sinfín de palabras, acontecimientos, actividades, relaciones que ya no forman parte de uno, sino de una convivencia que por momentos decanta hacia lo formidable de la compañía, se puede trastocar por ese autocastigo y esa reprimenda de no sentirse como parte de. En la soledad uno se entiende, se explica, se define, se acepta –o se resigna-, pero el conocerse demasiado implica el tener que aceptar demasiado aún cuando la percepción del otro -de la gente que está alrededor-, no sea ni por cerca la misma; pero si no hay nadie que pueda emitir el comentario, entonces la soledad ha de ser la mejor compañera y el mejor castigo. Flagelando el alma, la melancolía del quise y no se pudo, aunado al constante antaño que otrora fue hermoso o doliente, no hace más que labrar heridas muy profundas. El meollo del asunto es AbelF.

Estar solo es hermoso. ¿Estar con alguien también lo es? La respuesta no la sé. El que aquí redacta se ha confundido cada que lo hubo intentado. Pero también la soledad confunde, y es entonces que abiertos a la posibilidad, el estar entre el mundanal de gente nos puede hacer sentir más vacíos, más solos. Descubiertos y sin protección. Desgarbados por dentro por faltar a una promesa hacia nuestra soledad. Como si de pedirle permiso se tratase y nunca lo hubiese otorgado. Culpables. Tratando de adecuarse. Pero siempre con la latente posibilidad de tirar la toalla y salir corriendo hacía nuestra soledad interna, y de paso al confín de las cuatro paredes.

Avocados al cine, la soledad ha tenido manera de reflejar al ser humano bajo diferentes circunstancias que en gran medida pueden dar diferentes conceptos de soledad. La que nos permite entender al cuerpo y la vida diaria, y la que nos permite entender la mente y la vida diaria. No hay porque disociar. Y este tratado no es un manual de soluciones. Desde la de autor Noches púrpuras (My blueberry nights) de Won Kar Wai, acerca de como el amor perdido, la melancolía o la soledad, de la distancia emocional, ese arraigo del quiero sentir… pero no lo puedo. Solas de Benito Zambrano, es de verdad un grito alusivo a la soledad, con personajes maltratados que son incapaces de vivir en sociedad y que por ende se van aminorizando porque son incapaces de estar solos, pero no se permiten convivir.

Jaime Rosales en La soledad difumina la vida, le da matices e intenta hacer un prisma en el cual quiere ver cómo nos relacionamos con los otros. De cómo estamos diseñados para sufrir, pero como hemos de superar tal cuestión. Adiós a Las Vegas (Leaving Las Vegas) de Mike Figgis, acerca de lo que estamos dispuestos a hacer por no estar solos, y decididamente el alcohol no es el mejor compañero de la soledad. Creo que no hay que explicarlo. El libre albedrío (Der freie wille) del director alemán Mathias Glasner nos habla mucho de la soledad y la incomunicación, dos aspectos que marcan la personalidad de los personajes y los convierte en seres introvertidos, punto aparte que sus personajes apenas si tienen diálogos. Perdidos en Tokio (Lost in translation) de Sofia Coppola tiene ese poderío de mostrar el estado de ánimo, el cómo es sentirse sólo y lo apabullante que resulta estarlo, y de cómo se compadecen a los personajes por la pérdida de la oportunidad de dejar de estarlos. En Como la sombra (Come l´ombra) de Marina Spada, se propone una historia sobre el cambio de vida a causa de un extraño acontecimiento, sin dejar de sorprender el dejo que de la soledad y monotonía nos deja. También Las consecuencias del amor (Le conseguenze dell'amore) de Paolo Sorrentino es, en parte una cinta sobre la soledad, un hombre que vive solo, que sólo fuma, permanece en silencio y observa. O el gran monólogo sobre la soledad de El custodio de Rodrigo Moreno, que en verdad logra transmitir el sometimiento, la tristeza, y la monotonía de la soledad.

Sobre el tema hay muchas cintas desde diferentes vertientes diferentes variantes. Por ejemplo el cuasidocumental Postales desde soledad (aka Un film inexistente) (México, 2009). En él, AbelF es artífice de su propia vida, se interpreta, se reinterpreta a sí mismo, se vuelve conductor de su destino teniendo como entorno el dejo de soledad que se ha elegido para sí mismo. Se contrae en una historia momentánea llena de ganas de escapar. Esperando el momento. Un documental que arroja ficción por la interpretación, lo cierto es que AbelF se muestra a sí mismo como un ente individualizado capaz de decidir hasta cuando la portentosa soledad solo forma parte pasajera en un vaivén que no termina. ¿Se puede poner un alto? ¿O no se está necesariamente solo si se tiene uno a sí mismo? ¿O uno mismo no basta y de nuevo al principio?

Buscando procrear una catarsis efectiva en la cotidianidad de sus actos, las ganas de reinventarse suceden una y otra vez, como si al comenzar otro día uno pensara que es diferente. Postales desde soledad (aka Un film inexistente) retrata efectivamente hasta la impotencia del no poder abortar hasta por segundos la misión aquí en la vida, y nos crea un panorama desolador, donde todo se mueve a compás y el personaje principal observa desde fuera. Es la costumbre de la que hablábamos la que se refleja en este ejercicio cinematográfico, pues parece que el personaje se está acostumbrando de la manera más cómoda, argumentando quizás una decisión personal, un estancamiento pasajero. ¿Pero hasta cuando entonces decidirá que mucho fue suficiente? La línea argumental está abierta, esperando decisión, porque tristemente la soledad está ahí sin dar ni pedir cuartel, en una guerra interna que cual plaga se extiende hasta crear un conflicto autodestructivo.

Publicado originalmente en El Sol de Zamora (OEM) el 05 de marzo de 2009, en la sección Cuadro por Cuadro.
< Anterior
Siguiente >