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(1.6) Cuando combinas Word con alcohol

por 02 de agosto de 2012

No son ganas de joder, pero aquí de vuelta… que si la vida lo hace…

   No, no. Comencé mal. Que no soy vengativo. Tan sólo me decepciono fácil. Vamos… podemos comenzar de nuevo -¿y van cuántas?-. No. Tampoco se puede ser tan duro consigo -o conmigo- mismo. Pero hoy no seré tan indulgente. Pasan y pasan los segundos. Tan recalcitrantes. Tan marcados. Tan ganas de ser ellos mismos. Existían antes que la más mínima intención de mi llegada al mundo. ¿Por qué debían esperar? ¿Por qué detenerse? Si jamás me detuve… ¿por qué lo harían ellos? Por compasión.

   Cuando uno ve en pantalla las mil y un historias retratadas, bajo las mil y un vertientes, siempre puede tomar de cada una de ellas las cosas que quisiera para sí mismo… pero es un hecho que de cada una de ellas también habrá elementos que hasta déjà vu resultan; pero tristemente la realidad supera la ficción y en la vida real, todo es más ajenjo. Cuando dicen que está basada en una historia real o inspirada en hechos similares: “claro, es mi historia… debería cobrar por derechos o simple regalías”. Pero no. Hasta para hacer un biopic se necesita de elementos interesantes. Me he equivocado, porque mi vida no lo es… y ni siquiera para el E! True Hollywood Story resultaría. Pero déjenme les cuento. Si es cuestión de morbo y voyerismo quedarían encantados… todos. Es muy cierto, la realidad supera la ficción, pero nadie se ha atrevido a documentar lo que ocurre dentro del alma –sea lo que sea que eso signifique ubicada o no ubicada dentro del cuerpo, existente o no existente-. No les mentiré… y tampoco me dejarán mentir. Pero existe porque sabemos cuándo descolocadamente quiere abandonar nuestro pecho.

   Porque duele, y a quienes realmente les hayan partido el alma, desearían haber muerto en ese instante; porque seguramente la muerte es menos dolorosa. ¿De qué va esto? De nada, uno vuelve a sus columnas como quiere, como puede y cuando quiere y puede. No son condiciones óptimas; pero nunca  critiqué a Sanderson de paso por Las Vegas… incluso le entendí. Hay ocasiones en que ni siquiera la muerte es la solución, porque ni la misma la busca a uno. ¿Es una señal?

   No, pues, no. Yo quisiera ser el Joe Clay de Días de vino y rosas (Days of wine and roses)… yo quiero un poco de todo -con recompensa incluída-. No sólo el líquido avinagrado que todos evitan. Ya hasta ser la más dulcísima copa de sidra de manzana barata valdría la pena. Pero todos somos lo que somos. ¿Cuál es el antónimo de defecto? Porque quiero decir que yo tengo eso, o sea lo contrario. Con menos graduación lo sabría. Por cierto, el alcohol mata las neuronas. Pero bueno… ¿a quién más vamos a matar el día de hoy? Ya basta… ya somos suficientes…

   … (9 minutos después) perdón, se me acabó el refresco y agua tónica al mismo tiempo. Pero ya resurtidos aquí estamos. Es raro traer alcohol encima. A veces la tristeza acrecienta, a veces la felicidad disminuye y viceversa. Pero hasta en ese estado hay que aprovechar todo lo que haya. Soy alcohólico. Y esto no es apología de la enfermedad. Es tan sólo una interpretación superflua de los sentimientos que me provoca. ¿O nos? A mi esos sentimientos me levantan. Estoy tan muerto en vida por lo que mi mente maquina cuando mi cuerpo no quiere responder.

   Se supone que ando de anónimo pero por cuestiones de la página mi nombre sale por aquí… aunque nunca traté de esconderme. Hacerlo de uno mismo juro que siempre fue suficiente, y jugar a las escondidillas, siendo el escondido y buscador al mismo tiempo, es cansado. Lo que sí es muy cierto es que hasta las columnas largas tienen un final, y he tratado de evadirlo para estar con ustedes cambiando de arial 12 a 9 para completar una cuartilla que es el límite de esta sección. Siempre podremos engañarnos a nosotros mismos.

  Cuando todo acaba, cuando todo se va, cuando uno se siente sólo, cuando sólo los puntos suspensivos son la opción, cuando opciones mil y variadas –como dice mi buen amigo Wancho- existen, juro, que a pesar de lo que venga, y de lo que la angustia de la soledad permita, me consolaré con saber estar. O para los que tenemos memoria cinematográfica, y comparamos… tan sólo con "el sabor del sake".
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