'Astérix: El secreto de la poción mágica' - Salir con una sonrisa
El otro día leí como John Krasinski comentaba que Paul Thomas Anderson le había dado un estupendo consejo el año pasado: Básicamente, el director de 'Un lugar tranquilo' le habló de "una mala película" al director de 'El hilo invisible', y este le reprendió: "No digas eso. No digas que no es una buena película. Di que no es para ti, y ya está".
Es verdad que el contexto, siempre necesario (porque las palabras no flotan en el aire), el también director de 'Magnolia' se refería, principalmente, a que tanto él como el también intérprete de 'Jack Ryan' forman parte de una misma industria. Pero lo uno no quita lo otro: Sigue siendo un buen consejo que podemos re-interpretar a nuestra medida como espectadores, lectores y personas. Es más, que deberíamos tener más que presente y así poder decidir, voluntariamente, de forma desinteresada, en qué medida le hacemos caso o no.
Por ejemplo, a un servidor le encantan las películas de animación que inciden claramente en eso que yo llamo el toque "cartoon", se entienda así de verdad o se llame como se llame en realidad. Películas como 'Cigüeñas', películas como 'Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo', películas como 'Astérix: La residencia de los dioses'... y por supuesto, películas como la continuación de esta última, 'Astérix: El secreto de la poción mágica', faltaría más.
A efectos prácticos, o a mis efectos prácticos, una producción tan disfrutable como lo fue la de 2014, en una película que lo dicho, saca indudable partido a su condición de "dibujo animado" para no dejar ni un sólo minuto de metraje sin un gag, ya sea visual o dialéctico. Una constante, y un constante espíritu festivo heredado tanto del material original al que homenajea como del medio animal, vegetal o mineral que le ha dado vida (en la gran pantalla).
Un completo y trepidante pasatiempo apto para niños de 1 a 99 años que no hay que tomar en serio, por supuesto, porque no se trata de ser serios. Pura diversión que, ya sea más o menos redonda que otros precedentes, cuestión que sencillamente me la suda, ofrece lo que cabe esperar de una producción de animación; esto es, que se vale de la misma para otorgarle un valor claramente diferencial que además, le sienta como la poción mágica a los irreductibles galos.
A través de la animación (ahora por ordenador) es cuando los personajes creados por René Goscinny y Albert Uderzo adoptan su verdadera forma cinematográfica. Como Tintín o Mortadelo, como algún día esperemos que también Superlópez. Cuando consiguen aquello que uno busca cuando acude tanto a una sala de cine en familia como a un puticlub sin ella: Salir con una sonrisa a pesar de haberte dejado por el camino más de 50 eurazos. O más.
Una lástima que cuatro años después no se haya estrenado también la secuela de 'Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo'...
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex