'Sully: Hazaña en el Hudson' - El arte de narrar una historia
Vaya por delante, 'Sully: Hazaña en el Hudson' es de ese tipo de películas que podemos considerar como "menores", ya queramos hacerlo con o sin un menosprecio al que debemos no obstante su debido respeto. Casi lo menos que una teórica anécdota. Apenas 90 minutos que, sin desmerecer lo que nos cuentan, saben a muy poco, siendo casi lo menos que una excusa para reivindicar lo que sucedió aquel 15 de enero de 2009. Poco más que eso, el 'Milagro en el Hudson', pim pam pum, cambio y cierro: no esperen encontrar más de lo que puedan leer en la Wikipedia.
Casi lo menos que poco más que eso... que tampoco hay engaño, apenas, pues apenas hay elementos que perturben la credibilidad de una historia desprovista de innecesarios ropajes. Una película menor, pero una película de Clint Eastwood igualmente. Y eso es algo que digamos como lo digamos pocas veces sera algo menor, lo pueda parecer o no. Como aterrizar sobre la superficie de un río y poder contarlo no es ni mucho menos algo menor nos lo pinten como nos lo pinten. Porque está la historia, y el cómo se cuenta esa historia.
La sencillez de lo práctico. O lo práctico de la sencillez, que lo mismo da que da lo mismo.
Puede que 'Sully: Hazaña en el Hudson' no sea una gran película, o más bien, que no aparente ser una de esas grandes películas que pueblan la carrera de Eastwood. En apariencia (y en la práctica), no supone ni una revelación extraordinaria ni un antes y un después que vaya a cambiar alguna vida. Puede que no sea una gran película, o puede que no lo parezca, que tampoco hace falta que aparente aquello que no necesita ser. Como tampoco hace falta revestir la acción con más espectacularidad de la debida, por respeto a unos y a otros, pero sobre todo por respeto a cualquiera y a todos a la vez.
El respeto que convierte a 'Sully: Hazaña en el Hudson' en el paradigma de lo que la teoría dice que es una película.
Cuál francotirador, una película una historia. Si algo destaca en 'Sully: Hazaña en el Hudson' es la convicción a la hora de narrar un hecho. Y una historia. Ni más, ni menos. La pureza del cine desprovista de aparente artificio. El paradigma del cine servido sin apenas condimentos, vuelta y vuelta. Tan simple como para que un director como Clint Eastwood haga que parezca rematadamente difícil. Una película "menor", sea lo que sea que esto signifique, a la que le basta con una una cosa para aterrizar en un basado en hechos reales y salir paseando tranquilamente con la cabeza alta y apenas ningún rasguño.
¿Qué cosa?
El arte de narrar una historia. Tan sencillo, práctico, humilde y creíble que emociona casi sin querer (queriendo).
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Lo dejaremos en un 6,5.
Le doy un 7.
7.5/10
6.5