Picoteando... para las quejas ir aparcando
Vía Festival de Sundance
por reporter 18 de enero de 2013
Acabar de atar a última hora un viaje que lleva a recorrer la mitad del mundo es quizás la mejor manera de llamar al mal tiempo. Pasaporte, visado y billetes obtenidos pocas horas antes de coger el primer avión. Ningún problema ni con la burocracia española, ni con la estadounidense, ni con las siempre estresantes relaciones on-line con las compañías aéreas. Perfecto. Demasiado. Si la suerte puede compararse con una sustancia que se consume y que por consiguiente, se agota, entonces no es de extrañar que el viaje de Barcelona a Utah estuviera marcado por una serie de catastróficas desdichas. Primera etapa: en la que los servicios de seguridad informan a un servidor que reúne los requisitos para un segundo control... por aquello de asegurarse de que ningún sucio terrorista profane suelo americano (y yo que me había afeitado la barba...).
Segunda etapa, en la que tras una hora en la cola de inmigración del aeropuerto de Nueva York, se nos comunica que, debido a problemas técnicos (en un principio ''sin importancia'') el avión con destino a Chicago no va a poder despegar. Pero que no cunda el pánico, el siguiente vuelo sale al cabo de una hora media. Y gracias. Tercera etapa, en la que después de varios atrasos más, las temperaturas más gélidas juegan el papel de comité de bienvenida de Salt Lake City. Las gruesas capas de nieve a cada lado de la autopista que me lleva hasta la casa de los simpáticos mormones que han decidido acogerme son testigos más que fiables que dicen al forastero mediterráneo que el invierno -el de verdad, no el del lugar de donde viene- hace tiempo que se ha instalado en estas tierras.Más. El primer cara a cara con el Festival de Sundance, teóricamente el mayor certamen del mundo dedicado al cine independiente, no ayuda a disipar las malas vibraciones. Con el sol todavía holgazaneando en un cielo que afortunadamente muestra pocas nubes, aparece ese enciclopédico ejemplo de caos urbanístico llamado Park City. Casas suburbiales y grandes bloques comerciales con el mismo encanto de las grandes construcciones soviéticas se suceden sin orden aparente a lo largo de un valle (sin mayor encanto que el de las imponentes montañas que lo flanquean) cuyo fin la vista no logra alcanzar. Todo sueño de orientación queda congelado ipso facto. Y no parece que exista aplicación de smartphone alguna capaz de remediar tan angustiosa situación.
Afortunadamente, el conductor del autobús sí que sabe dónde va (con una determinación sin duda adquirida por la obstinada repetición de la ruta, adquirida en un más que probable proceso de prueba-y-error). El cuartel general del festival ha abierto las puertas y ya se están dando las acreditaciones de prensa. El lugar donde se cuece buena parte de la actividad del certamen es el hotel Marriott y tanto su exterior como sobre todo su interior recuerdan, a pequeña escala, al siniestro hotel Overlook. Prohibido coger el ascensor sin el chubasquero equipado. De momento no se han dejado ver las espeluznantes hermanas gemelas que piden que vayamos a jugar con ellas, por el contrario, sí que es imposible dar cuatro pasos sin toparse con algún peón de la ingente horda de voluntarios.
Es de agradecer -sinceramente- el ímpetu y la siempre buena disposición de tan estimables colaboradores, no obstante, no deja de ser indicativo el que un festival de este calibre dependa de tal sobrepoblación de ''almas caritativas'' para que el tren siga en marcha sin descarrilar en la primera curva del recorrido. En todo caso, llega el momento en que debe admitirse que tanta queja se deba quizás al jet lag o, en su defecto, a esta pasión tan nuestra por ese deporte nacional no-oficial que, efectivamente, es el quejarse. Haya paz... y haya también muchas películas, que al fin y al cabo a esto hemos venido. ¿Algún consejo previo por parte de la organización antes de saltar a la piscina? Sí, ''Simplemente elegid lo que más os plazca, no vengáis con demasiados planes preconcebidos''. Robert Redford dixit.
En cristiano: es técnicamente imposible ver todas las películas de una sola sección. La parrilla del festival -repescas aparte- está diseñada para que al espectador asiduo no le quede otro remedio que picotear entre diversos árboles para hacerse una idea general de qué es lo que se cuece en Park City. Si es cierto aquello de que en la variedad está el gusto, a aplicarse la lección se ha dicho. Empieza el periplo fílmico de Sundance '13 con la primera película presentada en lo que en todos los otros certámenes del mundo sería la Sección Oficial a Competición. U.S. Dramatic Competition, para emplear la jerga al uso, abre con el segundo largometraje de Cherien Dabis. Como ya hiciera en su debut, 'Amerrika', la directora palestina plantea un popurrí cultural (estableciendo un diálogo continuo entre occidente y el próximo oriente) que servirá como telón de fondo para desarrollar las relaciones humanas entre sus personajes.
'May in the Summer' trata sobre una afamada escritora que vuelve a su Jordania natal para reunirse con su diezmada familia, pocos días antes de casarse con su prometido, otro brillante intelectual. El problema está en que la madre (cómo no, Hiam Abbass... no hay película ubicada en oriente miedo en la que no aparezca ella, del mismo modo en que, pongamos, no hay película argentina en la que no se deje ver Ricardo Darín), una fanática cristiana, no está dispuesta a consentir que su querida hija se case con un musulmán. Por si fuera poco, el padre (Bill Pullman, sí, está vivo... y con unos cuantos quilos de más), vividor donde los haya, ha decidido reaparecer con una nueva y despampanante novia. Y por si fuera poco, la harmonía entre la protagonista y sus dos hermanas amenaza con romperse debido a la cantidad de secretos que han ido ocultándose las unas a las otras a lo largo de los años.
Para liar más el cotarro, ninguno de los personajes centrales parece hablar cuatro palabras seguidas de árabe, por el contrario, su inglés tiene un acento más cerrado que el del expresidente George W. Bush. La clásica historia de una familia oriental más occidental que el Big Mac, vaya. Si se perdonan estos incomprensibles errores (más bien irrealidades) culturales, en el fondo queda una película colorista y de calado vitalista, en la que los típicos enredos de familia reciben un trato dramático y cómico por igual, siendo ambas facetas igualmente correctas pero a la vez perecederas. Como si se tratara de una versión aguada de Nadine Labaki, lo nuevo de Dabis se ve con agrado y no se hace pesado en ningún momento, sin embargo, su falta de riesgo y su conformismo semi-ingenuo hacen que la propuesta caiga en el olvido desde el mismo momento en que se vuelven a encender las luces de la sala de proyección.
Mucha mejor acogida ha tenido el pistoletazo de salida de la Sección World Cinema Dramatic Competition (la equivalente ''internacional'' a la Sección Oficial a Competición, y prueba de que Sundance mira más allá de las fronteras de Estados Unidos). 'Crystal Fairy' es exactamente la marcianada que deja intuir un rápido vistazo a su ficha técnica. En ella vemos un equipo casi exclusivamente compuesto por capital humano chileno (Sebastián Silva en funciones de guionista y actor; Pablo Larraín ejerciendo de productor; los hermanos de Silva, Juan Andrés, Agustín y José Miguel, componiendo buena parte del reparto...), y una cara reconocible para toda la comunidad cinéfila: Michael Cera (tan o más raro que el caso de la familia jordana con acento yankee).
Este actor con el extraño don de parecer más joven a cada año que pasa (y que ya ha anunciado una nueva colaboración con Sebastián Silva... bienvenida sea), a diferencia de este cronista, se lo pasa teta en terreno ajeno desde el primerísimo momento, y lidera magistralmente el cartel de una aventura solo definible como la mezcla imposible entre 'Y tu mamá también', el universo de Wes Anderson y, por qué no, el de Thomas S. Hunter. Gamberrismo y experimentación con drogas duras se conjugan en una road movie de singular fuerza -y ternura en su tramo final- en la que su delicioso humor surrealista (hasta donde caben los brutales golpes subliminales de William Friedkin en 'El exorcista') tiene la virtud de fluir como la vía más natural. Atractivo, estimulante y a ratos desternillante cóctel, orgulloso ejemplo del anti-mainstream del que tanto se alardea en Park City. Ideal para apaciguar las quejas del viajero al que casi todo le resulta hostil... segura y simplemente porqué todavía esté ajustándose a una nueva franja horaria.
Mañana, más.
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Por Víctor Esquirol Molinas