Serbios, japoneses y otros monstruos
Vía Festival de Sitges
por reporter 15 de octubre de 2010
Ayer tuvimos que asegurar en más de una ocasión ques eguíamos en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, aunque las películas proyectadas quisieran demostrar lo contrario. Hoy no ha habido lugar para ningún tipo de duda. El certamen de el Garraf ha recuperado su esencia en menos que canta un gallo, lo cual, estando donde estamos ahora, significa que, o bien la fantasía se ha apoderado de nuevo de la gran pantalla, o bien el terror ha vuelto calar en el público... o bien las experiencias cinematográficas más extremas han estallado en el patio de butacas. Hoy hemos tenido todo esto... "y mucho más", como suele decirse. Sé que el elemento más tentador es el último; sé que lo que más interesa ahora mismo es saber si los serbios han cumplido o no sus promesas. Pero vayamos por partes, in crescendo y dejando las animaladas como traca final. Todo el mundo tranquilo, lo que ha venido antes también ha tenido mucho interés.
Para no inquietar demasiado al personal, empezamos con una de las grandes atracciones de esta 43ª edición del Festival de Sitges, 'Monsters', presentada en la Sección Oficial Fantàstic en Competición. ¿Se acuerdan de la advertencia que nos mandó Jim Mickle antes de la proyección de su 'Stake Land'? Pues algo muy similar se podría decir de la cinta que ha abierto la octava jornada. Cuidado, no es una película de monstruos (a pesar de que el título diga lo contrario)... es una película con monstruos. Otro ejemplo similar... ¿Cómo se nos vendió la ópera prima de Edgar Wright? Como "una comedia romántica con zombies". Nos vamos acercando. Última comparación. ¿Se acuerda alguien de la razón por la que tanta gente salía indignada de ver 'El bosque', aquella obra maestra de M. Night Shyamalan? Correcto, porque nos la vendieron como un producto de terror al uso. Con estos tres incisos ya tenemos el retrato robot del debut fílmico de Gareth Edwards.
Al ver los primeros avances, era muy fácil asociar la propuesta a otras de tanta repercusión como 'Monstruoso' o 'District 9'. Esto es, un proyecto insignia de la era digital, en el que el director se implica al máximo (Edwards realiza, escribe y se encarga de los efectos especiales) y cuyo bajo presupuesto (comparándolo con las súper-producciones hollywoodienses, claro está... éste ronda el cuarto de millón de dólares, dicen) no supone un impedimento para la espectacularidad. Los "monstruos" tienen todo esto, pero antes de que lleguen a nuestras salas de cine, y sin saber aún cómo van a promocionarse, es la obligación de los que los hemos visto, de advertir a todos aquellos deseosos de hincarles el diente que no esperen de ellos el típico filme de criaturas horripilantes persiguiendo a los sufridos protagonistas, sin darles un segundo de tregua.
Bien es cierto que tenemos a una parejita de jóvenes que tendrá que andar con pies de plomo a la hora de cruzar el norte de México para llegar a los Estados Unidos, pues dicha zona está en cuarentena desde hace más de un lustro, al estar invadida por engendros gigantes provinentes del espacio exterior. Bien es cierto que la primera escena, que nos recuerda ligeramente al 'Redacted' de Brian De Palma, puede sugerir que vamos a empaparnos de acción. Pero no es así. ¿Es esto malo? Sí, por el factor "decepción", pero una vez superado este pequeño chasco, hay que saber apreciar el encanto -que lo tiene- de esta a la postre singularísima obra. Ahí está el ritmo pausado y contemplativo del viaje; una fotografía impecable (excelente trato de la luz del crepúsculo y del amanecer) unos efectos visuales sabiamente empleados, y sobretodo, la relación entre los dos protagonistas, que gozan de una profundidad que pocos podían prever antes de que empezara la proyección. Que nadie espere un giro radical en los eventos, los primeros compases del filme, marcados por el clásico "chico conoce a chica", marcarán el camino para el resto de la aventura... y si además tenemos la suerte de ver algún calamar gigante, mejor. La clave está en la presencia del actor Scoot McNairy, que más que ir a la caza de criaturas espaciales... sigue "buscando un beso a medianoche", como ya hiciera en la muy estimable cinta del año 2007 firmada por Alex Holdridge. Una apuesta muy valiente. Sí, es un drama romántico... con la aparición estelar de algún ser aterrador; es una monster movie con espíritu mumblecore. Quedan avisados.
Donde no podíamos ir prevenidos de ninguna de las maneras era con 'Red Nights', el otro título de la jornada presentado en la Sección principal del certamen. Esta incertidumbre se debía principalmente al total desconocimiento de la pareja francesa afincada desde hace tiempo en Hong Kong y compuesta por Julien Carbon y Laurent Courtiaud (en la imagen). Una de las muchas cosas que hemos aprendido de nuestro querido Gaspar Noé es que la mezcla de nacionalidad francesa con cualquier otra, promete como mínimo mucha dinamita. El autor de 'Irreversible' es franco-argentino... el dúo que hoy nos concierne combina su identidad gala con la del lejano oriente. Agáchense y tápense las orejas... que de allí puede salir lo que Chuck quiera.
En efecto, este thriller teñido de rojo sangre no se hace esperar a la hora de mostrar sus armas... lo cual no quiere decir que renuncie en algún momento al potentísimo halo de misterio que le rodea. Este formidable ejercicio de estilo visual (muy remarcable la manera de jugar con la luz artificial y el diseño de interiores) avanza a ritmo lento y con una narrativa algo dispersa que, aunque nosotros sepamos en todo momento el objeto de deseo por el que se pelean a muerte tres femmes fatalales, parece no desvelar nunca sus verdaderas intenciones. Es tal esta sensación que, incluso cuando desfilan por la pantalla los títulos de crédito finales, y después de haber disfrutado de una recta final en la que abunda la buena acción y el sadismo de alto standing, a uno todavía no le queda claro qué es lo que pretendía contarnos esta pareja de consagrados guionistas... lo cual es frustrante, pero a la vez ayuda a estas "noches rojas" a desmarcarse del resto de productos del género. Una rareza típica de este tipo de festivales, que como tal merece ser atendida por nuestra curiosidad... pero con la debida cautela.
¿Alguien dijo rarezas? El famoso publicista brasileño João Daniel Tikhomiroff ha preferido quedarse en Sitges antes que ir a Chicago (donde ahora mismo se está celebrando un certamen dedicado al séptimo arte) para presentar en sociedad 'Besouro', en castellano "escarabajo", en referencia al héroe nacional y mítico maestro de la capoeira de principios del siglo XX. En el año 1924, para ser más concretos, es cuando empieza la acción de este biopic que huye de los convencionalismos del género, asentándose en un evidente gusto por lo fantástico para construir su relato, requisito imprescindible, dicen, para entrar en Sitges... a parte de la sabida adoración por la película que siente Àngel Sala desde la última Berlinale, que también es un factor a tener en cuenta. Así pues, no confíen en ver la típica propuesta de artes marciales.
Lástima, porque por lo menos servidor estaba deseoso de ver cómo las patadas capoeiristas ponían en duda el monopolio asiático en este campo. Pero no es así, no sólo porque las escenas de acción dejen bastante que desear (en esta línea, el breve encontronazo de Tony Jaa con Lateef Crowder en la espectacular 'Thai Dragon' era mucho más gratificante que cualquier lucha de 'Besouro'), sino porque éstas tardan demasiado en hacer acto de presencia. Así, mientras no se nos ofrece ninguna excusa para descargar adrenalina, hay que contentarse con el retrato de la lucha por la igualdad racial y el peculiar discurso de Tikhomiroff que bascula entre la realidad y la fantasía, y que nos mete de lleno en el imaginario popular brasileño, a la vez que reflexiona sobre la repercusión de los mitos en un determinado colectivo. Aspectos interesantes, pero insuficientes para salvar una cinta de acción... si es que no hemos pecado del "efecto Monsters".
Y ahora sí, asegúrense que los niños no miran y abran paso a los locos. Con todos ustedes, y directamente venidos de la institución mental de Shutter Island, Sion Sono y Srdjan Spasojevic. Peligro. Y glándulas salivales de mucha gente en pleno funcionamiento. Al fin y al cabo (hoy sí podemos decirlo en voz alta), estamos en Sitges, y aquí en parte se viene a sufrir; a salir de la sala de cine con el estómago revuelto... y la mente seriamente dañada. Empecemos con el suministrador de dolor provinente de tierras japonesas, y autor de la faraónica 'Love exposure', cinta de cuatro horas de duración gracias a la cual va a tener siempre abiertas las puertas de eventos como el que nos ocupa estos días. Precisamente de esta obra coge prestados determinados elementos (la muerte de la madre que entorpece la convivencia en el hogar, la presencia del cristianismo, el uso de la música de corte clásico en escenas incómodas...) para reconstruir en 'Cold Fish' un caso supuestamente verídico que -por su brutalidad- conmocionó a la sociedad nipona hará unos años.
Se trata básicamente, echando mano de metáforas, de un hombre que tiene la desgracia de caer en una pecera llena de pirañas. Un pobre y mandado cabeza de familia propietario de una tienda de peces tropicales que va a topar frontalmente con el abismo, llámese Sr. Murata (especie de Dexter de ojos rasgados que tras una actitud amigable, esconde a una bestia especializada en "hacer invisible" a la gente que se interponga en su camino hacia el éxito, es decir, en cargarse de la manera más escalofriante a cualquier competidor en el negocio), llámese submundo en el que tienen cabida todas las perversiones del ser humano, una materia en la que Sono se doctoró hace mucho tiempo. Libertinaje desmedido, lujuria, avaricia, chantajes, maltratos, amenazas, abusos sexuales y asesinatos serán algunos de los destinos marcados en este ticket de ida -y sin regreso- al mismísimo infierno. Enfermiza, degenerada e insufriblemente cautivadora. 100% Sono.
Cerremos la carpeta asiática y abramos la de la antigua Yugoslavia. Ha llegado por fin la hora de enfrentarse a la propuesta más bestia de este festival... ¿y de la historia? Cuando la selección italiana de fútbol cancela un partido pocos minutos después de haberse dado la patada inicial, es porque los serbios han tomado el control del estadio. Cuando justo al salir de una sala de cine, un enjambre de periodistas de radio y televisión aborda a unos espectadores con cara de shock para saber cuáles son sus impresiones respecto a lo que acaban de ver, es que los serbios han mostrado lo último en provocación en el celuloide. 'A Serbian Film', presentado al igual que la "perla" de Sion Sono en la Sección Oficial Fantàstic Panorama en Competición, no es el nuevo ejemplo de comedia spoof tipo 'Spanish Movie', ni mucho menos. Es una película que más que pasar las fronteras de la ética, defeca en ellas... y si le da la gana, directamente las viola.
La historia nos presenta a Milos, una estrella del porno retirada que, añorada de tiempos pasados y deseosa de traer comida al plato de su familia, decide aceptar un último trabajo, sometiéndose a las órdenes de un misterioso director que pretende revolucionar la industria. Una vez hecho el trabajito, y aún bajo el efecto de algunas sustancias psicotrópicas, el protagonista irá recordando los eventos que habrán marcado la peor noche de su vida. No es un filme mal dirigido (el trato de la imagen es bueno y se imprime al relato la dosis necesaria de efectismo); tampoco mal interpretado... pero en este caso son aspectos que no importan nada. Lo único que permanece después de tan asfixiante experiencia es un trauma que amenaza con acompañarnos durante muchísimo tiempo. Podemos consolarnos pensando que no es más que una tontería que sólo busca provocar y levantar polémica, pero eso no restará poder a unas imágenes tan explícitas, tan impactantes... tan asquerosas. ¿Qué calificativo merece sino el "newborn porn" (porno con recién nacidos)? Éste es sin lugar a dudas el peor atentado a nuestra cordura perpetuado por Spasojevic, pero ahí no se acaban las pesadillas mostradas por esta repugnante película. Un compendio interminable de imágenes dantescas que me niego a reproducir en este espacio, porque confío en olvidar algún día el horror que he vivido hoy. Lo más repulsivo que he visto en mi vida. El año 2008 nos dio la máxima expresión del torture porn con 'Martyrs'; el año 2009 nos dejó la escatología gore de 'The Human Centipede' y en el 2010 nos topamos con este cóctel molotov de snuff movie combinado con porno... Se le ponen a uno los pelos de punta al imaginarse qué nos deparará la próxima edición de Sitges.
Mañana más.
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por Víctor Esquirol Molinas