Pérdidas varias
Vía Festival de Sitges
por reporter 12 de octubre de 2011
Se desprende de una de las incontables ramificaciones de la archiconocida y fatalista ley de Murphy que solamente valoramos algo cuando lo perdemos. Pregunten a cualquier usuario de Blackberry, que en un día habrá pasado de estar en la cresta de la ola del siglo XXI, a lo más bajo de la edad de piedra (o al menos esta es la sensación con la que seguramente se habrá quedado). A las puertas del temido año 2012 (cuando llegue, no olviden que Roland Emmerich nos lo advirtió), disponer de conexión de internet las 24 horas del día, sin importar dónde se esté es poco menos que un derecho universal; un estándar que debemos exigir. Es normal consultar el mail o saber dónde estamos exactamente, cuando y cómo queramos. Nadie piensa en ello...
Excepto cuando una fuerza superior nos niega dicho derecho sagrado. Es entonces cuando la desgracia nos hace llorar la pérdida, y evaluar la diferencia entre el antes y el después... y entre el después y el antes. El concienzudo balance lleva siempre a la misma conclusión: ¡Qué bien estábamos antes de la pérdida! Entonces rezamos para que todo vuelva a la normalidad, y juramos apreciar mejor los regalos que se nos concedan de aquí en adelante... para después hacer justo lo contrario y caer así en un círculo vicioso en el que el arrepentimiento en el lecho de muerte es el pan de cada día. Pero esto ya no interesa, centrémonos en la pérdida, tema sobre el que hoy en Sitges hemos recibido diversas lecciones a retener.
La más contundente de todas ha sido de lejos la ofrecida por 'Twixt', que no es el nombre de una nueva y empalagosa chocolatina -¡lástima!-, sino el último largometraje de esa leyenda viva del séptimo arte que responde al nombre de Francis Ford Coppola. En pie para la ovación el Auditori del hotel Melià para el autor de la trilogía de 'El Padrino' o 'Apocalypse Now'. En pie e inmediatamente después de cuclillas, o bajo tierra si se puede, porque aunque duela admitirlo, lo nuevo de Coppola produce algo muy cercano a la vergüenza ajena. Del mismo autor fue una de las muchas transiciones a la gran pantalla del Drácula de Bram Stoker. Se trataba de una adaptación que en su momento causó sensación, pero que vista ahora se nota que, al contrario que su personaje central, ha envejecido fatal; ha perdido su fuerza original.
El visionado de 'Twixt' es lo más parecido a estar frente a una película cuyo proceso de envejecimiento ya se encuentra en una fase muy avanzada, incluso antes de que se haya descorchado. En la misma línea, cuando de aquí cincuenta años algún insensato se atreva a recuperar esta cinta y vea a su protagonista no pensará en lo joven que se veía Val Kilmer, sino lo viejo, hinchado y demacrado que estaba. Este es el panorama que presenta una historia que sigue los pasos de un escritor de tercera, copia barata de Stephen King, en busca de la inspiración para una novela que marque un punto de inflexión en su decadente carrera.
Permiso para pensar con malicia en el director y el protagonista del filme, la mejor manera de entonarse con un juego meta ficticio en el que el naufragio no lo evita ni la participación estelar del mismísimo Edgar Allan Poe. Imposible con una dirección tan irreconociblemente basta y descuidada. Imposible con una trama que combina de forma tan manida el noir con elementos oníricos y otros delirios (además de un 3D únicamente empleado en dos escenas que da nuevo sentido al concepto "estafa"). Lo más triste del asunto es que más que evidenciarse que papá Coppola ha perdido el rumbo, parece que no tiene ningún interés en recuperarlo. Eso sí, la deriva nos regala algunos momentos de sonrisas, aunque no queda claro si éstas son para reírse "con" o "de" su autor.
La siguiente enseñanza sobre las pérdidas corre a cargo de un cineasta de casa, que hace tiempo demostró haberle perdido el miedo a tratar de la forma más divertidamente destroyer alguno de los iconos más intocables de nuestra sociedad. Así lo demostró en su gamberro cortometraje 'Coming to Town', en el que seguía las aventuras del miembro más peligroso de la familia de Papá Noel. Era el hermano de nuestro querido Santa, que ejercía de oveja negra impartiendo justicia de la manera más desagradable posible con los niños que peor se habían portado a lo largo del año. Saltaba a la vista que en algún momento de su vida, Carles Torrens perdió el miedo al riesgo.
Lo que demuestra con su primer largo, 'Emergo' (que precedió la entrega del Gran Premio Honorífico al gran Bryan Singer), es que ha perdido la valentía y ha optado por una jugada mucho más segura. Y es que este filme semi-americano capitaneado por una spanish crew en la que encontramos valores al alza como Rodrigo Cortés (que para la ocasión ejerce de guionista y productor), decide adoptar una posición acomodaticia y subirse al carro de los vencedores, que en estos días no es otro que el del terror low cost, aquel en el que el juego entre realidad ficción parece constituir el único argumento para crear terror. 'El proyecto de la bruja de Blair', 'Paranormal Activity', el pionero y genial programa maldito de la BBC 'Ghostwatch', incluso el clásico 'La leyenda de la casa del infierno', son solo algunas de las más reconocibles piezas que forman un puzzle que a estas alturas ya hemos visto centenares de veces antes pero que -por qué no admitirlo- demuestra un gran sentido del espectáculo, descubriéndose como un entretenimiento la mar de efectivo, en especial para todos los amantes del subgénero paranormal contemporáneo.
Sin alejarnos del leitmotiv de hoy, la siguiente propuesta nos presenta a un vigilante de centro comercial cuya grisácea vida va a dar un vuelco el día en que una bomba estalle en su sitio de trabajo. A partir de aquí, Koen Mortier empieza a interpretar un sentidísimo homenaje a todas las personas que pierden la vida en la explosión, que van a aparecérsele en forma de fantasma a nuestro sufrido protagonista, que ahora añora lo perdido, en su caso los maravillosos tiempos en los que no le pasaba nada extraordinario. '22nd of May' hace de su estructura repetitiva una virtud para componer un sensible y a ratos espectacular réquiem que supone una de las más agradables sorpresas que nos ha dado la Sección Noves Visions en lo que llevamos de festival.
Por último, un intenso programa cuádruple dedicado al "kaidan", relato japonés de terror y fantasía que ya se daba por perdido, pero que la cadena NHK decidió resucitar de la mano de cuatro prestigiosos cineastas. Nadie mejor para empezar el periplo que Hirokazu Kore-eda, al que se ha comparado en demasiadas ocasiones con el maestro Yasujiro Ozu, situándosele así en la órbita más clasicista del séptimo arte. Pero, ojo, que cuando quiere, se pone lo marciano que haga falta (véanse 'Afer Life' o 'Air Doll'). Con 'Los días después' nos ofrece una pizca de sus dos facetas. Cuanto antes se haga el público a la idea de que no va a ver una película de terror al uso, antes aceptará la belleza de un cuento que, con un leve toque fantástico, nos habla con delicadeza sobre la fractura y el dolor de la pérdida (en este caso, el de un hijo recientemente fallecido). Lo mismo que si hablara de la hibernación del oso pardo, porque siempre da gusto ver cualquier historia narrada por uno de los directores con mejor savoir faire en la puesta en escena de todo el panorama internacional.
El siguiente invitado estrella es el temible Shinya Tsukamoto, que a pesar de los recelos que pueda levantar cualquier aparición suya, sorprende en esta ocasión con 'The Whisteler', cuento que podría definirse como el "a priori" del comentado justo antes. Si aquel nos hablaba de los efectos de la pérdida, éste hace lo mismo pero centrándose en el pánico que produce tenerla en el horizonte. De esto trata la historia de una joven que debe lidiar con una hermana enferma terminal y con el amor imposible con un soldado al que acaban de llamar a filas. Arrebatos sísmicos marca de la casa a parte, este "kaidanpisode" se ve y se digiere con agrado e interés creciente... todo un logro en la carrera reciente de Tsukamoto.
Por su parte, Lee Sang-il y Masayuki Ochiai presentan respectivamente 'The Nose' (sobre un hombre que en plena era Heia vive en permanente reclusión por culpa de su nariz exageradamente desproporcionada) y 'The Arm' (sobre un curioso trueque de brazos). Siendo estas las entregas más flojas, no deja de sorprender en cierta medida el curioso repaso anatómico con el sello kaidan, que tanto en uno como otro caso nos habla de la pérdida de la dignidad... y de lo espeluznante que ésta puede llegar a ser. Una lección que tendrían a bien aplicarse las celebridades que abrían la crónica de hoy.
Mañana, más.
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Por Víctor Esquirol Molinas