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Monstruosa melee

Vía Festival de Sitges por 13 de octubre de 2011
Los monstruos son aquellas criaturas normalmente imaginarias que nos siguen allá donde vayamos, porque ya sean inventados o no, su razón de existir es aterrorizarnos. El terror también nos acompaña siempre: debajo de la cama, en el armario, en la cocina, al final del pasillo, en los rincones más oscuros de la casa... es allí donde estos seres temibles esperan pacientemente a que nos despistemos, para luego atacar sin piedad. Los monstruos pueden ser también aquellas personas que merecen nuestro respeto por sobresalir notablemente en su campo de actuación. Messi no es un jugador cualquiera; es un monstruo del fútbol. Stanley Kubrick no era un director cualquiera; era un monstruo del séptimo arte.

Ambas acepciones de "monstruo" encajan perfectamente con la filosofía del Festival de Cine Fantástico de Sitges, ya que a través de ellos se estimulan nuestras fantasías y miedos. Además, no hay que olvidar que, más allá del excelente ambiente que se respira siempre en esta localidad, aquí se vienen a ver buenas películas. Aquellas que esperan en un rincón oscuro para luego atacar sin piedad, y dejar huella en el espectador. Por esto cada edición de dicho certamen parece reservarse una jornada para abordar dicha temática, porque en Sitges, los monstruos son más que bienvenidos.

Es tanto el amor que se siente por ellos, que se termina planteando la eterna pregunta: ¿A quién queremos más? ¿Cuál es el más fuerte? ¿Cuál es el mejor? Cuántas veces habremos planteado este enigma con nuestros súper-héroes favoritos... y cuántas veces habrá hecho lo propio el cineasta Jesse T. Cook pero con sus criaturas horripilantes preferidas. Esto es lo que se desprende al ver su irrelevante pero divertida 'Monster Brawl', una de las cintas que más interés ha levantado en la Sección Midnight X-Treme, y que nos pone en el supuesto de un torneo de lucha libre de monstruos para determinar cuál de ellos merece ser el campeón mundial.

La Momia, Lady Drácula, la Criatura del Pantano, El Hombre Lobo, Frankenstein, el Cíclope, un zombie y una bruja. Divididos en dos selecciones que separan "criaturas" de "no-muertos", todos ellos batallan en el ring para defender a muerte sus intereses. Presentada con el encanto casposo de cualquier retransmisión de wrestling, la película no defrauda en lo que a combates se refiere, y se las ingenia para ir introduciendo pequeños cambios y estímulos para que la fórmula no llegue al prematuro agotamiento al que parece condenada, y para que esperemos con ganas la segunda entrega, en la que se determine cuál de los supervivientes va a erigirse como campeón mundial del horror.

Los que seguramente van volver a casa de vacío van a ser Alexandre Bustillo y Julien Maury, dupla queridísima en Sitges, desde que en el 2007 presentaran en sociedad 'À l'intérieur', una de las cintas de terror europeo más impactantes de los últimos tiempos. Después de ver su segundo largometraje, 'Livide', uno se queda con la desagradable sensación de que esta pareja no ha aguantado el peso de cuatro años de hype. Para entendernos, este esperadísimo nuevo trabajo (que nos propone una noche de miedo en una lúgubre mansión que supuestamente esconde un tesoro de valor incalculabe) no cumple las expectativas, no porque Bustillo y Maury hayan prescindido del terror más bestia que les dio la fama, sino por lo descompensado del conjunto. El primer tramo del filme es de una calidad notable, ejecutándose un brillante ejercicio de ambientación que tienen en el gótico y el giallo algunas de sus principales fuentes. La segunda mitad es todo lo contrario, una carrera torpe y precipitada en la que los participantes llegan tropezando a la línea de meta. Se muestran imágenes y conceptos poderosos, pero sin contenido. Es como un poema de terror (que como tal se muestra ilógico en más de un tramo) con rimas pegadizas, pero cuyo mensaje no permanece. Es como un monstruo que enseña los dientes, pero no se lanza a la yugular.

El próximo anfitrión es un viejo conocido, aunque de momento cuente en su haber con sólo dos largometrajes. El primero, el título de culto 'Los cronocrímenes', el segundo va por el mismo camino, y su título es... 'Extraterrestre'. Elemental. Lástima que la ópera prima de Gareth Edwards, 'Monsters', otro perro verde, pasara desapercibida cuando llegó a nuestras pantallas, porque nos ahorraría las presentaciones. El caso es que se trataba de una maravillosa estafa: no era una película de monstruos; era una road movie acaramelada... con algún monstruo pasando por ahí. Algo similar, aunque a escala algo más claustrofóbica, propone Nacho Vigalondo en. No esperen una lucha sangrienta contra una raza invasora del espacio; esperen una comedia romántica con un OVNI de fondo. Cuando antes lo acepten, antes disfrutarán de las relaciones -y sus intentos- que establecen cuatro actores que encandilan y que saben sacarle partido a un guión algo irregular, pero inteligente, brillante e incluso desternillante en sus mejores momentos.

Como todavía seguimos con ganas de monstruos, nos vamos a Japón y le hincamos el diente a 'A Letter to Momo', que no tiene nada que ver con el mítico personaje creado por Michael Ende, sino con una niña que acompaña a su madre al pueblo isleño en el que ésta última se crió, y que lleva en la mano la carta que le escribió su padre momentos antes de fallecer. Carta en la que sólo hay escritas las palabras "Querida Momo,". Al poco tiempo de instalarse en su nuevo hogar, la chiquilla va a descubrir que la casa está invadida por... efectivamente, monstruos, en este caso de la era Edo, y cuyas intenciones no quedarán del todo claras hasta bien avanzada la trama.

Así arranca la nueva película de Hiroyuki Okiura, autor del título de culto anime 'Jin-Roh' y que en esta ocasión tiene todos los números para trascender más allá de los círculos otaku. Pronóstico nada descabellado, porque lo que tenemos ante nosotros es los que los estudios Ghibli llevan persiguiendo con tanta desesperación desde hace tanto tiempo: alguien que pueda considerarse como digno sucesor del maestro Hayao Miyazaki. Esta cinta puede significar el fin de la búsqueda, porque alguno de sus planteamientos nos remite directamente a la inmensa 'Mi vecino Totoro', porque tiene un refinadísimo gusto por el detalle, porque reivindica el pincel como arma todavía útil en el sector, porque está llena de bondad... y porque desborda inventiva. He aquí el fruto de siete duros años de trabajo por parte de Okiura y su equipo: una pequeña gran gema de la animación.

Del Japón más amable a la Francia más despiadada. Allí nos topamos con la muy prometedora ópera prima de Jean-Baptiste Léonetti, 'Carré blanc', que no va de políticos que superan el récord mundial de salto de altura sin bajarse del coche, sino de -a que no lo adivinan- monstruos. Monstruos que adoptan apariencia humana, en un desesperanzador futuro que mezcla con acierto el imaginario de Huxley con el de Orwell, todo salteado con el característico aroma del Soylent Green de Harry Harrison. Con un destacable sentido de la estética y la provocación (que recuerda ligeramente a la ingeniosa frialdad de la griega 'Canino') y una atípica narrativa, Léonetti nos describe el día a día de un empresario que somete a sus compañeros de trabajo a una serie de pruebas despiadadas. Es esta una de las sorpresas más agradables de la Sección Oficial Fantàstic, en la que el autor reflexiona sobre los peligros de la obediencia sistemática, al tiempo que ofrece una interesantísima y pesimista radiografía del ser humano, que de verse cumplirse sus profecías, se encamina hacia un horripilante punto de no retorno en el que el salvajismo y la brutalidad social terminen convirtiéndonos a todos en seres... monstruosos.

En la siguiente propuesta no hay que temer por la aparición de ninguna criatura horrenda, sino por la de un enigma de proporciones -una vez más- monstruosas, que a día de hoy sigue sin estar del todo resuelto. ¿A alguien le dicen algo las palabras "TOYNBEE IDEA IN MOViE '2001 RESURRECT DEAD ON PLANET JUPiTER"? Seguramente no, pero es sin duda una sucesión de conceptos que por lo menos despertará la curiosidad de más de uno. Así lo hizo al menos en Jon Foy por una parte y Justin Duerr, Colin Smith y Steve Weinik por otra, director y protagonistas respectivamente de uno de los documentales más sorprendentes de la temporada: 'Resurrect Dead: The Mystery of the Toynbee Tiles'. Tómense el tiempo que haga falta para aprenderse el título y para ponerlo en su radar, no lo lamentarán, pues estamos ante el que podría ser definido como el 'Catfish' (véanse Henry Joost y Ariel Schulman) de este año, un documental cuyos responsables se verán obligados a jurar una y otra vez que nada de lo mostrado es inventado; que todo es cierto.

Porque a veces la realidad supera a la ficción, y éste es uno de estos casos. ¿En qué consiste? En la aparición, primero en los Estados Unidos y después en el resto del mundo, de unos enigmáticos carteles en la calzada en los que pueden leerse las palabras citadas antes. Carteles que aparecen en el año 94 y que lentamente se dejan ver en otras muchas urbes del mundo, creando un misterio irresistible. Quizás sea el último grito en arte urbano, quizás se trate de una broma pesada, quizás sean señales que esperan ser descifradas. Jon Foy (que es la viva imagen del compromiso total con el cine, al multiplicar éste sus tareas para la causa, incluida la composición de una de las partituras más prodigiosas que se han oído últimamente) aprovecha el innegable gancho del punto de partida y nos deleita con una trama detectivesca freak irresistible, que parece sacada de la mente del Chris Carter en el apogeo de su máxima creatividad. En efecto, es un expediente X, un galimatías, una ramificación del críptico e inmenso laberinto sin salida de la teoría de la conspiración. Es un thriller de una obsesión, que ni el mejor guionista habría concebido.

Por último, el plato fuerte. La película más esperada del festival. LA película de este año en Sitges. Abalada por el arrollador éxito que cosechó en Toronto, 'The Raid', cinta indonesia del galés Gareth Evans, que repite colaboración con el maestro del arte marcial silant, Iko Uwais, después de la interesante 'Merantau'. En esta ocasión la premisa es muy similar al título de culto en este certamen 'La Horde', en el que un grupo de policías se veía atrapado en un edificio plagado por muertos-vivientes. Lo mismo sucede aquí, pero ahora es un escuadrón de élite, que tras una operación frustrada, deberá hacer lo imposible para salir de la trampa mortal en la que se ha convertido un bloque de apartamentos plagado de mafiosos con pocas ganas de dialogar, y aún menos de mostrar piedad alguna hacia sus invitados.

O lo que viene a ser lo mismo: el videojuego hecho película. En el mejor de los sentidos. Tanto en su versión shooter como en la beat'em up, 'The Raid' da siempre lo que promete, un subidón de adrenalina en estado puro. De estos que hacen que el público llegue al final de la sesión sudado y jadeando. Si además dicha sesión es en Sitges, el espectador terminará afónico. Pocas veces se ha visto tanto éxtasis en una sala de cine, y es que la ocasión lo requería, pues lo que se ha visto hoy en pantalla es directamente una de las mejores películas de acción de todos los tiempos. Así de claro. De los estruendosos tiroteos a las agotadoras reyertas, todo; absolutamente todo está planificado y ejecutado a la perfección, para que la testosterona -que la hay a toneladas- no empañe la claridad de un show soberbio, intensísimo, de aquellos que están en peligro de extinción. Afortunadamente, siguen existiendo, y esto es motivo más que suficiente para la celebración, porque 'The Raid' no es una película cualquiera; es un monstruo del cine-espectáculo.

Mañana, más.

Por Víctor Esquirol Molinas

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