Problemas domésticos
Vía Festival de Sitges
por reporter 14 de octubre de 2011
Los problemas domésticos son aquellos que sólo se palpan en el lugar en el que se producen. En el entorno familiar se usa el concepto de "los trapos sucios", porque apestan, pero su olor no pasa del umbral de la puerta. Son asunto de la(s) persona(s) que los sufre(n), y no salpican al resto del mundo. En la ciudad del pecado se dice aquello de "Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas". Así pues, todo lo acaecido en los míticos casinos de Nevada va directo a la carpeta de "asuntos internos", de modo que el resto de los Estados Unidos no tiene por qué enterarse de todas las desgracias que se dan lugar en aquel desierto dejado de la mano de Dios.
Eso sí, por muy endémico que sea su carácter, hay que procurar por todos los medios que dichos problemas no se desmadren, porque al haber estado encerrados durante tanto tiempo, pueden producir una explosión cuya onda expansiva alcance a muchas más víctimas colaterales de las deseables. De lo que se trata aquí es de dar con una cura antes de que la destrucción pase las fronteras, porque es entonces cuando la vergüenza se convierte en bochorno, o el drama en tragedia. Más vale prevenir que curar. Una receta siempre efectiva que también tiene validez con los problemas domésticos.
Un ejemplo de ello lo encontramos en la isla del brujo Próspero... o mejor dicho, la bruja Próspera. Puede que con dicho cambio de sexo en el papel protagonista de la función, un tal William Shakespeare ahora mismo se esté removiendo en su tumba. Es lo que tienen las blasfemias, un pecado con el que está muy familiarizada Julie Taymor, directora que en su penúltima película 'Across the Universe', parecía empeñada en vendernos toneladas de colonia, en vez de rendir homenaje a los Beattles. El caso es que en 'The Tempest', el... perdón, la bruja Próspera tiene un problema doméstico de los gordos: ha sido traicionada por su propia familia para usurparle lo que por derecho era suyo, y debe estar siempre alerta para que nadie ose siquiera mancillar el honor de su bella hija.
Demasiadas preocupaciones con las que lidiar, y claro, con tanto stress, es normal que las cosas se salgan de madre, nunca mejor dicho. Hasta aquí las presentaciones y los cambios más relevantes con respecto al original teatral. El resto se desarrolla con los habituales excesos visuales d Taymor, a veces impactantes y otras muchas irrisorios. Afortunadamente, ni todos los efectos especiales del mundo pueden lapidar los grandes clásicos de la literatura, y Shakespeare no es la excepción. Con la energía de la más despiadada tempestad, el texto del inmortal autor británico coge fuerza, debido sobre todo al talento interpretativo de un reparto de lujo. El resultado final de esta adaptación dista mucho del Kenneth Branagh más inspirado, aún así 'The Tempest' sigue siendo una aceptable vía de acercamiento a una de las obras en la sombra del genio Shakspeare.
El siguiente problema doméstico nos presenta a una madre, su hijo y la novia de éste último conviviendo en una pequeña casa situada en una playa. La aparente cordialidad con la que conviven encierra un sinfín de recelos entre sus miembros... y un terrible secreto que puede cambiarlo todo. Todo este mal rollo encierra 'Womb', nuevo trabajo del húngaro Benedek Fliegauf (en la imagen), protagonizado por Eva Green y Matt "Dr. Who" Smith. Se trata de un cuento futurista que va a rebufo de la muy recomendable 'Nunca me abandones', de Mark Romanec. Un cuento en el que los seres humanos clonados son una realidad que la sociedad ve aún con desconfianza (lo que sería el racismo venidero), pero que a la vez pueden ser usados a modo de segunda oportunidad, o para hacer florecer dramones familiares inquietantes. Con una narrativa gélida y escueta y un ritmo lento pero nunca pesado, Fliegauf nos mete de lleno en un paraje atractivo a los ojos y hostil a los sentimientos. Un delicado viaje a la melancolía.
El siguiente problema doméstico, 'Kill List', de Ben Wheatley, nos lleva al interior de una casa británica, en la que un niño de corta edad contempla con terror cómo sus padres discuten en silencio. No oye sus voces, pero sí los violentos ruidos que emiten al interactuar con su entorno. La convivencia familiar es imposible debido a los recientes traumas que ha sufrido el padre (un soldado retirado), y que le impiden llevar una vida mentalmente estable. Tanta crispación hogareña va a terminar cuando el mejor amigo del protagonista le proponga a éste un trabajo de asesino a sueldo muy bien remunerado en el que hay que dar caza a tres personas.
Lo que a priori debía ser un encargo sencillo, llevará a nuestros héroes a enfrentarse a fuerzas de una maldad inimaginable. Del mismo modo, lo que a priori pintaba como un drama social del montón, acaba evolucionando en una bizarra historia de violencia (una transformación que ya proponía el propio Wheatley en su ópera prima 'Down Terrace'). Lo que a priori era un prometedor giro argumental, acaba degenerando en un thriller de acción pésimamente narrado (pésimo le montaje de ciertos tramos), que no se sabe bien si pretende ser un homenaje al título de culto de Robin Hardy, 'El hombre de mimbre'… o si es una salida improvisada para una historia destinada desde el principio a despeñarse de la forma más estrepitosa.
El que sí tiene un problema serio es el cineasta Kevin Smith, inmerso desde hace demasiado tiempo en un proceso de comprobación de hasta dónde puede alcanzarle un crédito que incomprensiblemente nunca se agota del todo (por lo visto, todavía siguen pesando sus excelentes primeras obras). Después del batacazo monumental de 'Vaya par de polis', el de Nueva Jersey vuelve a tropezar con 'Red State', cinta que nos habla de los horrores perpetuados por una secta religiosa cuya misión consiste en limpiar el planeta de todo tipo de pecado, mostrando siempre una especial fobia hacia la homosexualidad.
En una de las muchas charlas que dio Smith en diversas universidades (quizás su más estimable aportación a lo largo de los últimos años), se le preguntó cuál era su estilo a la hora de dirigir, a lo que contestó que no tenía ninguno, al ser esta labor algo que nunca le ha preocupado en exceso. Ni el mejor crítico de cine hubiera detectado el problema con tanta precisión. Y es que 'Red State' es la enésima demostración de que el autor de la desternillante 'Clerks' es mucho mejor guionista que director. La idea con la que parte para su nuevo filme es prometedora y no anda escasa de chicha, al hablar ésta de uno de los mayores problemas domésticos de los Estados Unidos, un país en el que actúan miles de sectas religiosas de fanatismo desmesurado. Pero toda promesa se ve reducida a vacuo sermón de domingo por la mañana, al adolecer la película de una planificación horrorosa, que desprecia de mala manera activos tan fundamentales como la tensión o la construcción de un clímax que le den un mínimo de consistencia al producto. El resultado es un tonto y nada impactante intento fallido de provocación; una mala excusa para un chiste final ciertamente bueno, pero que para nada justifica los setenta anteriores minutos de metraje.
Para cerrar el cajón de "La-cara-oculta-estadounidense", recibimos la visita de un viejo conocido del certamen, Lucky McKee, un director cuya carrera delata cierta obsesión por acercarse y mostrar la América más negra; la más desagradable. Con 'The Woman' nos presenta a una familia que es en sí un problema doméstico colosal, cuya raíz del mal es sin lugar a dudas el patriarca, depravado dictador de fachada impecable pero de alma más oscura que el agujero en el que tiene encerrada a una mujer salvaje que encontró durante un día de caza por los bosques de alrededor de su casa. Así es, la cinta coge la premisa de la nouvelle vaguista 'El pequeño salvaje' de Truffaut y le da una retorcida vuelta de tuerca para presentarnos una versión malsana del american way of life. De estilizada producción en el que el recurso del videoclip es usado en exceso pero con contundencia (excelente gusto musical el de McKee, por cierto), la trama avanza sin temor hacia un desenlace algo ridículo pero pasadísimo de rosca (ideal para conectar con el público de Sitges), y por el camino deja al descubierto con una personalidad inconfundible la podredumbre del sótano americano.
De propina, el último problema doméstico de la jornada viene de la mano de una familia iraní cuyo padre, antaño uno de los mejores violinistas del país, se muere lentamente en su cama, simplemente porque ya no tiene ganas de vivir. 'Poulet aux prunes', nuevo y muy esperado trabajo de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud (los autores de la algo sobrevalorada pero sin duda interesante película animada 'Persépolis'), no decepciona y se sobrepone a un arranque algo dubitativo, dividiendo la historia en capítulos cada vez más inspirados en los que el moribundo personaje central irá repasando los momentos más determinantes de su vida, así como los de sus seres queridos. Con todo el jugo del pollo bien preparado y la dulzura de las ciruelas, 'Poulet aux prunes' encandila con unas imágenes y banda sonora preciosas y una historia tan universal que justifica el que la familia persa protagonista esté interpretada por actores franceses, portugueses, italianos... porque por difícil que parezca, hay problemas domésticos que no entienden de nacionalidades.
Mañana, más.
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Por Víctor Esquirol Molinas