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Llegaron los zombies

Vía Festival de Sitges por 15 de octubre de 2011
Una vez llegados a la novena jornada de un festival tan maratoniano como lo es el de Cine Fantástico de Sitges, el único consuelo que le queda a uno para seguir en pie, a parte de alguna que otra posible perla que se guarde la organización hasta el último momento, es el de vislumbrar por fin la luz al final del túnel. Que no se me malinterprete, si el certamen durara un mes entero, seguiríamos quejándonos y criticando todo lo que se moviera, aún así en el fondo estaríamos encantados de empaparnos de buen cine día tras día. Pero más innegable aún es que las fuerzas de nuestro cuerpo son finitas.

Llegados a este punto, los párpados se hacen pesados, el cerebro no se muestra tan ágil como antes, las piernas están en permanente estado de pereza y de la boca ya sólo sale una tos preocupante. Sin quererlo, la vorágine festivalera nos ha convertido en algo similar a un muerto viviente. Ahora mismo, somos zombies, una de las criaturas fantásticas preferidas de este precioso pueblo del Garraf. Por si todavía hay dudas al respecto, hoy viernes 14 de octubre era una de las fechas más señaladas para los fans del festival; hoy la gran cita se resumía en dos palabras: Zombie Walk.

Para los no iniciados en lo que se cuece aquí, que sepan que la propuesta consiste en sembrar el pánico por las calles de Sitges yendo maquillado (esto corre a cargo de la organización) de muerto viviente y terminando la torpe y desmadrada marcha en la playa para una fiesta antológica en la playa. La juerga está asegurada, y el buen ambiente también, además de una colección de imágenes para el recuerdo. En el súper-mercado de la esquina un gul jadeante adquiere una bebida alcohólica... los vicios no entienden de la separación entre vida y muerte. Mientras, un ser diabólico con la mandíbula desencajada toma unas fotos del paseo marítimo. Surrealismo al poder y diversión garantizada. Con razón es éste uno de los eventos del festival que más rápido ha conquistado el corazón de los asistentes.

Pero como no sólo de prótesis vive el certamen, es hora de meterse en una sala de cine para ver una película de... zombies, por supuesto. Eso sí, la organización ha rizado el rizo yéndose a fichar ni más ni menos que a Cuba. Así es, 'Juan de los muertos', nuevo filme de Alejandro Brugués, supone el primer ejemplo de fantastique hecho en la isla caribeña que puede verse en Sitges. Máxima expectación para ver qué producto había preparado una cinematografía que nos resulta tan lejana, para una temática que nos resulta tan próxima. El arriesgado experimento, aunque ligeramente fallido, no explota, y además se permite el lujo de regalarnos algún momento especialmente divertido, en un ambiente siempre simpático y distendido.

Puede que en el régimen castrista el concepto "zombie" se sustituya por el de "cerdo-disidente-yankee", pero los seres de ultratumba siguen con ganas de amargar la fiesta a un grupo de héroes por lo menos poco ortodoxos, que como buenos tiburones financieros, ven en la crisis que asola su amado país, una oportunidad irrepetible para hacerse de oro, montando un negocio de exterminación de muertos-vivientes. Lástima que la broma se alargue en exceso y el ritmo decaiga en una serie de gags que se antojan totalmente innecesarios. Sin embargo, el carisma que desprende la troupe protagonista es innegable y la película nunca pierde consciencia de lo que es: un entretenimiento menor sin mayor voluntad que el público abandone la sala con una sonrisa. Misión cumplida.

Pero como hay vida después de la no-muerte, nos lanzamos a la búsqueda de otras criaturas que pueblen nuestras pesadillas venideras. Para ello contratamos a un prometedor guía llamado André Øvredal, cineasta que viene a confirmar el idilio que últimamente está manteniendo Sitges con el cine noruego, al acumular éste en las más reciente ediciones títulos de culto del calibre de las divertidas 'Zombis nazis' o 'Norwegian Ninja'. Con ganas de hacérnoslo pasar muy bien se presenta 'Troll Hunter', falso documental que al igual que la obra maestra de Eduardo Sánchez y Daniel Miryick, 'El proyecto de la Bruja de Blair', arranca con unos títulos que nos juran que lo que vamos a ver es una reveladora grabación de unos estudiantes de cine cuyo paradero es ahora mismo desconocido.

A sabiendas que esto ya no entra ni con calzador, el director demuestra un fino sentido de la ironía que le ayudará a configurar un documento conspiranoide concebido para que la supuesta verdad sobre esas legendarias criaturas nórdicas salga a la luz. Siguiendo los pasos de un cazador de trolls profesional, la película podría ser perfectamente uno de los miles documentales que pueblan cada tarde la parrilla de la sobremesa de este país, sólo que éste está cargado de un humor negro y un seguido de escenas espectaculares (más si cabe teniendo en cuenta el escueto presupuesto), creándose así un más que atractivo factor diferencial dentro de un subgénero algo gastado.

Hablando de conceptos cansinos, 'Sleeping Beauty' es el típico producto que desprende el peor tufo a Sundance. El Festival de Cine Independiente auspiciado por Robert Redford se ha especializado en los dramas plomizos que no saben distinguir la dureza con la sordidez; lo original de lo simplemente raro. Precisamente esto le pasa a esta "bella durmiente", que no es más que una adolescente (encarnada por Emily Browning, auténtica belleza envenenada, a la pastillera 'Sucker Punch', de Zack Snyder y a la nada inocente 'Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket', de Brad Silberling me remito) que inicia un viaje sin retorno hacia su perdición. Una caída al vacío en la que abundan las drogas, las tentaciones sexuales, el dinero fácil y esa hipnótica y repulsiva combinación passoliniana de elegancia y depravación.

Por temática, parecía imposible que nuestra atención se desviara un solo segundo de la pantalla. Pues dicho y hecho. Las imágenes y secuencias con la que nos vamos topando, bellas pero perturbadoras, no pueden con la frialdad que la directora imprime al relato, ni con un ritmo excesivamente lento (ritmo zombie, podría decirse), que permite que el desconcierto inicial se torne en desinterés por una cinta que, finalmente, cuando ya ha puesto todas las cartas sobre la mesa, le da a uno la sensación que en ningún momento llegó a tener una mano ganadora. Lo que vendría a ser un farol.

Volviendo a la temática de monstruos, Jaime Osorio nos trae una de las propuestas más arriesgadas de todo el festival con 'El páramo', cinta en la que un escuadrón de élite del ejército colombiano se ve atrapado en una base militar abandonada en la que ha habido recientemente una terrible matanza. La niebla, la oscuridad, el abuso de la cámara al hombro y los primerísimos primeros planos sitúan a la cinta en un territorio muy cercano al siempre peligroso cine experimental, por definición no-apto para la amplísima mayoría de público. A pesar de la dificultad en la digestión, hay que apreciar el personalísimo enfoque terrorífico que da Osorio sobre el eterno conflicto colombiano concerniendo las guerrillas narcotraficantes, en una historia asfixiante, y que asegura que los monstruos existen... porque nosotros mismos los creamos.

Para despedir la Sección Oficial, nos topamos con la sorprendente 'The Prodigies', gran apuesta de la animación francesa, firmada por el debutante Antoine Charreyron. Cogiendo la premisa de Katsuhiro Ôtomo y su magistral 'Akira', en la que se reflexionaba sobre la capacidad infinita de destrucción de la adolescencia, se desarrolla una estilizada historia de inspiración manga, en una suerte de cell-shade presentado en 3D ideal para hacer volar la imaginación de un autor que se sitúa en la peligrosa frontera de hacerse demasiado inaccesible a los niños (esta historia sobre jóvenes prodigios que buscan adaptarse en un mundo que les rechaza por ser diferentes... ¿alguien dijo X-Men? presenta escenas en las que se habla del abuso a menores, de violaciones, de asesinatos...) y demasiado anárquica para el público adulto. No obstante, el espectáculo está servido, así como la posibilidad de abrir una saga que por lo menos, promete.

De propina hacemos una última parada en la Sección Noves Visions No-Ficció para ver el esperado nuevo documental de James Marsh, autor de la maravillosa 'Man on Wire'. 'Project Nim' es la historia de un animal prodigioso, un chimpancé que centró la atención de toda la comunidad científica allá en la década de los 70/80, al ser éste objeto de un ambicioso estudio que pretendía averiguar los orígenes del lenguaje humano. Con un estilo y un montaje igualmente ágiles, Marsh busca dar en el corazón del espectador, pecando a veces de manipulador, pero manteniendo siempre el tipo en este científicamente apasionante y emocionalmente tramposo documental.

Y ya está todo el pescado vendido. Al menos todo aquel que opta a ser premiado, de modo que ha llegado el momento de que este cronista se moje, aunque sólo sea para mostrar sus más bien nulas capacidades de oráculo. Adivinar el veredicto de un jurado es tarea complicada; casi imposible, pero si le preguntaran a un servidor, en esta edición tendría preferencia por Japón, ya que Indonesia, que cuenta con 'The Raid', de largo lo mejor visto este año en Sitges, no entró a competición. Del país del sol naciente han llegado propuestas tan interesantes como 'Scabbard Samurai', 'Guilty of Romance' o 'A Letter to Momo', todas tres con argumentos más que suficientes para volver a casa con algún premio importante en el bolsillo. De Francia viene la que puede ser la gran tapada del festival, la estimulante 'Carré Blanc'; así como 'Livide', una cinta que por sus características, puede conectar con más de un miembro con mucho peso dentro del jurado. Todo ello sin olvidar el gran éxito de público que han cosechado cintas como 'Attack the Block' o 'The Yellow Sea', y que por ello cuentan con números para aparecer en el palmarés. Las respuestas, en unas pocas horas.

Mañana, más.

Por Víctor Esquirol Molinas

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