Domingo cargado de dinamita para el habitante sevillano. Primero por unas elecciones presidenciales con un resultado que tiene tanto de sorprendente como de esperado; segundo, porque la ciudad se paraba para presenciar el choque de los dos equipos más grandes de la ciudad en el derbi sevillano; y tercero, porque era un domingo de títulos sumamente apetecibles para el asistente al Festival de Cine Europeo en su tercera jornada de vida durante esta edición.

La mañana contemplaba pases de prensa, para primero, la erótica visión de la aristocracia que tiene Albert Serra que volvía al festival (después de presentar el año pasado aquí 'La muerte de Luis XVI') con 'Liberté', y segundo, para algunas obras destacadas como la rumana 'I Do Not Care If We Go Down In History As Barbarians', recuperada por el festival tras estrenarse durante el pasado año 2018.

Pero la atención la atraían los títulos de la segunda mitad del día, que es donde se encontraba la película sueca (co producida con Georgia) 'And Then We Danced'. Como si Billy Elliot se hubiese ambientado en Georgia, la película abarca la naturaleza homosexual sin ningún alarde pretencioso y con la máxima cantidad de veracidad posible, en una historia que aglutina en torno al protagonista un anhelo de empatía con las trabas que la vida le pone en pos de sus dos sueños, la danza y el amor.

Con una actuación cargada de expresionismo corporal, Levan Gelbakhiani dota a Merab, su personaje, de una capacidad emocional que se pone a prueba por culpa de las soledades que le impone su vida. La propuesta estilística de 'And Then We Danced' funciona y se alza como lo más plausible de una película que, aunque no ofrece nada nuevo en la temática, termina con un final metafóricamente poderoso que resuena en el espectador una vez terminada la misma.

El plato fuerte del día y a buen seguro uno de los más fuertes de este SEFF llegaba con el último pase del día. Desde Italia traía Pietro Marcello 'Martin Eden', su personal adaptación de uno de los relatos más ambiciosos e inabarcables del célebre escritor californiano Jack London. Guste más o menos, el huracán de 'Martin Eden' no hace prisioneros. Película de una belleza monstruosa que propone un auténtico survival al espectador que compra su narrativa, y que doctora a Luca Marinelli como uno de los mejores actores europeos de la actualidad.

La cinta resulta más sublime en su faceta técnica (un acierto que gran parte del metraje esté en 16 milímetros porque aviva aún más esa sensación de época) que en su desarrollo argumental, donde hay demasiados obstáculos fruto de un relato con multitud de subrayados. Marcello adapta la obra quijonesca de Jack London con pausa, cimentando el desarrollo de la historia desde las experiencias del protagonista, ya sea el amor, la cultura, la política o el éxito. Le afecta el exceso de densidad pero no por ello fracasa en su desarrollo.

Marinelli, ganador de la Copa Volpi en el pasado Festival de Venecia (por encima del intocable Joaquin Phoenix como el icónico Joker), borda un papel donde la resistencia se torna crucial para soportar el peso del personaje. Un "tour de force" más sentimental que físico que el actor romano sabe administrar sin perder un ápice de ese carisma indomable que desprende su personaje. Una actuación deslumbrante que le da muchas papeletas para llevarse el premio al Mejor Actor de esta edición del SEFF.

Hoy lunes, día de vuelta al trabajo, de encarar la mitad del penúltimo mes del año, pero un lunes especial para los que respiran durante estos 8 días el aroma del SEFF, que ya se aproxima a su ecuador y que de momento puede hacer una valoración bastante positiva a nivel cinematográfico. Porque si lo que se mide es su resultado como evento cultural, el sobresaliente ya lo tiene. Películas que agotan sus asientos en pases que aún no se han proyectado, colas que se doblan de lo largas que son, personas aguantando coloquios hasta la 01:00 de la mañana, etc. El SEFF lo vuelve a hacer, aunque esto no le sorprende ya a nadie.

That's what I say.

Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_