Ya está aquí, ya empezó. El Festival de Cine Europeo de Sevilla celebra su XIV edición desde este viernes 3 de noviembre hasta el sábado día 11. Había ganas de repetir esa tan manida frase en el primer post que esta web le suele dedicar a este Festival de "noviembre siempre significó cine en Sevilla". Otro año más, el 4º consecutivo, E7A confirma su presencia en un certamen al alza y además en uno de los años con la programación más exquisita que se recuerda. De hecho su primer día, que ha venido acompañado de un nublado total y de una lluvia parcial, era jugoso en nombres y propuestas, aunque los resultados hayan sido dispares.

La película inaugural vuelve a ser producto nacional, y la elección no podía ser más apetecible. Con 'Tierra firme', Carlos Marqués-Marcet se doctora como cirujano de las relaciones humanas y como una eminencia del bisturí amoroso. Su evolución como narrador de historias, tomando como partida la magnífica '10.000 km', es evidente, aunque su nuevo trabajo sea una obra menor al perder en consistencia con la ópera prima del director catalán.

Su acertada acidez en la comedia, con un finísimo humor negro, y su perfecta transición hacia los pantanos del drama, hacen que sus diálogos formen una narrativa fresca, creíble y viva. Estupendos Oona Chaplin, Natalia Tena y David Verdaguer, siendo la primera la que más redondea su actuación. Geraldine Chaplin es más un reclamo promocional por aquello de ser la madre real de Oona, porque su personaje apenas tiene metraje y cuando sale, tiene cierto histrionismo como actitud.

Apenas sin tiempo para comer, el primer pase de la tarde de este Día 1 del SEFF nos traía otra creación propia. Samu Fuentes, en la que debería estar considerada su ópera prima, usa a Mario Casas para adentrarse en la figura de los lobos solitarios que viven aislados y casi incomunicados entre nieve, pieles y barbas largas. No obstante, 'Bajo la piel de lobo' es una película fallida porque se olvida de contar la historia. Una cosa es contar mostrando, y otra que lo que se muestre no tenga apenas coherencia (y menos cuando se usa como referencia obvia 'El renacido' de Iñárritu).

Quizá el error sea que el guion literario cuenta con sólo 3 páginas, o que el proceso en la sala de montaje fue demasiado cruel con la película, pero la cinta fracasa en su intento de reflexión interiorista sobre un páramo que, para más inri, no deja pensar mucho de partida: la España más rural, lúgubre y arcaica. La decisión de preferir silencios a diálogos termina por hundir a una película que cuenta con una partitura en clave de thriller muy buena y una fotografía muy destacable (gracias a la ambientación de los Oscos asturianos).

La penúltima del viernes le tocaba a un conocido en el universo SEFF, Kornél Mundruczó, que aterrizaba desde su Hungría natal con 'Jupiter's Moon', flamante ganadora del pasado Festival de Sitges, y sin ver el grueso de las competidoras, la decisión me parece cuanto menos convincente. Cuando la película se viste de thriller, va como un tiro por lo vertiginoso de su ritmo. Desde ya hay que proponer a Mundruczó como el Paul Greengrass húngaro. Su trato de la acción (mayoritariamente en plano secuencia) es desbordante y taquicárdico, dando pie a escenas brutales como el opening sequence o la persecución en coche.

Si su anterior trabajo, 'White God (Dios blanco)', era un fábula muy moralizante con los animales y el poder que da la unión y la fuerza, aquí vira un poco el timón para sonar más motivador con un mensaje sobre el mundo de los refugiados fabuloso. Un canto valiente y honorable a los ojos de un mundo y de una sociedad que se quedan petrificados no por el hecho de que sean refugiados, sino por un don innato y milagroso ante el que no pueden hacer otra cosa que postrarse.

La luz la apagaba hoy Ruben Östlund, uno de los títulos gordos del Festival este año, con una premisa muy peculiar: la vida durante una exposición en un museo, a la que nombra como 'The Square'. No obstante, y tal como le pasase en 'Fuerza mayor', Östlund no resulta de fiar, pues vuelve a cometer el mismo error, ser cobarde y no impactar con lo hilarante de su propuesta, y eso que su música invita a ello (temazo ese "Justice").

Cuando la película abraza la comedia negra, brilla sin limitarse (de la mano de una Elizabeth Moss tan genial como desaprovechada), pero se cambia de rumbo, la cinta flaquea e incluso aburre. El cruce entre la desigualdad social y el movimiento geek/hipster de un museo es interesante, pero el desarrollo del argumento se estanca por la comodidad de su tono, el mismo durante las más de dos horas que dura la película. Cuesta creer que este año en Cannes no hubiese una Palma de Oro más digna.

El día termina, pero el festival recién comienza. Por delante, muchos días de cine, de paseos, de encuentros, de charlas, de ruedas de prensas, de impresiones, de canjeo de entradas, de pases y de mucho público. En el Día 2, dos nombres fuertes: Zvyagintsev y Haneke. Esto no será La Croisette, pero el Nervión Plaza ya tiene su propia atmósfera. Aquí ya huele a cine.

That's what I say.

Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_