No cabe duda de que Baltasar Kormákur es un tipo muy listo, amén de alguien muy práctico. Tras triunfar en Hollywood con la discreción del "mandao" que hace lo que se le pide sin grandes lujos pero con elegancia, sin alzar la voz pero sin avergonzar a nadie de paso que por el camino nos regala una obra tan completa como fue 'Everest', regresa a su Islandia natal para hacerse fuerte en su país con 'Medidas extremas' (The Oath). O al menos, intentarlo.

A Kormákur le sale algo parecido a lo que le salió a nuestro Alejandro Amenábar con 'Regresión', un filme competente en la distancia pero que carece de finura en cuanto nos acercamos. Suerte de marca blanca del 'Prisioneros' de Denis Villeneuve, el nombre y la comparación con el realizador canadiense le quedan grandes a un realizador tan limitado como Kormákur, aquí puesto en evidencia sin el glamour del star system norteamericano.

Kormákur ni aprovecha ni consigue darle un meneo a una historia que languidece hacia tierra de nadie, sin presentar apenas recurso alguno que dote de personalidad a una melodía nórdica tan rutinaria como poco inspirada. Carne de telefilme medianamente elegante, medianamente entretenido que acaba agotando en su competente pero hueco e impersonal intento por provocar algún tipo de emoción a cambio de nada. Tan básico... que no lo es.

Aunque para básico... la enésima prueba de que es improbable, por no decir que es del todo improbable, que la participación de Meryl Streep en cualesquiera que sea el proyecto traiga consigo un resultado tan negativo. Aunque a decir verdad 'Florence Foster Jenkins' más bien debería de llamarse St. Clair Bayfield, el nombre del personaje de un Hugh Grant que se erige en auténtico protagonista de esta función digamos que "para señoras".

Una función por demás, una vez más, lastrada por el nombre de un Stephen Frears que rara vez ha jugueteado con grandes empresas. Y esta no es la excepción. La versión "americana" de la historia que, en esencia, ya nos contó Xavier Giannoli en 'Madame Marguerite' es un entretenimiento simpático, digno y por momentos divertido, pero a su vez no deja de ser un amable y algo prefabricado vehículo de lucimiento para sus protagonistas.

A esta 'Florence Foster Jenkins' le falta ambición, y le falta pasión. Y en resumen le falta ese esfuerzo para que retengamos su nombre en la cabeza al despertar el día de mañana, en uno de esos pasatiempos tan ligeros a los que perfectamente podríamos decir que ponen voz el carisma de sus protagonistas. Porque por lo demás, poco más, una melodía tirando a superficial que se centra en lo esencial, sin ir más allá del aplauso fácil de manual. Eso sí, a diferencia de Kormákur... lo consigue.

Continuará...

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex