Capítulo I - Los sueños son promesas
Todo lo que comienza, comienza.
Y como todo en esta vida, comienza por dónde nos sale de los huevos. En mi caso, por 'El autor' de Manuel Martín Cuenca, a quién la frialdad y el distanciamiento que tan bien les sentaba a su 'Caníbal' se le vuelve ahora en contra. Según diría el personaje de Antonio de la Torre, a la película le falta "vida"... o más bien, transmitir esa vida, que no maneras o un actor como Javier Gutiérrez capaz de sin vergüenza alguna, ya sea la suya o la de Movistar+, poner los huevos sobre la mesa -en sentido literal-.
La cinta sobre el papel funciona, y como la vida misma es harto prometedora según va evolucionando. Pero en la pantalla no termina de coger fuerza como demuestra el escaso impacto, o el nulo impacto de su teórico clímax. La cinta abre vías, insinúa, promete, pero tantos cabos sueltos deja como puntadas que al final no encuentran hilo, más allá de una intención que, a nivel conceptual, es soberbia, pero que a nivel práctico queda reducida al gracias por venir, cierre la puerta al salir. Y eso.
Ya es más, muy pero que muy entre comillas (como bien sabrán los que conocen a Koe) de lo que ofrece 'El tercer asesinato', película a mitad de camino entre el drama y el thriller que se queda a mitad de ese camino. Entre comillas, que ahora va ese "entre comillas": Cinta muy correcta en todos los sentidos a la que la esa misma corrección priva de un meneo que no existe. Nada que no hayamos visto servido con rectitud, pero también con la rectitud de quién se introduce en un género por primera vez pensando que también es la primera vez para los demás.
La sorpresa se cuece tan a fuego lento que no hay sorpresa, si es que alguna vez la hubo, y la reflexión que se supone que emana de su desarrollo se cae por su propio peso: El de la evidencia. Algo más de dos horas muy elegantes, si, pero también muy convencionales que moldean un filme de Hirokazu Koreeda que poco favor le hacen al buen nombre de Hirokazu Koreeda. No por nada en particular; precisamente, por ese nada en particular que lo mismo da que da lo mismo, que a estas alturas sabemos que conoce el oficio de hacer películas. Oficio, y poco más.
Como oficio demuestra Ildikó Enyedi con 'En cuerpo y alma'. Bueno, algo más que oficio, la verdad y cerveza al margen, con esta poderosa historia de amor a contracorriente que destaca, especialmente, por alejarse de la hoja de ruta más o menos habitual. Le falta la puntilla, es cierto, ese golpe de efecto que transforma lo bueno en genial, y el dolor de culo en un placer culpable. Más, no es menos cierto que la metáfora que maneja es de una convicción que al menos a toro pasado, resulta muy subyugante.
"La vida es sueño, y los sueños, sueños son" dijo hace tiempo un tal Pedro. Pero no, en realidad los sueños son un promesa... y algo hay que poner de nuestra parte. Este reverso nada tenebroso de las películas románticas de Meg Ryan convierte un comienzo titubeante en un muy digno, qué digo, dignísimo alegato en favor de esa nota a pie de página que crece durante el post-partido. Le falta como decíamos dar un golpe sobre la mesa, como al "autor", pero a diferencia de este cuenta con algo de voz como para tener recorrido.
Continuará...
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Un hacha