Capítulo III: La puntica, no más
¿Les suena aquello de "sólo la puntica"? Ahora ya sí que sí, comenzamos a hablar de lo que vendría a ser el festival propiamente dicho con las dos primeras películas a competición, que ya iba tocando. La "puntica", no más que la "puntica" por ahora. Pero por algo se empieza, ahora y siempre.
Abre la veda 'La noche que mi madre mató a mi padre', herencia demasiado directa de ese tipo de comedia española tipo vodevil que a estas alturas se presenta lo suficientemente desfasada y estrambótica como para ser digna de su destierro. Tal cual suena, por más que en su defensa podamos decir que es, ejem, entretenida...
... con algo de condescendencia eso sí, pues es una "comedieta" que riza el rizo de forma tan histérica que podría considerarse del todo ucrónica. Su espíritu podría haber remitido a la comicidad de títulos como 'Cluedo' -que no se muy bien por qué me viene a la cabeza-, si bien decide desparramarse en favor del esperpento acartonado y hueco. La cinta de Inés París viene a ser como un rodillo que, aunque no alcanza ni a funcionar ni a divertir, consigue distraer con lo inquietante que resulta su desmesura estúpida, por supuesto.
Más inteligente pretende ser 'La punta del iceberg', una especie de remedo castizo de lo que podría ser un David Mamet que se queda a mitad del hall de entrada metiendo, como decíamos al principio, no más que la puntica en una herida que sigue abierta de par en par sin que le haya sabido añadir nada de sal. Pretende ser inteligente, y en algún momento consigue serlo al coquetear con ciertas apariencias, diálogos y situaciones. Claro que, como tan a menudo pasa, no es más que eso mismo, una apariencia que no tarda en quedar en un engaño.
La ópera prima de David Cánovas es un filme demasiado de manual que tira hacia lo convencional, especialmente a la hora de ponerle fin a una historia incapaz de huir de lo evidente. Filmada con muy poquito nervio, se trata de un thriller sin suspense con un subtexto sin sustancia que, literalmente, no conduce a ninguna parte. O bueno, sí: parafraseando su título, a no ser más que la puntica del iceberg. Esto es, la puntica de lo que podría haber sido una película de no haber sido tan condescendiente con un público ante el que se presenta, irónicamente, tras haberse vendido a un sistema del que viene a representar un eslabón más.
Esto es, correctísimo cine comercial de sobremesa sin personalidad, oficio o beneficio.
Continuará...
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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