Luz, recuerdos... y descubrimientos en la tercera fase
Vía Festival de Gijón
por reporter 25 de noviembre de 2015
La lluvia sigue cayendo. No de forma demasiado violenta, pero sí incesantemente. El ambiente invita a quedarse refugiado en el calor seco del hotel, y es que cuando menos se la esperaba, la estación fría ha decidido hacer acto de presencia. En cualquier otro momento y lugar, esto sería una mala noticia, pero en Gijón, durante el FICX, digamos que el comportamiento del cielo no importa demasiado. A pesar de que el -terrible- video musical que se nos muestra al inicio de cada proyección nos induzca a pensar lo contrario, no hemos venido a Asturias a hacer turismo... ¿Quizás en su modalidad cultural? Aceptamos barco. A nosotros los cines que están a puntísimo de bajar la persiana para siempre, y ya que estamos, invoquemos también esas salas de conferencias en las que dejarse caer muerto cuando las energías empiezan a flaquear. ¿Qué se nos ofrece hoy? ''Luz y recuerdos''. Toma. ¿Y quién habla? Apichatpong Weerasethakul. Alto. Y ya lo ven, no sólo de películas se vive en los festivales...
... Afortunadamente, porque excepciones aparte (véase la estupenda 'Aferim!', ya vista en la Berlinale), la Sección Oficial a Competición sigue sin dar señales de vida... inteligente, al menos, pero a esto llegamos en breve. Antes, como se ha dicho, parada en la Escuela de Hostelería (que sí, que sí, que ha apuntado ud. bien el sitio). Ahí mismo espera el ganador de la Palma de Oro por 'Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas', a quien el festival le está dedicando estos días una merecidísima (e imprescindible) retrospectiva. El tema de su master class de hoy está muy acorde con su filmografía; la exposición de argumentos, no tanto, pero claro, como en el fondo siempre nos entra la vena mitómana, con saber que el hombre se crió en un hospital, que el despacho de su madre estaba al fondo a la derecha de aquel pasillo, que un fin de semana le dio por construir una nave espacial pasa sus colegas (lo típico, en la vida de un marciano, vaya) y que lo que le hizo descubrir el amor por el cine fueron ni más ni menos que las películas de Steven Spielberg... pues con esto ya nos conformamos. Y si además por el camino se deja ir alguna que otra perla concerniendo la realidad socio-política de ese violento accidente histórico llamado Tailandia... pues aún mejor.
Apunten: ''En mi país, uno no puede decir que proviene de la región en la que yo nací. El racismo no sólo se limita a los aferes internos, por ejemplo, en Tailandia, usamos el país vecino ''Laos'' para referirnos a todo lo viejo; lo pasado de moda''. Preguntado por la importancia del karma en sus films: ''Sinceramente, este concepto me parece una tontería, no es más que una herramienta de control social.'' La guinda, y ahora sí que hablamos de pura delicatessen cinéfila, una pequeña muestra de su nuevo trabajo. El clip 'Fireworks' (''Fuegos de artificio''), condensa en pocos minutos algunas de las mayores virtudes del cine de Weerasethakul: control absoluto de imagen y sonido, activos cuyo uso semi-experimental no repercute en absoluto (todo lo contrario) a la naturalidad con la que la mirada del autor nos hace descubrir un mundo que, de repente, parece nuevo para nosotros. En el caso que nos ocupa: ¿cuántas veces nos habremos paseado por un parque de estatuas? Vale, ¿y cuántas veces lo hemos hecho bajo la luz y memoria de un cineasta único en su especie? Pues eso. Más, en los próximos meses, en Bruselas... por si necesitaban alguna excusa para ir a la capital de Europa.
Y como todo lo bueno se acaba, el programa del certamen nos recuerda que ya nos hemos pasado cinco horas sin ver una sola película. Qué escándalo... A la Oficial que nos vamos. Allí, todo sigue igual. Desde la India, un horror titulado 'Masaan', incomprensiblemente refrendado por el premio FIPRESCI en la sección Un Certain Regard, del Festival de Cannes. Reabramos el debate: ¿los críticos de cine son monstruos? No necesariamente, pero del cretinismo, visto lo visto, no se libra ni Shiva. La película de Neeraj Ghaywan empieza de forma impactante: una cita romántica en un hotel que termina con el peor de los coitus interruptus. Cuando los dos enamorados están a punto de consumar su amor, entran las fuerzas del orden (y la moral... de esto va el asunto), y como casi siempre que la fuerza -bruta- se usa como principal argumento mediador, el incidente termina, en un abrir y cerrar de ojos, en tragedia. Lo más triste del asunto es que todavía queda hora y media de película. Y sí todo va a peor.
(Mal-)orquestada con un montaje que en ningún momento muestra la más mínima conciencia de que tiene entre manos una sola historia, la película bascula torpemente entre dos frentes que tienen como punto común (aparte de la ineptitud con la que están dirigidos) las injusticias resultantes de la rigidez de la sociedad india. Hablamos del tristemente famoso sistema de castas, de prejuicios y desigualdades... pero por suerte, lo hacemos también del amor y de la esperanza de que tan azucarada fuerza sea capaz de derribar los muros del trogloditismo. Por ejemplo: ''Tranquilo, yo te quiero. En serio, no me importan tus orígenes... pero también harías bien buscándote otro trabajo. Uno decente, quiero decir'' Así mismo. Con esta desfachatez, con esta auto-complaciencia... con esta peligrosísima visión simplona de una realidad infinitamente más compleja. ¿Y qué si con esta retahíla de tontos tópicos en busca de la catarsis más rancia se abraza la más incómoda de las inmoralidades? Recuerden, esto es la oficial: la peli viene de India, hombre... y nos habla de cosas muy graves, eh. Perfecto, pues. A otra cosa.
Las secciones secundarias al rescate. En Enfants Terribles, el Teatro Jovellanos se convierte, durante casi hora y media, en un corral. Los alumnos de las escuelas e institutos gijonencos llenan el patio de butacas de la joya de la corona del festival, y el caos y algarabía que cabía esperar de tan hormonada congregación, se calma durante los mágicos instantes en que se apagan las luces de la sala, y se enciende el proyector. Milagros del cine. Por ahí cerca anda la primera cinta de unos de los animadores de cabecera del Tomm Moore (muchos kilates tenemos en esta ecuación). Rémy Chayé debuta en el largo con 'Tout en haut du monde', y ahí mismo se sitúa. Por todo lo alto empieza, con un prólogo silente que ya deja muestras de su apabullante control narrativo; y por todo lo alto termina también, tras una de estas raciones de aventuras capaces de encandilar tanto a adultos como, por supuesto, a los más pequeños de la casa. Hablando de estos últimos, y para que conste en acta, a algún genio de la organización se le ocurrió torturar a la chavalada con una sesión en Versión Original Subtitulada (al castellano... ¡y al inglés!), y ya ven ustedes, puedo asegurarles que nadie se murió (ni se quejó) con el experimento.
Dicho esto, queda el gozo absoluto legado por una cinta que nos recuerda, fotograma a fotograma, la necesidad de la animación. El género, si es que queremos llamarlo así, como la manera más pura (¿la única?) para que la fantasía llegue a la pantalla sin tener que pasar previamente por ningún peaje. El resto, lo pone el genio de un nombre a retener desde ya. La animación en -prodigioso- 2D con la que juega, es una delicia tanto en el diseño como en su exquisita regulación del detalle. El mimo con el que desarrolla a cada personaje y resuelve cada situación, explica también buena parte del éxito de una de esas cintas que muy fácilmente se podrían convertir en la excusa perfecta para reunir, mínimo una vez al año, a toda la familia frente a la pantalla (sea ésta del tamaño que sea). Empapado del espíritu aventurero de l@s grandes pioner@s, Monsieur Chayé no escatima ni en simpatía, ni en autenticidad, ni mucho menos en momentos de tensión adulta, para firmar la que sin duda puede considerarse como una de las sorpresas más agradables (y fuera etiquetas) de la temporada.
Y como de descubrimientos va ahora la cosa, nos metemos en Géneros Mutantes, donde nos atropella una película cuya naturaleza parece adaptarse a la perfección a las exigencias de esta sección. Dos mocosos se fugan de casa y emprenden un viaje hacia ninguna parte, y sin mayor excusa que disfrutar de la amistad que les une... hasta que en el camino, se topan con una sorpresa: un coche policial abandonado. 'Cop Car' empieza como otros muchos acercamientos del indie estadounidense hacia ese tesoro en permanente peligro de extinción: la infancia. Y termina en... el baño de sangre que cabía esperar. Lo nuevo de Jon Watts (otro nombre a apuntar en la agenda) se descubre, ante todo, como la más salvaje (y, por desgracia) lógica evolución de Mark Twain que nos haya dado el cine en los últimos años. Si con 'Mud', Jeff Nichols se acercó a tan reverenciada figura desde la inteligencia de, precisamente, la reverencia, Watts hace lo propio pero con el gamberrismo (bendito sea) que implica el querer descubrir hasta dónde puede estirarse una cuerda... o para emplear la jerga al uso, hasta qué velocidad se puede circular con un auto robado.
En otras palabras: ¿Qué les pasaría a Tom Sawyer y a Huckleberry Finn si decidieran, de forma más o menos accidental, tocarle los cojones a un sheriff que va de coca (y de cadáveres en el maletero) hasta las cejas? ¿Y qué pasaría si el villano de la función fuera Kevin Bacon? ¿Y qué pasaría si, en realidad, la bondad o maldad de los personajes dependiera exclusivamente de los años que figuran en su carnet de identidad? Con un respeto modélico por sus propias reglas del juego, 'Cop Car' coge elementos del mejor thriller (100%) americano, tanto el moderno como el clásico, y extrae, de los elementos mínimos con los que juega, el máximo suspense y, sobre todo, diversión. De una solidez en la puesta de escena desarmante; de una consciencia de género (y de causa, en general), igualmente impactante. Está dirigida, no lo olviden, por un tal Jon Watts, encargado, por cierto, de dar vida al nuevo Spiderman. ¿Ocasión de oro o papeleta? Veremos. De momento, solo nos queda pedirle a la industria que respete al hombre y que le deje trabajar con toda la libertad que permitan las circunstancias... porque lo que es seguro es que aquí hay mucha madera.
Por último, y casi a modo de nota a pie de página, la mención que merece 'Alias Maria', nuevo largo de Jose Luis Rugeles, quien para la ocasión nos sumerge en el drama bélico (y claro está, humano) del conflicto armado colombiano. El mayor punto de interés radica en una perspectiva que condensa buena parte de las tesis del autor. En este caso, se trata de reflexión sobre -la carga de- la maternidad. Sobre el papel, poco o nada a reprochar. Ni en la crudeza en la exposición de la realidad selvática (nunca mejor dicho), ni mucho menos en la valentía a la hora de defender el rol de la mujer en las circunstancias más abyectas. Más que de convicción feminista, debe hablarse de compromiso total con un presente que, por lo visto, no ha llegado a todos los rincones del mundo. La falta de garra en la, por otra parte, más que correcta puesta en escena es compensada por el último hallazgo de la jornada, el de la joven intérprete Karen Torres. Su ejercicio de contención, fundamental para sostener la película, tiene algo de salvaje y mucho de instintivo, elementos que, para bien o para mal (pero sobre todo por lo primero) rigen nuestras aventuras estos días por el FICX, ése desesperante y, aun así, precioso marciano...
Mañana, más.
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por Víctor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol
A mí no me desagradó, al menos no tiene ínfulas de nada. Lo que pasa es la que un festival de cine le queda grande, es la típica película para rellenar cartelera.
1. La calle de la amargura (Arturo Ripstein)
2. Right Now, Wrong Then (Hong Sang-soo)
3. Mysterious Object at Noon (Apichatpong Weerasethakul)
4. The Sky Trembles and the Earth Is Afraid and the Two Eyes Are Not Brothers (Ben Rivers)
5. Neon Bull (Gabriel Mascaro)
6. Un monstruo de mil cabezas (Rodrigo Plá)
7. Underground Fragrance (Song Pengfei)
8. Aferim! (Radu Jude)
9. Langosta (Yorgos Lanthimos)
10. Under Electric Clouds (Aleksei German Ml)
La cuestión es que las de Rivers, Lanthimos y German vienen del SEFF, y la de Weerasethakul tiene tres lustros, así que para completar la lista de premieres nacionales del FICX metería esta tanda de documentales:
- The Woods Dreams Are Made Of (Claire Simon)
- Transatlantique (Félix Dufour-Laperrière)
- The Thoughts That Once We Had (Thom Andersen)
- Iraqi Odyssey (Samir)
Sigue lejos del SEFF, y sigue habiendo demasiada broza, pero pienso que el FICX va dando algunos pasitos en la buena dirección. Y el palmarés, ya sólo por dar los dos premios principales a Hong y Ripstein, me ha parecido modélico (se huele la influencia de Miñarro).