Hermosas estrellas
Vía Festival de Cannes
por reporter 19 de mayo de 2014
Los Angeles es, por encima de cualquier alabanza o reproche que se le pueda hacer, una ciudad decepcionante. Un lugar ideal para pasar un fin de semana... pero un infierno terrenal (seguro) para todo aquel que tenga que vivir ahí de forma permanentemente. Para ir a comprar el pan, para ir al cine, a la playa o incluso para visitar al vecino que vive justo en frente: el uso del automóvil es directamente innegociable, y con él vienen los legendarios atascos, la polución, las malas vibraciones generalizadas y, por supuesto, los días de furia. Siempre nos quedará Hollywood, pensará el corderito. Pero cuando el visitante llega por primera vez a las colinas que controlan toda la ciudad californiana, se da de bruces, una vez más, con la sensación imperante. Aquellas letras que tan grandes y elegantes lucían en cualquier película, son en realidad un seguido de diminutas machas blancas en una colina que, por otra parte, también deja bastante que desear. Empezó la 67ª edición del Festival de Cannes con una constatación, y cuando llegamos al ecuador de este ejercicio, parece que nos encontremos en la misma casilla de salida.
''Todo es falso'', ¿recuerdan? Pues seguimos en las mismas. Hollywood, pariente cercanísimo de Cannes (y si no, ¿qué demonios hacía hoy el elenco al completo de 'Los mercenarios 3' pavoneándose en el Grand Théâtre Lumière), es seguramente una de las mayores falsedades sobre la infecta faz de la Tierra. Es todo una grandísima mentira... sólo que no interesa desenmascararla porque sigue siendo una inmensa y muy eficiente máquina de hacer dinero. Nosotros, está claro, también somos unos falsos. David Cronenberg, por puro silogismo (y no por otra cosa), también debe serlo, lo cual en absoluto le priva de uno de los derechos más sagrados de la humanidad. Esto es, lanzar puñales, y cualquier arma arrojadiza letal, a todo aquel (o aquello) que nos amargue la existencia. Adelante, por favor, póngase cómodo y póngase también las botas. Por lo que más quiera, no se corte. Y por supuesto no lo hace.
'Maps to the Stars', último trabajo del canadiense presentado a Competición, podría definirse como la carta -envenenada- de odio de un hombre a un monstruo que también le produce cierta (por no decir mucha) gracia. Empieza la aventura del mismo modo en que han empezado otras muchas en este mismo escenario. Una chica llega a la meca del cine montada en un autobús. Cuando baja de él, luce una sonrisa de oreja a oreja: es joven y está cargada de proyectos ilusionantes. Como suele decirse, ''el mundo es suyo'', y nada ni nadie podrán privarla de la conquista de sus sueños. En la parada de bus, espera Robert Pattinson dentro de una limusina cuyo asiento trasero aguarda el pertinente baño de sudor sexual. Perfecto, ¿qué podría ir mal? Pues... Para entendernos, la película es, sobre el papel, magnífica, armada hasta los dientes, con ganas de guerra y con unos objetivos (balísticos, claro) nítidamente definidos. Lástima que a la hora de pasar a la ejecución, se le atragante el ensamblaje.
Excelente en la comedia y no tanto en el drama turbio y perturbador. La -endogámica- orgía de decadencia, narcicismo, arrogancia, hipocresía, putrefacta vejez y pervertida juventud (en resumen, los elementos esperados en este autor y en estas latitudes) se cobra una lista interminable de bajas cuando induce a la carcajada (ríanse de Ricky Gervais...) pero se queda a medio camino cuando intenta darle sentido (si es que éste existe) a la historia. Es como si le faltara ese empujoncito final para que la retahíla de barbaridades que nos cuenta luciera como un auténtico conjunto, y no como un tropel de anécdotas brillantes. Hay estrellas, efectivamente, y muchas, pero éstas no consiguen juntarse en constelación alguna. Quedan clarísimos los conceptos básicos del Hollywood pestilente de los remakes, de los eternos niños prodigio y de las entrevistas con Oprah, pero más allá de esto (y que conste que no se nos deja precisamente con poca tela para cortar) falta el dibujo general; falta la puntilla marca de la casa del maestro, quien en esta ocasión parece no haber sabido leer del todo bien el mapa de este igualmente provocador tour de las estrellas.
Sin necesidad alguna de indicaciones, aparece en escena el siguiente personaje de la jornada: ''Cuando hago una película de género, no pienso en hacer una película histórica.'' La sentencia la ha disparado esta mañana el hombre de las incontables arrugas. Un director, guionista y actor elegante, de voz profunda pero dulce cuando se lo propone, de mirada penetrante... y por lo visto, con las ideas clarísimas. Su nombre, Tommy Lee Jones, la película que ha presentado hoy en Cannes: 'The Homesman', un western (de ahí el mencionado ''género'') aparentemente clásico; tanto que en algunos momentos parece que vaya a colapsarse en su propio clasicismo; un western, eso sí, con una autoconsciencia (moderna) al nivel de la de su mismo autor. Asumamos de una vez por todas que el western no es más (es un decir) que el mito fundacional extraoficial de una nación que no se lo pensó ni un segundo (y bien que hizo) a la hora de asociarse con el cine para así encontrar (o comprender) su propia identidad. Desde los sheriffs más valerosos hasta los ruines bandoleros; desde los virtuosos abogados que anunciaban el fin de aquel mundo salvaje hasta los borrachos pendencieros que lo afirmaban en cada bocanada de aire que le robaban al resto del mundo.
Todos ellos se han acabado infiltrando en el imaginario colectivo (tanto en el yankee como en el del resto del planeta.. de nuevo, milagros del cine) del mismo modo en que lo hicieron, muchos siglos atrás, las figuras más relevantes de las mitologías clásicas. Prohibido sorprenderse, pues hablamos de idénticos orígenes y, claro está, de idénticos propósitos. Conclusión: ¿Sucedió? Es posible, pero casi seguro que no del modo en que se nos ha explicado. No pasa nada, el juego ha funcionado siempre así. La clave está no olvidar las reglas. Y volvemos a la cita; volvemos a la constatación más palpable de que quien nos habla tiene clarísimo que el western es (o debería ser) exactamente esto: el cine anti-histórico. Se trata de hablar de un tiempo y de unos personajes que seguramente nunca existieron. Otra vuelta de tuerca: ¿y si en este marco semi-imaginario nos centramos en unas personas que histórica y cinematográficamente (cuidado) tampoco existieron?
En la Nebraska de mediados del siglo XIX (imagínense...), una mujer soltera (Hilary Swank) a quien se le agota el tiempo para fundar una familia (la única preocupación que parece quitarle el sueño) se auto-encomienda la más sacrificada (y samaritana) de las misiones: llevar a otras tres mujeres, que han perdido la cordura (como para no hacerlo), a Iowa. La razón de la travesía por el desierto: sus respectivos maridos ya no saben qué hacer con ellas y han llegado a la conclusión (ellos solitos) de que esta situación es insosteniblemente tóxica para la comunidad. Para asegurarse de que tan singular comitiva llegue a la línea de meta, va a sumarse a la ecuación un solitario y muy demacrado pistolero al que todavía le quedan unas cuantas balas por disparar. Todo dispuesto, pues, para un viaje de naturaleza bicéfala: lo que para una será un reto iniciático, para el otro será algo parecido a una última posibilidad redentora. Compramos.
''No es país para mujeres débiles''. Tommy Lee Jones fija sus ojos en la comunidad más olvidada de este mundo olvidado. No hay voluntad reivindicadora (difícilmente podría haberla) en esta recuperación de la esencia femenina, sino más bien científica. Este espíritu es el que precisamente va a ser determinante en el hecho de que filme esté tan profundamente descompensado en el balance de fallos / aciertos. La concepción es buenísima; el parto, no tanto. Pesa, y mucho, el poco control narrativo a la hora de presentar la situación, así como alguna que otra ruborizante concesión al mainstream sensiblero... pero al final queda todo compensado (incluso en superhábit), merced a un acercamiento a la materia llevado a cabo con una voluntad inquebrantable, lo cual lleva al producto, de una manera casi sistemática, a encontrar oro. Y es que cuando menos lo esperábamos, Tommy Lee Jones renuncia al glamour naftalinoso y lleva su lógica hasta la que acaba siendo una desquiciada (y acertadamente cómica) desmitificación de un género, de un territorio, de un momento cinematográfico... en esencia, de un cuerpo mitológico entero. No es Historia, por supuesto, es un cuento cuya villanía y heroicidad han estado muy acertadamente desinfladas... lo cual, irónicamente, nos sitúa cerquísima de esa realidad (en mayúsculas) histórica (ídem) y sí, mitológica.
En España, mientras tanto, cualquier sueño de prosperidad lleva muerto desde hace mucho tiempo, o si se prefiere, lleva enterrado en el más increíble de los mitos. Esto es así, para ponerle fecha a la efeméride, desde hace aproximadamente ocho años. A partir de ahí empezó el ''Es que la cosa está muy mal'', el ''Está jodío el asunto'', el ''¿Qué le vamos a hacer?, es la crisis'' y el ''Nada que hacer aquí''. No es país para jóvenes. 'Hermosa juventud' (título que todavía no se sabe si responde a un incremento repentino y dramático en la acidez del discurso o a un ataque de esperanzadora sinceridad), es el nuevo trabajo de uno de los cineastas más valiosos de nuestra querida cinematografía, últimamente tan marginada (¿casualidad?) en los grandes festivales. Jaime Rosales ha presentado en Un Certain Regard (¿por qué demonios no le han permitido hacerlo en la Competición Oficial?) el que seguramente su mejor filme de su carrera. El más ambicioso, seguro.
La premisa es aparentemente sencilla (seguir el día a día de Natalia y Carlos, una pareja de veinteañeros de bajo estrato social que sobrevive, como puede, en el Madrid actual), pero exige un esfuerzo colosal para que pueda llegar a adquirir un verdadero sentido. Vuelve Rosales ''el intruso'' en su mejor versión; vuelve esa especie de ente al que no se le escapa ningún detalle; el que se niega a concederse cualquier momento de flaqueza. El observador no se conforma con pegarse a sus víctimas (sin que ellas se enteren de dicho acoso, importante), sino que además se aferra a todos los detalles; a todos los gestos, y los exprime hasta dejarlos secos. Como si de una bestia insaciable se tratara, el director y guionista se alimenta de los propios personajes, brillantemente interpretados por Ingrid García-Jonsson y Carlos Rodríguez, a quienes tendríamos que preguntar en qué parte de su -impecable- trabajo empieza la actuación y en cuál sigue la prolongación natural de lo que debe ser muy cercano a sus respectivas vidas.
En las bromas más espontáneas, en las broncas más contundentes, en los detalles que nos hunden en la depresión más incurable y en aquellos que por el contario hacen que esta puta mierda de vida que se nos ha dado sea, a fin de cuentas, el regalo más valioso. También en los balbuceos, en las estupideces y en el argot callejero... Rosales lo capta y lo entiende todo. No es feísmo, tampoco son amaños preciosistas, es simplemente algunos pocos días la vida te sonríe, y en otros dos días se porta como una inmisericorde zorra. El espíritu neorrealista renace, a 24 imágenes de whatsapp por segundo, en el corazón de un país que se desangra: 'Hermosa juventud' es un drama profundamente humano... e inseparable del entorno y las circunstancias donde ha nacido. Es la híper-contextualización (en una realidad vampiresca y caniblizadora), no como un recurso sádico, sino como la única herramienta para alcanzar un compromiso (total) para con un momento dramático que, al menos, y no es poco consuelo, ya tiene una imprescindible película con vocación generacional a la que acudir en momentos de máxima necesidad. Ahora sí, hablemos todo lo que queramos sobre el cine español. Por favor.
Al argentino, después de las buenas sensaciones dejadas en lo que llevamos de año, tanto en la Berlinale como en el arranque de Cannes, podemos concederle, de momento, un merecidísimo respiro. 'Jauja' es el inesperado giro del director Lisandro Alonso... hacia la nada. No sería un problema, sobre todo si se tiene en cuenta que ésta misma es la intención del autor... pero, ¿y si éste se ha pasado de frenada? Ahora sí: sirenas alarma. En pantalla cuadrada y con un gusto extenuante por los silencios, la acción escueta y la filosofía y poesía existencialistas con excesivas tendencias al besugueo mental, el filme nos presenta a un grupo de militares sumidos en la búsqueda imposible del paraíso terrenal. ''Creo que ya no estamos en Los Angeles''. Comandada por Viggo Mortensen (de largo el mejor activo con el que cuenta la cinta) , la expedición no tardará en encontrar lo contrario a lo que andaba buscando. Flotando en el aburridísimo vacío entre Conrad y Herzog, ni la exquisitez en la técnica consigue arrancar suficientes briznas de interés para que el via de crucis de los protagonistas deje de contagiarse tan bien en un patio de butacas que al final de la proyección ha quedado casi tan desértico como los parajes lunares visitados a lo largo de tan anodina odisea. Y ahora sí, buenas noches.
Mañana, más.
P.D.: Mientras, en el Grand Théâtre Lumière...
Click aquí para más información
por Víctor Esquirol Molinas
P.D.: Mientras, en el Grand Théâtre Lumière...