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'Maps to the Stars': Mapa de las pesadillas

Vía El Séptimo Arte por 05 de marzo de 2015

Los Angeles es, por encima de cualquier alabanza o reproche que se le pueda dedicar, una ciudad decepcionante. Un lugar ideal para pasar un fin de semana... pero un infierno terrenal (seguro) para todo aquel que tenga que vivir ahí de forma permanentemente. Para ir a comprar el pan, para ir al cine, a la playa o incluso para visitar al vecino que vive justo en frente: el uso del automóvil es directamente innegociable, y con él vienen los legendarios atascos, la polución, las malas vibraciones generalizadas y, por supuesto, los días de furia. Siempre nos quedará Hollywood, pensará el corderito. Pero cuando el visitante llega por primera vez a las colinas que controlan toda la ciudad californiana, se da de bruces, una vez más, con la sensación imperante. Aquellas letras que tan grandes y elegantes lucían en cualquier película, son en realidad un seguido de diminutas machas blancas en una colina que, por otra parte, también deja bastante que desear.

Empezó la 67ª edición del Festival de Cannes con una constatación, y cuando llegamos al ecuador de aquel ejercicio, parecía que seguíamos en la misma casilla de salida. ''Todo es falso'', nos obligó a gritar aquella -desconcertante- apertura. Pues seguíamos en las mismas. Hollywood, pariente cercanísimo de Cannes (y si no, ¿qué demonios hacía aquel mismo día el elenco al completo de 'Los mercenarios 3' pavoneándose por el Grand Théâtre Lumière), es seguramente una de las mayores falsedades sobre la infecta faz de la Tierra. Es todo una grandísima mentira... sólo que no interesa desenmascararla, porque sigue siendo una inmensa y muy eficiente máquina de hacer dinero. Nosotros, está claro, también somos unos falsos. David Cronenberg, por puro silogismo (y no por otra cosa), también debe serlo, lo cual en absoluto le priva de uno de los derechos más sagrados de la humanidad. Esto es, lanzar puñales, y cualquier arma arrojadiza letal, a todo aquel (o aquello) que le amargue la existencia.

Adelante, por favor, póngase cómodo y póngase también las botas. Por lo que más quiera, no se corte. Y por supuesto no lo hace. 'Maps to the Stars', último trabajo del canadiense presentado a Competición (y que se iría de la Croisette con un merecido Premio a la Mejor Actriz para Julianne Moore), podría definirse como la carta -envenenada- de odio de un hombre a un monstruo que también le produce cierta (por no decir mucha) gracia. Empieza la aventura del mismo modo en que han empezado otras muchas en este mismo escenario. Una chica llega a la meca del cine montada en un autobús. Cuando baja de él, luce una sonrisa de oreja a oreja: es joven y está cargada de proyectos ilusionantes. Como suele decirse, ''el mundo es suyo'', y nada ni nadie podrán privarla de la conquista de sus sueños. En la parada de bus, espera Robert Pattinson dentro de una limusina cuyo asiento trasero aguarda el baño de sudor sexual de rigor. Perfecto, ¿qué podría ir mal? Pues...

Para entendernos, la película es, sobre el papel, magnífica, armada hasta los dientes, con ganas de guerra y con unos objetivos (balísticos, claro) nítidamente definidos. La concepción, que parece directamente surgida de la más febril de las fases REM, es igualmente llamativa. Lástima que a la hora de pasar a la ejecución, se le atragante el ensamblaje. Excelente en la comedia y no tanto en el drama turbio y perturbador. La endogámicamente incestuosa orgía de decadencia, narcicismo, arrogancia, hipocresía, putrefacta vejez y pervertida juventud (en resumen, los elementos esperados en este autor y en estas latitudes) se cobra una lista interminable de bajas cuando induce a la carcajada (ríanse de Ricky Gervais...), a ritmo trepidante de bromas internas, comprensibles, esto sí, por la práctica totalidad del mundo mundial. El problema es que Cronenberg se queda a medio camino cuando intenta darle sentido (si es que éste existe) a la historia.

Es como si le faltara ese empujoncito final para que la retahíla de barbaridades que nos cuenta luciera como un auténtico conjunto, y no como un tropel de anécdotas brillantes. Hay estrellas, efectivamente, y muchas, pero éstas no consiguen juntarse en constelación alguna. Quedan clarísimos los conceptos básicos del Hollywood pestilente de los remakes, de la Cienciología (y de otras muchas sectas más o menos glamurosas), de los eternos niños prodigio y de las entrevistas con Oprah. Lástima que más allá de esto (y que conste que no se nos deja precisamente con poca tela para cortar) falte el dibujo general. Lástima que la esa tan perversa locura, objeto principal de estudio (y que queda retratada tal y como es), contagie en exceso al propio producto. Lasta que falte, en definitiva, la puntilla marca de la casa del maestro, quien en esta ocasión parece no haber sabido leer del todo bien el mapa de este igualmente provocador tour de las estrellas.

Nota: 6 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

@VctorEsquirol

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