El animal que vive en nosotros - Última crónica de la 68ª Berlinale
Con el festival ya cerrado, los premios entregados, y cada cual de vuelta a su rutina, uno no deja de sentir adentro las impresiones que, una tras otra, han ido dejando ciertas imágenes, fragmentos de conversaciones, actuaciones o películas enteras, que como huellas digitales en un cerebro sensible, se reproducen a velocidad de recuerdo en nuestras mentes, mezclándose entre ellas en una especie de "mejores momentos", algunas recordadas por última vez, otras en cambio que permanecerán para siempre.
En este último artículo sobre la 68ª Berlinale, no podían faltar algunas de las películas que más me han gustado a lo largo de los 11 días de proyecciones (sin repetirme mencionando títulos ya comentados en otros artículos, y sin voluntad de hablar de todos los que me han dejado una impresión positiva). Uno de los temas que se repiten y resuenan todavía hoy, días después de terminar el festival, en mi mente bombardeada, es la adolescencia como época determinante en nuestras vidas, como frontera entre infancia y edad adulta, y como toda frontera, lugar de peligro, de inseguridad y tambaleo, donde se toman decisiones que pueden afectarnos por el resto de nuestras vidas.
Y una de esas reflexiones en la frontera, cuando se supone que toca crecer, es cómo dejamos de lado todas las fantasías que, siendo niños, tenían cabida en nuestro día a día y nos ayudaban a relacionarnos con el mundo. Cuando las fantasías se convierten, poco a poco, en prohibiciones, en deseos inalcanzables, en voluntades que van en contra de una sociedad cerrada, o en preocupaciones que nos comen por dentro, entonces es cuando se despierta el animal que vive en nosotros y amenaza con acabar con la cordura que, cual cordón umbilical, nos mantiene unidos al resto del mundo.
'L'Animale', título que, más después de esta introducción, no podría ser mejor para referirse a la última película de la austriaca Katharina Mückstein, nos habla de las fuerzas contradictorias que guían nuestras vidas, oponiendo el deseo a la razón, mostrándonos el conflicto en la adolescencia, y sin olvidarse de retratar también cómo este se hace presente en la edad adulta, cuando no nos hemos preocupado por resolver antes nuestras desigualdades con la vida que nos rodea. "Vivir no es difícil, pero el animal que llevo dentro no me deja ser feliz... me vuelve esclavo de mis pasiones, y no se rinde..." dice la canción de Franco Battiato, que recorre y vertebra esta historia tan bien construida y dirigida por la misma mano.
La directora busca, con esta su segunda película, conectar con el público joven, mostrando que hay grandes dificultades en todas las épocas de la vida, y que la libertad que de forma tan genérica parece otorgarnos el capitalismo, no evita el conflicto entre el mundo personal y el mundo social. Un gran retrato a la vez de la relación entre madre e hija que, junto con el padre, ofrecen unas actuaciones magistrales por parte de los actores Sophie Stockinger, Kathrin Resetarits y Dominik Warta. Sin duda una gran invitación a la reflexión con un final abierto y esa gran pregunta que tenemos todos, de si nos dejamos llevar hoy o resistimos un día más.
Y es que la naturaleza humana es compleja, y la lucha interna que pueden suponer las contradicciones de nuestro yo en colisión con el mundo exterior no debe ser tomada a la ligera. En 'Madeline's Madeline' de nuevo una adolescente magistralmente interpretada (esta vez por Helena Howard) se verá inmersa en medio de un proceso de creación teatral tan intenso que las fronteras entre mundo real y ficción se desdibujan peligrosamente, y su personalidad experimenta con comportamientos animales que salen de lo más profundo del ser humano, poniendo en peligro la racionalidad, ese hilo que, como decíamos, nos salva de algún modo del caos.
Con una cámara y fotografía que logran una narración de la historia totalmente acorde con el guión, la directora Josephine Decker, después de su paso por Sundance, ya puede decir que ha dejado huella en la Berlinale.
Por último, muy acorde con esta reflexión, encontramos la película israelí 'Para aduma' (en su traducción "vaca roja", una vaca sagrada para los judíos más extremistas que anuncia la llegada del Mesías, y que se usa como sacrificio de purificación). La película nos habla de una joven en el momento de descubrir y formar su conciencia sobre la sexualidad, la religión y la política. Con su padre como única conexión al mundo adulto, se verá atrapada en sus inclinaciones pasionales, que la alejan cada vez más de las rígidas opiniones del progenitor, el cual posee una visión de la vida totalmente eclipsada y limitada por sus creencias.
La directora y guionista Tsivia Barkai nos lleva con este primer largometraje al terreno de la libertad sexual en conflicto con el conservadurismo de la religión. Del mismo modo que vemos en 'L'Animale', la homosexualidad entra en colisión con lo que la sociedad espera de nosotros, en este caso con lo que el padre espera de su hija, y en ambos reprimiendo a la persona y sus deseos, hasta que el animal que llevamos dentro no puede más, y sale, con lo que esta salida implica de destrucción, y al mismo tiempo, de construcción del propio ser. En última instancia, la aceptación de nosotros mismos, con nuestra dualidad de animal racional, y el mensaje de no rendirnos nunca.
por Aina Riu
@ganiveta_online
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