Cuarto día en la Berlinale: La definición del ser humano, entre la naturaleza y la elección personal
No es novedad encontrar en el cine películas que reflexionen sobre la naturaleza del ser humano. La necesidad de comprender nuestra complejidad como individuos y como personas sociales aparece con la consciencia de existir y resigue nuestras historias, sean en el formato que sean.
Es el caso de 'Human, Space, Time and Human', el último trabajo del director surcoreano Kim Ki-duk, que no había pisado la Berlinale desde que presentó en 2004 'Samaritan Girl', llevándose el Oso de Plata. Centrándonos en su filmografía, el autor es un maestro en hablar sobre el hombre y la sociedad en clave dramática. En la última película recupera su preocupación artística por plasmar lo que define nuestra compleja naturaleza y nos ofrece su visión global sobre la especie. Avanzo que no es precisamente optimista. Una parábola al estilo 'Madre!' de Aronofsky, con la representación mediante personajes de las distintas clases sociales y tipos de persona, siguiéndolos durante su evolución (a través del espacio y el tiempo) hasta la muerte.
El título (tan parecido al de su gran obra 'Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera' (2003)) así como la historia, nos hablan de ciclo, y son muchos los paralelismos bíblicos que iremos encontrando en ella. La crítica a la visión cristiana del mundo es evidente, pero la película va más allá, en la línea del proverbio latino Homo homini lupus, "el hombre es un lobo para el hombre". Y es que, ¿dónde se sitúan los límites de la moral humana?
Sin caer en el derrotismo, sigamos con los límites que definen nuestros actos como "buenos" o "malos", esas fronteras que separan la cordura de la locura. Los dos primeros capítulos de la serie 'Shock Waves', 'First Name: Matthieu' de Lionel Baier y 'Diary of My Mind' de Ursula Meier, sobre psicología humana y criminal, también presentes en el festival, nos hablan de esa fina línea que transforma las fantasías en una realidad de pesadilla.
La pregunta interesante que se plantea en estos trabajos es: ¿cómo sacamos lo que tenemos dentro? A veces amor, a veces dolor, o miedo, pero sea como sea es una necesidad humana el encontrar la manera de canalizar las emociones hasta el exterior, para que en lugar de ser ellas las que nos dirijan, seamos nosotros los que sigamos en control de nuestra vida. La decisión de cómo las regulamos nos define. Y llegados a este punto, otra pregunta: ¿hasta qué punto venimos programados por naturaleza, o somos capaces de decidir en quién nos convertimos?
A mi entender, nos definen más esas decisiones que tomamos nosotros que no lo que nos viene dado por naturaleza. La cuestión del género como definición de lo que tenemos que ser, y el transgénero como una protesta y una búsqueda en el propio cuerpo de quién podemos llegar a ser. No siempre es fácil conocerse y entenderse, pero la identidad es algo que se construye diariamente. Las películas documentales 'Bixa Travesty' de Kiko Goifman y Claudia Priscilla, y 'Obscuro Barroco' de Evangelia Kranioti, ambas provenientes de Brasil, nos sumergen en las vidas de personas que no han renunciado a encontrarse.
La fe en uno mismo, como nos habla Linn da Quebrada, y definir el cuerpo como un territorio que explorar, transformado por las experiencias, reflejo de todo lo que vivimos, fragilidad y fuerza a la vez. Ambos retratos son crudos, realistas. El primero con momentos entrañables, el segundo en clave más poética. Sin duda los dos recordándonos cómo nuestro lenguaje define el mundo en el que vivimos, a la vez que somos nosotros quienes nos definimos a nosotros mismos.
por Aina Riu
@ganiveta_online
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