'Wicked: Parte uno' - 2 horas, 40 minutos, 29 segundos
La primera parte de la adaptación cinematográfica de 'Wicked' dura más o menos lo mismo que dura el musical original, unas dos horas y media (sin contar créditos o descanso). Esto termina por ser un evidente problema dado que, en efecto, 'Wicked: Parte uno' se hace larga y pesada; especialmente para lo poco que cuenta... y sobre todo por la manera tan simple en la que lo cuenta.
Es complicado no pensar en musicales como 'Cats', pero aún es más complicado no pensar en películas "en acción real" de Disney como sin ir más lejos 'Oz. Un mundo de fantasía', también una precuela de la archiconocida 'El mago de Oz'. Producciones "hinchadas" y sobreproducidas que parecen haber costado 300 millones de dólares, aunque luzcan como si hubiesen costado menos de 100.
Producciones envueltas en un suntuoso y desmesurado artificio de opulencia extremadamente higiénica, mucho más cercano a un cosplay que a la debida suspensión de la incredulidad o a la magia teatral, siendo además evidente que le han quitado el precinto a los muebles y las etiquetas a la ropa justo antes de rodar. Un piso piloto de catálogo que bien podría haber hecho una IA...
Quizá esté sonando demasiado duro... pero es que son dos largas y pesadas horas y media.
'Wicked: Parte uno' no es una mala película, pero sí es una tirando a simplona, con una duración a todas luces excesiva y un tono demasiado inconsistente como para cuajar en algo en particular. A uno, en este punto, se le viene a la cabeza el remake de 'Chicas malas' respecto a la propia 'Chicas malas' original: o cuando menos es más, y cantar, sin más, tampoco aporta mucho más.
Se trata de hacer algo tan sencillo (como a la vez complicado) como hizo 'El gran showman': dejar que las canciones vertebren la película. Qué coño, que sean LA PELÍCULA. Al fin y al cabo hablamos de un musical. Y 'Wicked' es un musical (por más que algunos "jokers" les pese). La historia, simple y previsible, tópica y rutinaria, es lo de menos. Ni que Oz fuese un auténtico mago, ¿verdad?
El problema de 'Wicked: Parte uno' es el mismo de tantas otros blockbusters de Disney como la mencionada 'Oz. Un mundo de fantasía', o casi cualquier "live action": Nadar en una abundancia que deriva en un pijerio exacerbado y una preocupación excesiva por lo superficial, lo banal y lo superfluo. En un exceso de casi cualquier cosa menos de lo más fundacional: La magia.
La magia que, sin duda, a cuenta gotas aportan Cynthia Erivo y Ariana Grande, en especial cuando cantan. La magia de la música, y de un musical de un éxito incuestionable cuyo despliegue sobre el escenario es, a buen seguro, mucho más comedido y práctico que el expuesto en su adaptación a la gran pantalla. Una adaptación que además, promete (o amenaza) durar incluso el doble.
Quizá esté sonando demasiado duro... pero es que son dos largas y pesadas horas y media. Y aún queda una segunda parte ¿de también dos horas y media de duración?
¿Acaso era necesario dividir en dos películas esta adaptación? Ni sí... ni no. Pero, por lo pronto, 'Wicked: Parte uno' es una producción demasiado simple y sencilla cuyo exceso de metraje diluye sus bondades, derivándose en una especie de cruce entre 'Chicas malas' y 'Oz. Un mundo de fantasía' que antes que la adaptación de un musical parece un intento por emular a Disney.
Pero a esa Disney hipertrofiada que ya no sabe gastar con moderación en películas no ya que parezcan películas, sino que no parezcan caros pero vulgares anuncios de colonia para progres pijos. 'Wicked: Parte uno', lo dicho, no es una mala película... y cuando da rienda suelta a Cynthia Erivo y Ariana Grande se disfruta. Pero es que son dos horas y media de un preciosista y vacío déjà vu.
Dos largas y pesadas horas y media que apenas desarrollan nada, repletas de tópicos y con el 90% del reparto de figurante durante las que además da innumerables bandazos tonales sin terminar de ser nada en particular; en especial, lo que se supone que es: Un musical, indisimulado y de los pies a la cabeza. Así, nos queda una obra diluida e irregular, plana y apocada.
Una película en la que parecen pasar horas entre los números musicales, no por casualidad cuando sus carencias dejan de molestar. Bastante sintomático es que cuando aparece el "to be continued" uno sale corriendo de la sala, como si fuera el descanso de la obra y uno aprovechase a huir... dado que a esas alturas, uno siente que no le han contado nada al mismo tiempo que ya se lo han dicho todo.
¿Acaso era necesario dividir en dos películas esta adaptación...?
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex