'Un año, una noche' - Una noche para sobrevivir
Todo a la vez en todas partes. En la que por ahora es su mejor película, Isaki Lacuesta ignora deliberadamente la estructura lineal habitual (y a menudo acartonada) de los relatos "basados en hechos reales". Lo más fácil, sencillo y cómodo hubiera sido empezar o acabar con el tiroteo. Pero Lacuesta lo quiere todo, el antes, el durante y el después, y ponerlo justo en medio y partir en dos la película como si fuera un melón hubiera sido demasiado obvio (aunque luego a cineastas como Rodrigo Sorogoyen les salga de maravilla).
Como en nuestras cabezas, en 'Un año, una noche' el pasado y el presente se enfrentan de forma constante cara a cara, avanzando entrelazados de la mano de una noche, aquella fatídica noche del 3 de noviembre de 2015 para los presentes en la sala Bataclan de París. Una noche para sobrevivir tras la cual ya nada será igual. Lacuesta hace suyo el "¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?" de Siniestro Total respaldado por esa teoría que asegura que el tiempo, como la vida, es algo poliédrico que no tiene principio ni fin.
Dando vueltas y más vueltas todo el rato sobre lo mismo, en una falsa estructura circular que define a los personajes muy bien interpretados por Nahuel Pérez Biscayart y Noémie Merlant como individuos y como pareja. De forma cercana y transparente, desmitificadora. Como si la cámara nunca hubiera estado allí. A Lacuesta sobre todo le interesa mostrar, con aparente pureza, el miedo en todas sus formas y lo traicionero de unos recuerdos, "falsos" o "reales", que nos llevan a dudar de la realidad, de nosotros mismos y de cuanto nos rodea.
La realidad no deja de estar matizada por la experiencia de cada uno, saltando de una cosa a la otra y de ahí a lo que sea tratando de mantener el caos a ralla y bajo control. 'Un año, una noche' lo consigue aunque este esfuerzo por reunir "todo a la vez en todas partes" le acabe pasando factura después de dos horas de una extenuante viveza melodramática. Todo es quizá demasiado, un tanto disperso y en algún momento innecesario, en una experiencia vital tan persistente y estimulante como abrumadora y en última instancia, agotadora.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex