'El Inmortal' - El precio del poder
Auge y caída de un traficante y mafioso. Así se resume 'El Inmortal', serie que aunque sólo sea por lo de "los Miami" no puedo evitar que me remita a 'El precio del poder', el clásico de Brian de Palma protagonizado por Al Pacino. La idea es la misma, la misma que hemos visto en infinidad de producciones, tanto para cine como para televisión. Todo lo que sube tiene que bajar y el crimen, a la larga, no compensa. Mis cojones. Pero vale.
Álex García hace de Al Pacino, aunque evidentemente no sea Al Pacino. Pero lo dicho, la idea es la misma: aquí mando yo y a echarle huevos no me gana ni Dios. Una idea que por lo general, a poco que esté desarrollada de manera competente, funciona. Como funciona en el caso de 'El Inmortal', por más que la sensación a déjà vu pueda sobrevolar durante buena parte de su metraje; en especial, durante sus primeros compases.
Unos primeros compases durante los que parece otra más, lo que no deja de ser. Pero, como suele ocurrir a medida que uno va conociendo a alguien, esa primera y simplista impresión va adquiriendo distintos matices que poco a poco van dotando de una entidad propia a la serie. Matices que dentro de la hoja de ruta habitual ayudan y sirven para diferenciarla, dándole su propio toque a una historia que no nos cansamos de ver.
Aparentemente. Al fin y al cabo la mayoría de historias están cortadas por un mismo patrón, y en general, matices al margen, no les pedimos tanto que nos sorprendan como que se desarrollen con educación y coherencia. Es lo que sucede con 'El Inmortal', serie que funciona (muy bien) ofreciendo lo que cabe esperar de una producción así, añadiendo a su 'leitmotiv' los suficientes interrogantes para mantener nuestra atención hasta el final.
Un final de temporada, que no de serie, que nos sorprende un tanto de sopetón dejándonos a deber una segunda temporada que resuelva buena parte de esos interrogantes. Hasta entonces, nos queda una buena primera temporada que cuenta lo que cuenta sin contar nada en especial, pero con educación, coherencia y el suficiente nervio como para que, aun siendo una más, acabemos disfrutando de ella como si fuera la primera enésima vez.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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