'No te preocupes querida' - La casa de gominola de la calle de la piruleta
A la postre, 'No te preocupes, querida' va a ser más recordada por lo que (presuntamente) ha ocurrido detrás de las cámaras. Es una película interesante, pero no tan interesante como el morboso aura que la rodeará durante mucho tiempo: el de una película sobre la que algún día harán una película. O una serie, un documental o un podcast. Algo.
Se trata, claramente, de "otra más" del subgénero "un mundo perfecto construido sobre un oscuro secreto". Filmada e interpretada con mucha elegancia, el principal problema de la película reside en que Olivia Wilde parece que no ha sabido qué hacer con su premisa. O no ha sabido, o no ha querido ir más allá de lo que no pasa de ser eso, una premisa.
Durante dos horas 'No te preocupes querida' plantea un mundo al que a la hora de la verdad, no le da ningún recorrido. Cuando se levantan las pocas cartas que están boca abajo es cuando, prácticamente, la función llega a su fin con la consabida escena de suspense que en realidad, como toda la película, parece que lo es sin terminar de serlo.
La película es como el mundo que construye, una exposición acartonada que apenas si aporte un leve, levísimo apunte feminista como extra al leitmotiv habitual del subgénero. Es más, se intuye que este es el argumento que incitó a Wilde a hacerse cargo de esta entelequia preciosista resuelta con tanto oficio como tan poca... pasión.
'No te preocupes querida' es su propio mundo perfecto bajo el que se oculta "un oscuro secreto": la nada. No es que no sea entretenida, no es que no sea intrigante, no es que no esté bien hecha. Es que cuando llegamos a su final nos quedamos igual que al principio. Bueno, pues molt bé, pues adiós. Es una premisa a la que le falta el fundamento.
Una distraída simulación de lujosa serie B sin sentido del humor durante la que poco más que volver a admirar a Florence Pugh o echar en falta a Shia Labeouf, quien a buen seguro hubiera aportado algo de caos a este pulcro, refinado y ampuloso mueble de Ikea incapaz de insuflar sangre (y sentido) a su luminoso pero apagado arquetipo utópico.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Le doy un 6.